EL
ARMA DE DOBLE FILO
Se puede asegurar sin temor a equivocarse que el arte
impregna de identidad toda una sociedad, toda una época, que la época y la
sociedad no son comprensibles ni identificables sin el arte que producen.
También se puede asegurar sin caer en el error exactamente la tesis contraria,
que la producción artística y estética, como proyección social de lo
imaginario, se sitúa en el polo de la transgresión de lo real, en la inserción
de los deseos de una época más allá de sus límites espaciales y temporales. La
multifuncionalidad del fenómeno artístico hace que se pueda situar, por lo que
a sus elementos transgresores se refiere, unas veces en el terreno de las
transgresiones reguladas entendida
como mera evasión, otras, como punto de apertura de un nuevo género de
realidades que exceden del ámbito de lo perceptible. El arte es factor identitario
y transgresor a un mismo tiempo. Por tal motivo no es definible ni
identificable más que como un elemento indisociable de nuestra propia
existencia, unas veces identitaria y otras transgresora
IDENTIDAD,
TRANSGRESIÓN Y LITERATURA
La conciencia de las connotaciones represivas
características de todo proceso de identificación ha lanzado a la búsqueda de
la no-Identidad a toda una legión de filósofos y literatos. La reacción contra
los rígidos sistemas de identificación feudales y absolutistas impulsó a los
ideólogos de la Ilustración a emprender la búsqueda de una Identidad natural
opuesta a la Identidad artificial y ficticia imperante. El Emilio de Rousseau o el Buen
Salvaje de Voltaire son, más que seres sin Identidad, arquetipos, individuos dotados de
una Identidad distinta.
No deja de ser curioso que uno de los géneros literarios
de más éxito, la comedia, muchas de sus
tramas argumentales se basen en un juego con el principio de Identidad donde
interviene directamente su Transgresión o simplemente el equívoco como motivo
de hilaridad. La comedia de enredo es todo un juego de Transgresión de la
Identidad. Una duplicidad de individuos
hizo a Mark Twain componer su conocido cuento El Príncipe y el
Mendigo, donde ese juego con la Identidad le permitió sortear la más
drástica barrera social para un rol opuesto al que correspondería a su propia
Identidad traspasar a sus protagonistas. Óscar Wilde basó una de sus más
conocidas comedias, La importancia de llamarse Ernesto en el juego de la
Identidad nominal y la inidentidad real.
John Briggs y F. David Peat, reseñando a
Joseph W. Meeker indican, a propósito de la diferencia entre la comedia
y la tragedia en relación a la teoría del caos, que
La tragedia, donde el héroe
se enfrenta a los dioses y es destruido en el curso de ese enfrentamiento, se
valora sobre todo entre las culturas con orígenes greco-romanos. Sin embargo,
la mayor parte de las otras culturas valoran los mitos y las obras que se
centran en la comedia. Mientras que la tragedia tiene que ver con las luchas
por el poder, la comedia se centra en los transgresores, la ambigüedad y en la
confusión de los papeles. Mientras que la tragedia está abocada
indefectiblemente hacia la muerte, la comedia acaba en matrimonio, una
continuación de la sociedad y la fertilidad conseguida a través del engaño al
destino, la ambivalencia y la confusión de fronteras y límites.[1]
Pero también el drama ha sabido aprovecharse de la
Transgresión de la Identidad como hilo conductor de una historia Dumas, jugando
con Identidades gemelares compuso el folletín El Hombre de la Máscara de
Hierro, Todos hemos visto muchas
veces el folletín El Prisionero de Zenda o películas sobre presidentes
impostores utilizados temporalmente para salvar una crisis de gobierno:. Si
siguiéramos con obras cuya trama se desarrolla en torno a la Transgresión de la
Identidad como medio de superar las barreras físicas o sociales impuestas al
amor la lista sería interminable. Cyrano de Bergerac, el feo y narigudo
espadachín enamorado de Roxanne, avergonzado de su aspecto, oculta su Identidad
en el apuesto Christian para recitar los
versos que más tarde enamorarán a Roxanne. El género picaresco hispánico nos
retrata en El Lazarillo de Tormes el espíritu del hidalgo castellano que
quiere, a toda costa, salvar las apariencias de su mísera existencia.
Cervantes lleva a cabo un juego realmente magistral con el tema de la usurpación y el
intercambio de Identidades. Cuando Alonso Quijano el Bueno, tomando prestado el
modelo de las novelas de caballería de Amadís de Gaula, decide transformarse en
Don Quijote de la Mancha, transgrede su Identidad y a su vez la de su propio
mundo. Traslada la nueva Identidad a todo su medio. Una Identidad constituida
por su fiel escudero Sancho, por su mismo caballo famélico Rocinante, por la
campesina Aldonza a la que transforma en Dulcinea del Toboso.
Transgrede la Identidad de la misma ética de la época. Se sumerge en un mundo transfigurado de elevados ideales. Mientras Sancho se coloca en el polo de conexión con el mundo real, su Identidad permanece. A medida que se van sucediendo sus aventuras y desventuras don Quijote se desengaña, adquiere su anterior Identidad de Alonso Quijano a la par que Sancho se contagia de la secuela de Transgresión dejada por Don Quijote, produciéndose en su lecho de muerte una permutación de Identidades. Cervantes hace girar su planteamiento en torno a la relación locura/cordura, como una forma de entender el cruel choque que se produce entre el mundo ideal y el mundo real, visto este último como un sistema de Identidades rígidas, formalmente establecidas. La España del Siglo de Oro se percibe como un mundo de dobles Identidades, una exigencia mínima para sortear el sistema de represión moral, política y religiosa imperante.
Transgrede la Identidad de la misma ética de la época. Se sumerge en un mundo transfigurado de elevados ideales. Mientras Sancho se coloca en el polo de conexión con el mundo real, su Identidad permanece. A medida que se van sucediendo sus aventuras y desventuras don Quijote se desengaña, adquiere su anterior Identidad de Alonso Quijano a la par que Sancho se contagia de la secuela de Transgresión dejada por Don Quijote, produciéndose en su lecho de muerte una permutación de Identidades. Cervantes hace girar su planteamiento en torno a la relación locura/cordura, como una forma de entender el cruel choque que se produce entre el mundo ideal y el mundo real, visto este último como un sistema de Identidades rígidas, formalmente establecidas. La España del Siglo de Oro se percibe como un mundo de dobles Identidades, una exigencia mínima para sortear el sistema de represión moral, política y religiosa imperante.
Aspecto importante a tener en cuenta de toda ficción
literaria va a ser precisamente su
condición de relato no-real que abre las puertas a lo imaginario, a lo
deseado no realizado
CINEMATOGRAFÍA,
IDENTIDAD Y TRANSGRESIÓN
El mundo del cine se hace eco de las fronteras sociales
que la Identidad impone al amor en la película de Bernardo Bertolucci El
Último Tango en París, donde la fructífera relación amorosa surgida bajo el
anonimato de los protagonistas estalla en tragedia desde el mismo momento en el
que uno de ellos intenta mostrar al otro su verdadera Identidad. La impostura,
como primera fase del ciclo de seducción
que abre la trama de la historia cuyo nudo conflictivo gira en torno al
descubrimiento de la impostura y cuyo desenlace consiste en el restablecimiento
de una Identidad renovada ha servido de argumento a miles de películas y piezas
teatrales. La usurpación de Identidad para acceder a un determinado puesto
puede ser sexual, profesional o de clase social. O bien, Ciudadano Kane, de
Orson Wells, donde la clave de la historia radica en la Identidad impuesta al
magnate que, al final de su vida, advierte que todo ha sido una impostura a la
par que cita el nombre del trineo que lo ligaba a su infancia
ARTES
PLÁSTICAS Y TRANSGRESIÓN
Parece como si la historia de las artes plásticas
obedeciera a un proceso cíclico. Las fases simbólica, clásica y barroca que en
nuestra época se corresponderían con el arte medieval, renacentista y barroco
ya conocieron en Grecia el mismo ciclo con el periodo arcaico, clásico y
helenístico.
Pero, llegados a mediados del siglo XIX, se inicia todo
un periodo de transgresión de las formas artísticas convencionales y ya en
pleno siglo XX el arte se introduce en una espiral transgresora con tendencias
destructivas: el post-impresionismo, el surrealismo, el cubismo, el dadaísmo y
el arte abstracto. El desesperado intento de liberar al arte de todo tipo de cánones y formas estéticas
parece que no tiene límites. El arte ataca las estructuras de la percepción
sensible, su interpretación constituye todo un esfuerzo de identificación de lo
efectivamente plasmado, identificación, no obstante, que no siempre es posible
o permisible. El arte abstracto, por ejemplo, elimina por completo el referente
empírico, lo sustituye por la forma en sí, como creación propia de objetividad
que no tiene por qué encontrar su equivalente en la naturaleza. El arte se
despega por completo de las nociones correlativas a las
El arte viene a ser algo así como el alma de toda
sociedad. Expresa el estado de ánimo de cada época, la tranquilidad y la
armonía, pero también la desesperación, el espíritu de un mundo convulso y
trágico. El arte de cada época teje al mismo tiempo su identidad espiritual. El
inclasificable estilo de Goya plasma en el lienzo una España convulsa, trágica
y violenta. Sus claroscuros son un informe magistral de esa España negra.
La transgresión en el arte como destrucción del arte es
la misma historia del arte del siglo XX. Édouard Manet fue a la pintura lo que
Arnold Schoenberg a la música. Ambos introdujeron inicios de transgresión en
sus respectivos sistemas que llegaron a tener consecuencias inesperadas para la
evolución y desarrollo posterior de la pintura y la música. Los parámetros
comúnmente utilizados para medir el avance y desarrollo de la ciencia y
tecnología, donde un método revolucionario abre, en principio, posibilidades
ilimitadas de creación e invención no nos son de utilidad alguna si lo que
pretendemos es medir el desarrollo y evolución de las artes pictóricas y musicales.
La música clásica se ha extinguido hoy totalmente. Respecto de la pintura se podría asegurar lo
mismo
[1]John Briggs
y F. David Peat: Las siete leyes del caos.
Las ventajas de una vida caótica. Pág. 62 . Ed. Grijalbo, Barcelona, 1999