Incursiones
sábado, 21 de mayo de 2016
sábado, 30 de abril de 2016
El malestar de Sigmund Freud.
El
ensayo "El malestar en la cultura" de Sigmund Freud se inscribe en aquella parte de su obra cuya
temática se centra en la psicología social. Una década antes (1921) abordaría
estos temas en su escrito "Psicología de las masas y análisis del yo"
donde retomaba el hilo de sus anteriores incursiones hechas en antropología
bajo su ensayo "Tótem y tabú" entre otros ensayos sobre el narcisismo.
No obstante, la idea básica que subyace a la temática de este escrito, el
conflicto ambivalente entre Eros y Thanatos, fue apuntado por Freud por primera
vez en su ensayo de 1920 Más allá del principio de placer.
Freud se explaya en ilustrar las causas y las consecuencias
de lo que el mismo denominaría "el malestar en la cultura". Si el papel
desempeñado por la cultura consiste en reprimir los instintos o pulsiones
básicas, las que dicotómicamente tienden al amor y a la muerte o a la unión y a
la destrucción, la intervención de las instituciones culturales en la actividad
humana solo podrá acarrear el desencadenamiento del sentimiento de culpabilidad
y con este, de los comportamientos neuróticos. Bajo esta perspectiva el hombre se
encuentra perpetuamente condenado a sufrir las consecuencias a las que le aboca
irremisiblemente su condición de animal que ha construido la cultura en lucha
contra sus naturales pulsiones biológicas, cuya condición de animal cultural se
articula en torno a esa contradicción inmanente a su naturaleza.
Lo
cierto es que la pansexualidad freudiana como recurso explicativo del trastorno
neurótico y del psiquismo infantil pronto fue desechado por sus principales seguidores.
Alfred Adler (1870-1937) y Carl Gustav Jung (1875--1961), mientras el primero
rechazó la líbido como hilo conductor de la psicología infantil sustituyendo el
complejo de Edipo por el complejo de inferioridad, el segundo centró sus
investigaciones en el estudio del inconsciente y su papel desempeñado en campos
diversos como la arqueología, la religión, la literatura, etc, del que se valió
para elaborar su teoría de los arquetipos.
«Afirmaciones extraordinarias requieren siempre de evidencia extraordinaria»
y si bien es cierto que afirmaciones de este calibre no sobran precisamente en
los textos psicoanalíticos de Sigmund Freud, se echan de menos los datos y
pruebas que los avalen. En la época de Freud ya existía un abundante material
antropológico en el que se pudieran sustentar tesis tan cruciales en su discurso
socio-psicológico como la rebelión y asesinato del padre por parte de los hijos
de la sociedades primitivas, el incesto filio-materno y el origen del
sentimiento de culpa que desembocaría en la cultura como instancia represora de
los instintos así como de ese eterno combate entre la cultura y el bíos bajo el que la cultura solo podía
resultar vencedora al precio de la sublimación de los instintos reprimidos y al
desencadenamiento de la agresión. Fruto de esa pulsión instintiva reprimida,
ese "pathos" resurgiría
bajo la forma de devoción religiosa, amor platónico y creación artística.
La neurosis como
diagnóstico ya no sería fruto de una patología individual sino social y
colectiva, la especie humana, esa humanidad que transcendió del ámbito familiar
al ámbito de imperios y estados-nación a través de la cultura, estaría
conformada por millones de simios neuróticos imbuidos de un fuerte sentimiento
de culpabilidad.
La teoría de la
cultura como represión de los instintos biológicos
que se compensa mediante la sublimación quizá sea la mejor aportación del
malestar de la cultura de Freud a la comprensión de la emergencia de la cultura
en el ámbito de la sociología aunque cabría hacer las objeciones pertinentes
puesto que si bien es innegable el papel desempeñado por las instituciones
culturales como domesticadoras (más bien autodomesticadoras) de humanos también
es digna de tener en cuenta el papel desempeñado por la técnica y su
aprendizaje como factores liberadores de los constreñimientos ejercidos por el
medio. ¿Acaso alguien duda del papel liberador, más que represor, desempeñado
por el fuego en la protección del frío y la cocción de alimentos, del uso de
las hachas de piedra para desgarrar presas y cortar pieles con las que poder
abrigarse, de las lanzas para la caza y protección de depredadores?
En cuanto al trazado
de fronteras tipo naturaleza biológica vs naturaleza cultural del hombre es
algo que resulta algo problemático sobre todo si tenemos en cuenta que un
órgano como el cerebro humano, cuya corteza creció el triple durante los
últimos quinientos mil años de evolución, lo hizo en íntimo contacto con la
cultura como factor de selección natural, circunstancia esta que ha hecho que
obtenga la denominación de órgano biocultural y que facultades como la del uso
del lenguaje simbólico articulado han surgido de unas áreas corticales y un
aparato fonador de origen netamente biológico. Lo mismo podría afirmarse
respecto de las facultades ligadas a la fabricación, uso y manipulación de
herramientas cuya premisa son el bipedalismo y la liberación de manos y barzos
como órganos ligados al desplazamiento.
Por otro lado, la
eterna querella entre la pulsión de amor y la de muerte
no pertenece propiamente a Freud por mucho que a él le corresponda el mérito de
instalarlas en el centro de su sistema y diagnóstico. A la lucha entre Eros y
Thanatos ya se refirió el filósofo presocrático Empédocles de Agrigento el
siglo V aec como esa tensión entre fuerzas antagónicas que por un lado tienden
a unir y por otro a separar y disgregar.
Pero, a fin de
cuentas, las dicotomías dualistas que establecen la separación entre la vida y
la muerte no hacen otra cosa que convertir tales conceptos en abstracciones
desprovistas por completo de realidad puesto que vida y muerte operan como una
realidad indisoluble, como un todo La muerte sólo podemos concebirla en el
contexto del sistema viviente, como un mecanismo regulador de los procesos
biológicos, como un nutriente del ecosistema, como un regenerador de las
especies, como fundamento de la evolución y, por tanto, de la vida en la
Tierra, tanto a nivel general como al especial. Las células que forman parte de
nuestros tejidos mueren alrededor de una treintena de veces, las mismas veces
que se regeneran. ¿En qué sentido se puede considerar la muerte como
destructiva y disgregadora?
El método
psicoanalítico, al igual que la teología, cuenta con la capacidad de la
omnicomprensividad y multiexplicatividad unidas a su maleabilidad, se adapta a
todo, basta con aplicarlo al objeto de que se trate, de modo que siempre buscará
lo que se quiere encontrar y encontrará lo que venía buscando y si algo falla
nunca será el método, infalible en su esencia, sino la tozuda realidad, la mala
fe o la inadecuada transcripción de los datos aportados, de modo que al "pequeño Hans" un niño al que le
aterraban los caballos diagnosticado por el mismo Freud, solo podía deberse la
causa de su mal a su asociación inconsciente de la imagen de los caballos con la
figura paterna y a su deseo de evitarlos para acceder a su madre y no a que el
niño fuera testigo de un grave accidente protagonizado por un coche de
caballos, la confusión del cuadro de Síndrome de Tourette con síntomas de prosopagnosia de Anna O. con un cuadro de
histeria.
La narración
freudiana resulta en sí misma sorprendente dado su paralelismo con los mitos.
La misma estructura narrativa de los textos psicoanalíticos se percibe más
dirigida a explicarlo todo que a sustentar en pruebas y datos empíricos sus
categóricas aseveraciones. Si se valen de datos no es para usarlos como
herramientas de investigación sino como imágenes sobre las que ilustrar su
método. Su mito originario, el del nacimiento del tabú del incesto por la
rebelión de los hijos y asesinato del padre para acceder sexualmente a la madre
desempeña idéntica función que la de la primera caída en la tentación de
nuestros primeros padres y del pecado original heredado por toda la estirpe
humana.
domingo, 6 de septiembre de 2015
Contribución a la crítica del decálogo pedagógico de un presunto juez ejemplarizante
¿La causa de la delincuencia juvenil son los padres de clases medias que miman y malcrían a sus hijos? Esa parece ser la conclusión a la que pretende que lleguemos el señor Don Emilio Calatayud, Juez de Menores de Granada. No tiene nada de extraño que si se pinta la realidad con tópicos y a golpe de brochazos se llegue a este tipo de conclusiones.
Bueno, antes de entrar en materia os colgaré el citado decálogo del susodicho Juez pedagogo.
10 PASOS PARA FORMAR UN HIJO DELINCUENTE:
1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3. Cuando diga palabrotas, festéjeselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas
4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad
5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.
Por lo pronto, dejemos de lado el concepto de delincuencia, concepto este inapropiado dado que no existe una sola delincuencia sino tantas como clases sociales, la de cuello blanco, ligada al poder político y económico, que no requiere la violencia de la navaja para ejercer la extorsión y que se basta de la que se deriva de los privilegios y prerrogativas ligadas al cargo público y privado
El autor del decálogo se refiere a un tipo específico de delincuencia, en particular, la delincuencia juvenil. Del detallado psicodrama familiar expuesto, observo que hay algo que se echa en falta y que no es otra que la perspectiva social. Para llegar a la parte es preciso partir del todo, del contexto. No cabe la menor duda de que la familia ocupa un lugar primario entre los agentes socializadores, pero eso no significa que sea el único y, ni mucho menos, el determinante. Bajo condiciones de normalidad el entorno familiar interactúa con el entorno educativo y el medio ambiente social (amigos, compañeros de juego, etc) sin perder de vista los grandes aparatos de socialización y mediación surgidos de los grandes medios de comunicación de masas: televisión, cine, fútbol, internet, telefonía móvil, etc
La delincuencia juvenil se presenta en nuestras actuales sociedades como un fenómeno urbano, mas bien suburbano, que crece sin control en zonas y ambientes marginales como consecuencia de un proceso de desestructuración social cuyo caldo de cultivo idóneo es la existencia de altísimos niveles de desempleo, la práctica inexistencia de servicios públicos y, en general, la carencia de recursos básicos. El problema no es que se haya recibido mas de la cuenta en entornos familiares confortables de familas progres y tolerantes de las clases medias con nociones educativas equivocadas sino mas bien todo lo contrario. Lo que ocurre en este caso es que las caricaturas venden muy bien y lo que bien pudiera servir para ilustrar cuatro casos puntuales no vale, en absoluto, para dibujar una totalidad en la que la carencia de medios y recursos prevalece con creces sobre su presencia.
¿Qué es lo que sucede en la mayoría de los casos? Pues algo muy sencillo, que el papel de la familia como agente socializador es mínimo si no inexistente, siendo suplida por el gran agente educador de los medios marginales. la calle. En la calle se puede encontrar muy fácilmente la primera escuela, la pandilla y la pandilla suele ser el primer peldaño que permitirá el acceso a los estudios superiores: la cárcel, la mejor universidad de la delincuencia que se conoce.
Así que podríamos empezar a modificar el decálogo del Juez Calatayud. para quien una adecuada formación espiritual y la enseñanza práctica del lema semiprusiano "todo esfuerzo tiene su recompensa" impartido en un adecuado entorno familiar serviría de solución al peligro del nacimiento de un futuro delincuente.
La delincuencia juvenil no puede ser entendida un problema moral sino un problema social. Lo que ocurre es que cuando una sociedad se desestructura y falla, con ella fallan todos los resortes éticos y morales que preconiza, que en ese mismo momento se pierden de contenido o mas bien son sustituídos por otro tipo de valores y prioridades. No existe mayor contradicción que la de una sociedad cuya meta ideológica y publicitaria es la del consumo y la carencia de medios para consumir, presentándose la transgresión de la legalidad como único mecanismo idóneo para solventar la contradicción.
El delincuente se hace, no nace, y sin necesidad de aceptar ese determinismo tan dogmático, cuenta con mas cartas para hacerse delincuente el que ha nacido en cualquiera de esas bolsas de marginación social constituída por suburbios urbanos, chabolarios y zonas a las que no llegan los resortes reproductivos del Estado (educación, sanidad, servicios en general), donde el tráfico y consumo de drogas corre con gran facilidad, y esos sistemas de funcionamiento y organización social no nacen en familias sino en otros grupos de integración social, llámeseles, bandas, clanes o mafias.
Lo que sucede con el ideario de Calatayud es que cuenta con un público muy receptivo, de ideología mayoritariamente conservadora, dispuesta a adoptar cualquier ideario que tenga por objeto la ridiculización y caricaturización del progre. Sus comentarios no se hacen esperar. ¿No te lo decía yo? ¡Eso es decir cuatro verdades bien dichas! ¡Es que estos progres no aprenden! ¡Por eso tienen tan poca vergüenza los niños de hoy, porque no dan clases de religión que es la base de la ética!
Y en esto digo yo, ¿Dónde está el fomento del espíritu crítico o el enseñar a dudar de todo lo que se aprende antes de memorizarlo como decía Ortega y Gasset? ¿El no dar por sentadas las verdades absolutas y definitivas? ¿Dónde está el enseñar a plantear y a resolver problemas? Parece que esas cosas no forman parte de los idearios que tanto gustan a los conservadores.
Lo que sucede con el ideario de Calatayud es que cuenta con un público muy receptivo, de ideología mayoritariamente conservadora, dispuesta a adoptar cualquier ideario que tenga por objeto la ridiculización y caricaturización del progre. Sus comentarios no se hacen esperar. ¿No te lo decía yo? ¡Eso es decir cuatro verdades bien dichas! ¡Es que estos progres no aprenden! ¡Por eso tienen tan poca vergüenza los niños de hoy, porque no dan clases de religión que es la base de la ética!
Y en esto digo yo, ¿Dónde está el fomento del espíritu crítico o el enseñar a dudar de todo lo que se aprende antes de memorizarlo como decía Ortega y Gasset? ¿El no dar por sentadas las verdades absolutas y definitivas? ¿Dónde está el enseñar a plantear y a resolver problemas? Parece que esas cosas no forman parte de los idearios que tanto gustan a los conservadores.
miércoles, 4 de marzo de 2015
ARTE, IDENTIDAD Y TRANSGRESIÓN
EL
ARMA DE DOBLE FILO
Se puede asegurar sin temor a equivocarse que el arte
impregna de identidad toda una sociedad, toda una época, que la época y la
sociedad no son comprensibles ni identificables sin el arte que producen.
También se puede asegurar sin caer en el error exactamente la tesis contraria,
que la producción artística y estética, como proyección social de lo
imaginario, se sitúa en el polo de la transgresión de lo real, en la inserción
de los deseos de una época más allá de sus límites espaciales y temporales. La
multifuncionalidad del fenómeno artístico hace que se pueda situar, por lo que
a sus elementos transgresores se refiere, unas veces en el terreno de las
transgresiones reguladas entendida
como mera evasión, otras, como punto de apertura de un nuevo género de
realidades que exceden del ámbito de lo perceptible. El arte es factor identitario
y transgresor a un mismo tiempo. Por tal motivo no es definible ni
identificable más que como un elemento indisociable de nuestra propia
existencia, unas veces identitaria y otras transgresora
IDENTIDAD,
TRANSGRESIÓN Y LITERATURA
La conciencia de las connotaciones represivas
características de todo proceso de identificación ha lanzado a la búsqueda de
la no-Identidad a toda una legión de filósofos y literatos. La reacción contra
los rígidos sistemas de identificación feudales y absolutistas impulsó a los
ideólogos de la Ilustración a emprender la búsqueda de una Identidad natural
opuesta a la Identidad artificial y ficticia imperante. El Emilio de Rousseau o el Buen
Salvaje de Voltaire son, más que seres sin Identidad, arquetipos, individuos dotados de
una Identidad distinta.
No deja de ser curioso que uno de los géneros literarios
de más éxito, la comedia, muchas de sus
tramas argumentales se basen en un juego con el principio de Identidad donde
interviene directamente su Transgresión o simplemente el equívoco como motivo
de hilaridad. La comedia de enredo es todo un juego de Transgresión de la
Identidad. Una duplicidad de individuos
hizo a Mark Twain componer su conocido cuento El Príncipe y el
Mendigo, donde ese juego con la Identidad le permitió sortear la más
drástica barrera social para un rol opuesto al que correspondería a su propia
Identidad traspasar a sus protagonistas. Óscar Wilde basó una de sus más
conocidas comedias, La importancia de llamarse Ernesto en el juego de la
Identidad nominal y la inidentidad real.
John Briggs y F. David Peat, reseñando a
Joseph W. Meeker indican, a propósito de la diferencia entre la comedia
y la tragedia en relación a la teoría del caos, que
La tragedia, donde el héroe
se enfrenta a los dioses y es destruido en el curso de ese enfrentamiento, se
valora sobre todo entre las culturas con orígenes greco-romanos. Sin embargo,
la mayor parte de las otras culturas valoran los mitos y las obras que se
centran en la comedia. Mientras que la tragedia tiene que ver con las luchas
por el poder, la comedia se centra en los transgresores, la ambigüedad y en la
confusión de los papeles. Mientras que la tragedia está abocada
indefectiblemente hacia la muerte, la comedia acaba en matrimonio, una
continuación de la sociedad y la fertilidad conseguida a través del engaño al
destino, la ambivalencia y la confusión de fronteras y límites.[1]
Pero también el drama ha sabido aprovecharse de la
Transgresión de la Identidad como hilo conductor de una historia Dumas, jugando
con Identidades gemelares compuso el folletín El Hombre de la Máscara de
Hierro, Todos hemos visto muchas
veces el folletín El Prisionero de Zenda o películas sobre presidentes
impostores utilizados temporalmente para salvar una crisis de gobierno:. Si
siguiéramos con obras cuya trama se desarrolla en torno a la Transgresión de la
Identidad como medio de superar las barreras físicas o sociales impuestas al
amor la lista sería interminable. Cyrano de Bergerac, el feo y narigudo
espadachín enamorado de Roxanne, avergonzado de su aspecto, oculta su Identidad
en el apuesto Christian para recitar los
versos que más tarde enamorarán a Roxanne. El género picaresco hispánico nos
retrata en El Lazarillo de Tormes el espíritu del hidalgo castellano que
quiere, a toda costa, salvar las apariencias de su mísera existencia.
Cervantes lleva a cabo un juego realmente magistral con el tema de la usurpación y el
intercambio de Identidades. Cuando Alonso Quijano el Bueno, tomando prestado el
modelo de las novelas de caballería de Amadís de Gaula, decide transformarse en
Don Quijote de la Mancha, transgrede su Identidad y a su vez la de su propio
mundo. Traslada la nueva Identidad a todo su medio. Una Identidad constituida
por su fiel escudero Sancho, por su mismo caballo famélico Rocinante, por la
campesina Aldonza a la que transforma en Dulcinea del Toboso.
Transgrede la Identidad de la misma ética de la época. Se sumerge en un mundo transfigurado de elevados ideales. Mientras Sancho se coloca en el polo de conexión con el mundo real, su Identidad permanece. A medida que se van sucediendo sus aventuras y desventuras don Quijote se desengaña, adquiere su anterior Identidad de Alonso Quijano a la par que Sancho se contagia de la secuela de Transgresión dejada por Don Quijote, produciéndose en su lecho de muerte una permutación de Identidades. Cervantes hace girar su planteamiento en torno a la relación locura/cordura, como una forma de entender el cruel choque que se produce entre el mundo ideal y el mundo real, visto este último como un sistema de Identidades rígidas, formalmente establecidas. La España del Siglo de Oro se percibe como un mundo de dobles Identidades, una exigencia mínima para sortear el sistema de represión moral, política y religiosa imperante.
Transgrede la Identidad de la misma ética de la época. Se sumerge en un mundo transfigurado de elevados ideales. Mientras Sancho se coloca en el polo de conexión con el mundo real, su Identidad permanece. A medida que se van sucediendo sus aventuras y desventuras don Quijote se desengaña, adquiere su anterior Identidad de Alonso Quijano a la par que Sancho se contagia de la secuela de Transgresión dejada por Don Quijote, produciéndose en su lecho de muerte una permutación de Identidades. Cervantes hace girar su planteamiento en torno a la relación locura/cordura, como una forma de entender el cruel choque que se produce entre el mundo ideal y el mundo real, visto este último como un sistema de Identidades rígidas, formalmente establecidas. La España del Siglo de Oro se percibe como un mundo de dobles Identidades, una exigencia mínima para sortear el sistema de represión moral, política y religiosa imperante.
Aspecto importante a tener en cuenta de toda ficción
literaria va a ser precisamente su
condición de relato no-real que abre las puertas a lo imaginario, a lo
deseado no realizado
CINEMATOGRAFÍA,
IDENTIDAD Y TRANSGRESIÓN
El mundo del cine se hace eco de las fronteras sociales
que la Identidad impone al amor en la película de Bernardo Bertolucci El
Último Tango en París, donde la fructífera relación amorosa surgida bajo el
anonimato de los protagonistas estalla en tragedia desde el mismo momento en el
que uno de ellos intenta mostrar al otro su verdadera Identidad. La impostura,
como primera fase del ciclo de seducción
que abre la trama de la historia cuyo nudo conflictivo gira en torno al
descubrimiento de la impostura y cuyo desenlace consiste en el restablecimiento
de una Identidad renovada ha servido de argumento a miles de películas y piezas
teatrales. La usurpación de Identidad para acceder a un determinado puesto
puede ser sexual, profesional o de clase social. O bien, Ciudadano Kane, de
Orson Wells, donde la clave de la historia radica en la Identidad impuesta al
magnate que, al final de su vida, advierte que todo ha sido una impostura a la
par que cita el nombre del trineo que lo ligaba a su infancia
ARTES
PLÁSTICAS Y TRANSGRESIÓN
Parece como si la historia de las artes plásticas
obedeciera a un proceso cíclico. Las fases simbólica, clásica y barroca que en
nuestra época se corresponderían con el arte medieval, renacentista y barroco
ya conocieron en Grecia el mismo ciclo con el periodo arcaico, clásico y
helenístico.
Pero, llegados a mediados del siglo XIX, se inicia todo
un periodo de transgresión de las formas artísticas convencionales y ya en
pleno siglo XX el arte se introduce en una espiral transgresora con tendencias
destructivas: el post-impresionismo, el surrealismo, el cubismo, el dadaísmo y
el arte abstracto. El desesperado intento de liberar al arte de todo tipo de cánones y formas estéticas
parece que no tiene límites. El arte ataca las estructuras de la percepción
sensible, su interpretación constituye todo un esfuerzo de identificación de lo
efectivamente plasmado, identificación, no obstante, que no siempre es posible
o permisible. El arte abstracto, por ejemplo, elimina por completo el referente
empírico, lo sustituye por la forma en sí, como creación propia de objetividad
que no tiene por qué encontrar su equivalente en la naturaleza. El arte se
despega por completo de las nociones correlativas a las
El arte viene a ser algo así como el alma de toda
sociedad. Expresa el estado de ánimo de cada época, la tranquilidad y la
armonía, pero también la desesperación, el espíritu de un mundo convulso y
trágico. El arte de cada época teje al mismo tiempo su identidad espiritual. El
inclasificable estilo de Goya plasma en el lienzo una España convulsa, trágica
y violenta. Sus claroscuros son un informe magistral de esa España negra.
La transgresión en el arte como destrucción del arte es
la misma historia del arte del siglo XX. Édouard Manet fue a la pintura lo que
Arnold Schoenberg a la música. Ambos introdujeron inicios de transgresión en
sus respectivos sistemas que llegaron a tener consecuencias inesperadas para la
evolución y desarrollo posterior de la pintura y la música. Los parámetros
comúnmente utilizados para medir el avance y desarrollo de la ciencia y
tecnología, donde un método revolucionario abre, en principio, posibilidades
ilimitadas de creación e invención no nos son de utilidad alguna si lo que
pretendemos es medir el desarrollo y evolución de las artes pictóricas y musicales.
La música clásica se ha extinguido hoy totalmente. Respecto de la pintura se podría asegurar lo
mismo
[1]John Briggs
y F. David Peat: Las siete leyes del caos.
Las ventajas de una vida caótica. Pág. 62 . Ed. Grijalbo, Barcelona, 1999
martes, 3 de marzo de 2015
LA TRANSGRESIÓN JUVENIL
No podemos pasar por alto
aquel conjunto de manifestaciones que desde ámbitos marginales hacen suya la
bandera de la Transgresión sistemática. No dejan de ser meros tópicos los que
se refieren a la Transgresión juvenil, la rebeldía de la juventud o el
conflicto generacional. No hay nada más fácil que ser transgresor en un
contexto donde no existe responsabilidad alguna y donde la única barrera es la
del arbitrio paterno. Se trata, lógicamente, de una Transgresión limitada,
forzada por la vitalidad juvenil, y limitada al ajuste hormonal dentro de sus
márgenes normales. La llamada rebelión contra el padre se presenta como una
Transgresión contra todo, contra instituciones y hábitos culturales.
Toda sociedad arbitra unos mecanismos y marcos de
desenvolvimiento de la energía e hiperactividad juvenil: campos de deportes o
campamentos de verano. Incluso los regímenes más totalitarios han sido
conscientes de la importancia de dar un cauce adecuado a la Transgresión
juvenil, abriendole las puertas al encuentro con la naturaleza como encuentro
con el mundo de los instintos y de las pulsiones reprimidas. Aquí en España nos
encontramos con la OJE sin ir más lejos. Sin embargo, este encuentro con la
naturaleza está, por esa misma razón, sujeto a un sistema fuertemente
identitario. El adoctrinamiento cuasi-militar de los campamentos juveniles tipo
Boy Scout se hace posible e incluso soportable dada su directa vinculación
con el medio natural, con el medio transgresor. En tal caso la transgresión se
situaría en un plano subalterno al sistema identitario.
La juventud es, a fin de cuentas, un sector bio-social
sujeto a los diversos procesos de identitarización (o, lo que es lo mismo, no
plenamente identitarizado). Pero muchas veces tales procesos no son todo lo
efectivos que debieran. La específica maleabilidad y ductilidad de este sector
bio-social lo hace, por una parte,
proclive a su sujeción a tales procesos. La juventud es susceptible de
ser maleada y adaptada a los sistemas de control y represión establecidos. Pero
dichos sistemas fallan desde el mismo momento en que no se encuentran en
condiciones de conducir o neutralizar la energía transgresora que desprende
esta capa social. Y es que las capas juveniles, en pleno proceso de
aculturación, son más proclives que ninguna otra a oír y responder a la
llamada de la Selva a la que hicimos referencia en el apartado anterior,
sus instintos naturales la inducen a reproducir la Transgresión como Regresión,
a unirse a manadas (pandillas, bandas, etc) de otros congéneres para aullar,
saltar, trepar y dar alaridos
(conciertos Pop y Rock, competiciones deportivas, etc) a escapar de recintos
cerrados, a buscar la calle nocturna con vistas a facilitar sus acciones
transgresoras La represión sin
paliativos produce amotinamientos y rebelión en las aulas y ya no solo de las
aulas sino de la totalidad del sistema, entendido como una prolongación de
estas, tal y como sucedió con los distintos sistemas contestatarios de los años
sesenta.
La moderna tecnología está sirviendo a los humanos,
paradójicamente, de guarida, de caverna en la que esporádicamente se puede dar
rienda suelta a sus instintos, a la llamada de la Selva. El adolescente
que se vale de una moto de trial para realizar las mas osadas acrobacias
(caballitos, derrapes, etc) con intención de impresionar a los restantes
miembros de su manada actúa como cualquier otro macho joven de cualquier otra
especie mamífera gregaria, que exhibe sus dotes con el fin de subir de rango en
su manada y de atraer la atención de las hembras. Los psicólogos han estudiado
el perfil del automovilista-tipo que, parapetado en su vehículo, descarga toda
la agresividad contenida: insulta a otros automovilistas y viandantes, toca el
claxon para ampliar su tono de voz, etc. El internauta adicto a los chats
entra como desconocido en un mundo de desconocidos, lo que le permite escribir
lo que quiera en esos indigeribles diálogos
sin reglas, sin inhibiciones ni represiones donde el anonimato (de forma
análoga a como juega en el Carnaval como ocultador de la identidad) le permite
transgredir formas y convenciones.
La transgresión juvenil acaba conquistando y
configurando, por así decirlo, una esfera o ámbito de identidad bajo las
actuales sociedades industriales, es decir, lo que podríamos llamar una
subcultura juvenil.
Las autoridades
saben muy bien que en el medio urbano es casi imposible controlar la ruta
del bacalao o la llamada movida juvenil de los fines de semana, con
todos los desboques transgresores que en sí lleva aparejada, desde la pulsión
del placer, de peligro e incluso de muerte. Saben que los antros ruidosos donde
se sirve alcohol y se puede danzar compulsivamente al son de una música
neurótica y de un sistema de iluminación agresiva (hablo de las discotecas)
deben estar en algún sitio. A fin de cuentas, la vida nocturna se manifiesta
como un cauce neurótico de búsqueda de la satisfacción de la pulsión sexual.
Una represión directa puede llevar consigo que la Transgresión de violencia
contenida degenere en gamberrismo.
Al fin y al cabo el Rock puede servir muy
bien de catalizador de tensiones violentas. Por tal razón se tiene mucho
cuidado a la hora de ubicar los recintos de expansión y Transgresión juvenil.
Las familias y las autoridades son conscientes de que el marco de la
Transgresión juvenil no está controlado en esta sociedad. El elemento
destructivo de la Transgresión se cierne, de uno u otro modo, amenazadoramente,
por distintas vías que conducen a la aniquilación física: estupefacientes,
alcoholismo, sectas, o comportamiento temerario en el tráfico. Aún así, en el
medio rural la Primera Transgresión, situada entre la infancia y la
adolescencia, ha revestido tradicionalmente unos grados de crueldad inauditos;
costumbres como las de apedrear gatos hasta la muerte o rociar perros con
gasolina cuando no se trataba de mofarse del tonto del pueblo han permanecido
intactas hasta nuestros días.
Fuera de este punto cabría destacar como en los años
sesenta, los instintos transgresores se apoderan de determinado sector del
medio juvenil: el movimiento hippie, la contra-cultura, la psicodelia, el arte
pop, el mayo del 68 francés, el culto al LSD, etc. Es una Transgresión bifronte, contra el Padre
y contra el Estado, se pone en tela de juicio todo el sistema económico e
institucional occidental y se busca, como sucede con todas las transgresiones,
un nuevo reacoplamiento con el mundo de los instintos y del placer. Lo curioso de este tipo de movimientos
transgresores estriba en cómo el llamado conflicto generacional o la rebeldía
juvenil que generalmente se desenvuelve dentro de unos límites transgresores
normales y socialmente regulados llegó, en un contexto determinado, a adquirir
los caracteres de un movimiento social e incluso político, tal y como sucedió
en la Francia de 1968.
El movimiento hippie resulta particularmente
interesante. Cierto sector de la juventud estudiantil urbana eligió sus propios
cauces de Transgresión fuera del marco social e institucional. La huida de la
ciudad y consecutiva retirada al campo, huida de la civilización y refugio en
el instinto, fue, a diferencia de lo que sucede con los campamentos juveniles
militarizados, desorganizada y anárquica. Su entrega al instinto natural fue
tal que se impuso el sexo libre, el culto al desnudo ... Rechazaron toda institución e imposición
social así como los modelos culturales vigentes. Sin embargo, necesitaron
nuevos referentes identitarios, pues la Transgresión pura y simple (la Transgresión
por la Transgresión) no puede sostenerse durante mucho tiempo (dicho en otras
palabras, se auto-sitúa en el límite del caos)
y los creyeron hallar en las producciones ideológicas propias de una
cultura radicalmente distinta a la de Occidente, a saber, la de Oriente. Se refugiaron en un orientalismo místico y a
su vez mítico y, al igual que los actuales musulmanes, peregrinaron en tropel a
la India a la búsqueda de esas esencias y verdades absolutas emanadas de esas
religiones esotéricas e introspectivas desconocidas hasta entonces por los
occidentales. Se olvidaban, claro está, que dichas religiones, más que
liberadoras, fueron el soporte de legitimación institucional clave de los más
rígidos sistemas de castas y, en última instancia, del despotismo gerencial
agrario asiático. Como ya ha sucedido en muchas ocasiones, la Transgresión, a
la búsqueda de una determinación positiva que le garantice una mínima
viabilidad, permanencia y persistencia, acaba topándose ante cierto género de
estructuras ideológicas identitarias, tanto o más represivas que aquellas de
las que en principio pretendió liberarse. Hoy día del movimiento hippie solo
quedan los restos: el sándalo, el xitar, el yoga, la meditación transcendental,
pequeñas comunas asentadas en el medio agrario de forma marginal y un puñado de
cincuentones nostálgicos.
En todo caso, la rebelión juvenil de los años sesenta,
tan idealizada en la actualidad, no dejó de ser más que un fenómeno social
bastante curioso e insólito. Insólito por cuanto que de lo que se trató fue de
una explosión de Transgresión desbordada, que escapó incluso a los mecanismos
de control de los instintos juveniles de las instancias institucionales
vigentes. No obstante, los principios transgresores y liberadores invocados
pronto se trocaron en su polo contrario. La mitificación del paradigma
religioso oriental convirtió a los jóvenes en presa fácil de las estructuras
sectarias más represivas y esclavizadoras imaginables: Hare Krisna, Moon,
o la que pudiera fundar cualquier otro gurú medio chiflado (o, más bien, bastante
espabilado) de los que pululan por el mundo. En cualquier caso toda secta de
las llamadas destructivas se presenta en principio como un elemento catalizador
de las ansias de rebelión y Transgresión juvenil, del rechazo a las estructuras
familiares, a las jerarquías sociales, al materialismo o al capitalismo,
presentando como alternativa un género de mística panenteísta oriental
identitaria y absorbente hasta el extremo de la intoxicación física y psíquica,
así como la correlativa anulación de la personalidad. Otra vertiente liberadora
que pronto mostró su verdadera faz esclavizadora y destructiva se produjo a
raíz del culto desbocado a los narcóticos que la rebelión juvenil introdujo
como medio de Transgresión.
El mayo del 68 francés solo pudo tener origen en el país
más politizado de Occidente. El movimiento transgresor juvenil, procedente de
capas intelectuales medias, revistió desde sus mismos comienzos un carácter
inequívocamente político y netamente urbano. Careció por completo de los tics
bobalicones o exhibicionistas y formalistas que caracterizaron al movimiento
hippie, más yanqui que europeo propiamente dicho y por tal razón menos político
y más campestre. El movimiento sesentayochista se definió netamente por su
inspiración marxista. Se pretendió edificar un marxismo transgresor, de corte
luxemburguista, trotskista o maoísta, alejado del marxismo burocrático
soviético y, por esa misma razón, de la cúpula del PCF. La Transgresión juvenil
pronto se adueñaría de las calles de París a golpe de barricada y cócteles
molotov. No contó con líderes netamente definidos, en todo caso con ideólogos
como Daniel Cohn-Bendit en París y Rudi Dutshke en Berlín. Su principal arma fue la ingenuidad infantil
y utópica, y el lema que resume dicho
movimiento, plasmado en una de las múltiples pintadas de las calles de París sed
realistas, pedid lo imposible, era netamente transgresor, puramente
anti-identitario, prácticamente inútil y volátil. El movimiento del 68 tuvo
consecuencias políticas directas en la situación francesa, modificó la
situación política, pero rápidamente se desvaneció... nada más finalizado el
curso académico.
Al hilo de lo dicho sobre la Transgresión juvenil y el
mayo del sesenta y ocho francés se puede sacar a colación un curioso fenómeno
también ligado a los instintos transgresores juveniles: El Romanticismo de la
Transgresión. En el caso de sistemas políticos fuertemente identitarios, hasta
extremos insoportables tal y como ocurrió con el régimen franquista, la
Transgresión a sus estrictas normas era algo que seducía por sí misma. Con
independencia del contexto de oposición
política al Régimen, múltiples posturas transgresoras nacidas en el seno del
movimiento estudiantil fueron el resultado de esa instintiva negación de lo
prohibido. Una fuerte barrera dividía el polo de la Identidad y el de la
Transgresión, situándose este último de forma clara y contundente en la
clandestinidad. Frente al chato identitarismo del Régimen, en cuya cúspide se
situaba un dictador cuya mediocridad solo era superada por su inhumanidad, frialdad y sadismo. Frente a ese sistema de
poder despótico y dogmático, rodeado de serviles ministros, de profesionales de
la adulación al Tirano, de pomposos militares y bendecido por curas y obispos,
se situaba, en el polo opuesto, el universo de la oposición que no era otro que
el de la Transgresión. Tal dualidad
poder/anti-poder era percibida por grandes sectores de la juventud como
una simple dicotomía Identidad absoluta/Transgresión absoluta.
Una vez sucumbido el Régimen, ya no cabría la menor duda;
las puertas estaban abiertas a la Revolución, al comunismo científico, al
comunismo libertario y a todo lo demás que se quisiese establecer. Ese
entusiasmo duró bastante poco. Lo suficiente como para comprobar cómo un nuevo
sistema identitario acababa imponiéndose. Lo que antes había estado totalmente
prohibido por su contenido subversivo ahora no solo era tolerado sino alentado
fervientemente desde las más variadas instancias institucionales: el Primero de
Mayo, el Aberri Eguna, la Diada, los homenajes a García Lorca ... La huelga,
antes un delito de sedición, era ahora un derecho que conforme a sus cauces legales podía
ejercerse libremente. La reunión, la asociación y la manifestación, considerados
hasta entonces graves delitos de conspiración y desórdenes públicos, se
elevaban a la categoría de derechos fundamentales amparados
constitucionalmente, los sindicatos y los partidos, hasta entonces
clandestinos, coparon su espacio social y se encaramaron a las estructuras del
poder político y económico convirtiéndose en perfectas estructuras de mediación
rígidamente centralizadas dominadas por profesionales de la política. La
Política se mutó en tecnocracia económico-administrativa, se suplieron los
contenidos ideológicos por sus respectivas clientelas... Lo que antes apareció
como un abismo hacia la Transgresión sin límites se trocó en una nueva
Identidad consolidada. Las identidades rígidas fueron sustituidas por
identidades flexibles
Desde ese momento la visión dual desaparece y se
difumina: ni el socialismo, ni el comunismo científico o libertario están a la
vuelta de la esquina, los partidos empiezan a convertirse en estructuras
burocráticas identitarias que funcionan como maquinarias electorales, los
sistemas de cretinización de masas, antes monopolizados por el Estado, se
delegan en el sector privado.
La antigua Transgresión, la misma que antes los hacía
ocultarse de la policía, que hacía de una pegada de carteles o de una tirada de
pasquines una aventura casi tan arriesgada como ocupar un fortín por un comando
de élite, se había convertido hoy en parte de la más rutinaria y aburrida
Identidad. Quienes antes vieron en los líderes más antiguos de la
clandestinidad auténticos ídolos dignos de veneración avalados, no solo por su
generosa entrega a elevados ideales sin buscar por ello compensación material
alguna, sino también por un currículum de muchos años de cárcel, torturas y
persecución policial, ahora verían en
los nuevos dirigentes de la democracia unos oportunistas de tomo y lomo,
trepadores y zancadilleros, ávidos de cargos en las Instituciones, charlatanes
de segunda fila más preocupados por su propia imagen y proyección pública que
por las ideas que hubieren de defender. Por otra parte su ideología no era otra
que la de su propia consolidación en el sistema
Hoy día podemos apreciar como muchos de los antiguos hippies y
sesentayochistas han vuelto al redil reconvertidos en prósperos yuppies que, en
firme acto de constricción por sus pasados pecados, abrazan el pensamiento único, el capitalismo
y su democracia como aquel paraíso terrenal que nunca debieron abandonar.
TRANSGRESIÓN Y DERECHO
El derecho es, por
excelencia, el reino de las Identidades sociales y políticas. Los sistemas normativos
regulan la constitución y el funcionamiento de las instituciones políticas,
administrativas y económicas. El reino del derecho es, a la vez, el reino de
las formas y estructuras organizadas, el rígido cascarón donde se introducen
los más variados contenidos sociales.
La Transgresión al
derecho reviste, en tanto que negación del derecho, sus propias consecuencias
represoras. El derecho está dotado de tal fuerza identitaria y de tal capacidad
de reconducir toda realidad hacia sí mismo que no solo está en condiciones de
determinar y definir formas y conductas positivas sino también sus propias
transgresiones, disponiendo el marco y los supuestos de sanción de estas previa
su oportuna identificación, a la que califica con su propia terminología ad
hoc, ya sea como ilegalidad, o ilicitud cuando se refiere a
casos particulares y arbitrariedad o injusticia cuando se hace
referencia a la total ausencia de una normativa jurídica reguladora de las
decisiones y comportamientos políticos. El derecho se determina tanto a sí
mismo como a su contrario, es un indicador tanto de sí como de su propia
contradicción.
Un marco tan
identificador como el jurídico no podía prescindir de la necesidad de
determinar positivamente sus propias transgresiones, de identificarlas como
tales. De hecho, la legislación penal y sancionadora es todo un catálogo de las
posibles transgresiones al derecho. El mismo principio de legalidad, nulla
pena sine lege, prescribe la obligación de identificar la Transgresión como
conditio sine qua nom del alcance de la norma penal. Ante pocas áreas tan intransigentes
con la Transgresión nos vamos a encontrar como ante ésta del derecho. La
persecución y represión de la Transgresión por el derecho es sistemática, dado
que su tendencia natural es su total erradicación.
No obstante, lo
cierto es que el derecho debe su existencia misma a la Transgresión. Sin
Transgresión no existirían la policía ni los tribunales. Ya se sabe, no hay
policía sin delincuentes, como tampoco habría insecticidas sin insectos. Los
primeros deben su existencia a los segundos. La práctica jurídica se reduce, en
esencia, a un continuo trabajo de identificación. Puede que a los juristas les
parezca un disparate, pero sostengo que la principal fuente del derecho es la
Transgresión, en la medida en que ese perpetuo esfuerzo de identificación
propio del mundo del derecho surge en su brutal contraste con la Transgresión.
El derecho se encarga de rodear el mundo, identificarlo y someterlo, de
clasificarlo y regularlo todo con arreglo a sus propios parámetros: lo legal,
lo ilegal y lo alegal. El mundo del derecho se puede ver como un sistema de
trasposición al mundo real de una constelación absorbente de prescripciones,
obligaciones y prohibiciones.
Nos encontramos
ante la paradoja de como el derecho puro emerge como un mundo perfecto en su
técnica y racionalidad, por un lado, y, por otro, de como dicha técnica y
racionalidad se ha ido configurando en el marco del conflicto, del contencioso
y del litigio. La jurisprudencia, una de
las fuentes del derecho enumeradas en el Código Civil, constituida por cientos
de miles de sentencias emanadas de los Tribunales de Justicia, es hija directa
del conflicto y de la Transgresión. A fin de cuentas, el identitarismo jurídico
se forja en la Transgresión social, su vitalidad formalista se realiza en el
amorfismo social real. La Identidad del imperio de la ley y el derecho se
consuma en aquellas zonas de Transgresión que se sitúan precisamente en sus
márgenes.
No hay nada que
más teman los juristas que las llamadas lagunas legales. El esfuerzo
interpretativo e identificador del mundo del derecho es tal que gran parte de
la actividad jurídica va encaminada a arbitrar las técnicas tendentes a detectar y cubrir por todos los medios
posibles las lagunas legales, ya sea
mediante la organización de un sistema jerárquico de fuentes del derecho de
carácter preclusivo, ya sea mediante el recurso a la interpretación analógica
con otras fuentes paralelas, etc.
El formalismo
jurídico es pariente cercano de la lógica formal. Toda sentencia encierra en sí
un silogismo, de la conducta tipificada a la conducta real. El infierno de los
juristas radica en la imposibilidad de adecuar con exactitud tales silogismos.
Muchos supuestos escapan a un encasillamiento jurídico. Por otro lado se
advierten matices que hacen que las piezas no encajen y ahí está el proceso y
el juicio contradictorio, el mecanismo del cual se vale el derecho para
establecer y aplicar sus normas y consecuencias identitarias. Abogados, por un
lado, fiscales, por otro, extraen de una misma norma enfoques opuestos y
antagónicos, aducen pruebas de valor previamente catalogado por el derecho y al
final se sujetan al veredicto del juez
Todo derecho
enumerado es una determinación positiva y negativa a un mismo tiempo. La
determinación de un derecho subjetivo o de una situación jurídica de poder es,
a un mismo tiempo, una exclusión de sus tentativas de Transgresión, su defensa
es también su lucha contra la Transgresión. El robo determina la propiedad del
mismo modo que lo pudieran hacer sus propios mecanismos identitarios, a saber,
la Notaría o el Registro de la Propiedad.
DELINCUENCIA Y TRANSGRESIÓN
Cuando leí por
primera vez la Política de Aristóteles hubo algo que me llamó la atención
sobremanera. En el capítulo dedicado a la economía y crematística, describía de
forma llana y sin prejuicios de ningún género, una enumeración de las distintas
actividades económicas humanas que no se procuran el sustento mediante el
cambio y el comercio. La relación empezaba con el pastoreo, para seguir con la
agricultura y para terminar con las distintas formas de depredación: la piratería, la pesca y la caza[1]. Lo más curioso es que incluía la piratería
entre las distintas formas de caza. En
cierto modo, Aristóteles no se equivocaba. En este mundo la calificación que se
de a las actividades humanas puede ser una cuestión de dimensión. Al pequeño
prestamista se le ha dado siempre un calificativo despectivo, el de usurero.
Sin embargo, al gran prestamista se le llama Banco u Entidad Financiera. Al
depredador de bienes ajenos a pequeña escala se le llama pirata. Al depredador
a gran escala se le denomina Imperio Colonial: España fue el Gran Pirata del
Continente Americano (la obsesión y fijación contínua de sus grandes
conquistadores, Pizarro, Cortés, Cabeza de Vaca, Lope de Aguirre, etc en la
búsqueda de oro, Eldorado, no los hizo muy distintos del Pirata Barbarroja),
Inglaterra fue el Gran Pirata de los cinco continentes: al Museo Británico muy
bien pudiera habérsele llamado Museo de la Piratería colonial. El caso de Francis Drake es bastante curioso. En una situación en la que los intereses de dos imperios coloniales, el inglés y el español, estaban enfrentados, su tratamiento varió de un país a otro. Para España, cuyos buques y navíos abordaba y saqueaba, fue el pirata Draque, mientras que para Inglaterra, beneficiaria de sus acciones, fue Sir Francis Drake, corsario, caballero y vicealmirante de la Marina Real Británica.
Francis Drake |
Sin duda todo es
objetable. La piratería es un comportamiento delictivo porque así lo reconocen
las disposiciones legales emanadas de los Estados, inclusive de aquellos que
han prosperado a lo largo de su historia a costa de practicar la piratería a
gran escala.
Por otra parte, la
llamada delincuencia abarca un campo tan amplio de acciones humanas que no cabe
encasillamiento. Toda la gama de actitudes transgresoras de la norma recogidas
en los códigos penales se compendian como conductas delictivas. En este sentido
la delincuencia como tal se nos presenta como un concepto jurídico cuyo común
denominador radica en la Transgresión de la norma sin más. Sin embargo, los
tipos delictivos que recogen los códigos penales aluden a conductas
transgresoras de la más variada índole: desde aquellas transgresiones
naturalistas cuya motivación última es la satisfacción del instinto, caso de
los distintos delitos sexuales así como todos los que implican imprudencia y temeridad,
hasta aquellas transgresiones de orden cultural en cuya base se encuentra la
defensa de las instituciones e Identidades culturales o económicas establecidas
cuya Transgresión se castiga: sedición, robo, malversación, cohecho,
falsificación, prevaricación, etc. La sociedad se defiende continuamente de los ataques más intolerables a su propia
Identidad. En este campo la Transgresión no tiene más antídoto que la
represión. No cabe integrarla ni regularla porque no existe marco social capaz
de absorberla. El margen de tolerancia de la estructura social, en el sentido
de tolerancia material, excluye de forma radical la Transgresión destructiva.
Ello no implica
que este género de Transgresión no pueda encadenarse a los sistemas de
Transgresión socialmente regulados multiplicando sus efectos. Al respecto,
indicar que un problema con el que se topa el Carnaval de Río es el fuerte
incremento del índice de criminalidad que se produce durante esas fechas, y es
que la negación de la Identidad se convierte en un terreno abonado para la
ocasión cara a la aparición de las transgresiones destructivas. De igual modo,
a la Transgresión juvenil, considerada un problema de primer orden dada la
precariedad de su sistema de regulación, surge con una fuerte tendencia a desbocarse,
a escapar de sus débiles marcos
reguladores debido a la atracción que producen sobre ella las distintas formas
de Transgresión destructiva, ligadas al tráfico y consumo de estupefacientes.
Droga sagrada. Peyote |
En toda
civilización, en toda formación social y cultural, se consumen sustancias
tóxicas. Empero, este consumo por lo general se produce de forma relativamente
regulada y controlada y en unos tiempos sistemática y rigurosamente
determinados. Los momentos del consumo y consecutiva relajación de los
mecanismos inhibitorios-represivo-culturales los marca un calendario
perfectamente estructurado que asigna el tiempo de la producción y el trabajo y
el tiempo del ocio y de la fiesta.
Droga sagrada. Vino |
No obstante, de esos rigurosos controles
carecen los grupos sociales aún no integrados en el mundo de la producción y el
trabajo: a saber, la adolescencia y la juventud, lo cual convierte a los
jóvenes en los seres más proclives al consumo
incontrolado de sustancias estupefacientes. Se puede decir que el
incremento desbordado e incontrolado del consumo de drogas como fenómeno
característico de las modernas sociedades capitalistas trae causa de un sistema
que en gran parte relega la cuestión del control y regulación del consumo de drogas
a los mecanismos-automatismos del mercado. El mercado de las formaciones
sociales capitalistas, que descansa sobre el principio de la maximización del
beneficio y la sobreproducción a gran escala, implica la incentivación del
consumo hasta su completo desboque. Las
instancias reguladoras tradicionales pasan a un segundo plano. Las capas
juveniles de la población, cuya pulsión por el placer les induce, en ausencia
de mecanismos reguladores, a llenar el
tiempo exclusivamente del mundo lúdico y del ocio, fácilmente tiende a la
relajación perpetua, al exceso del placer y, en ciertos casos, a su completa
liberación, vía consumo de drogas, de los mecanismos
represivos-inhibidores-culturales
Por mucho que se quiera, no es fácil vislumbrar una
nítida frontera entre el mercado (blanco) y el mercado negro, su necesario e
inevitable polo transgresor, y es que la economía de mercado, organizada sobre
la estructura de la mercancía, del cambio y del dinero, se constituye como una
de esas Identidades a las que voy a dar en llamar débiles, por cuanto
que la tendencia que engendra bajo su forma de capital es la del
enriquecimiento ilimitado. Difícil resulta identitarizar aquellas formas y
estructuras cuya lógica de funcionamiento y realización radica precisamente en su
no sujeción a límite de ningún tipo. Y es que el capitalismo instituye como
novedad el principio de la Identidad transgresora, un género de legalidad
particular que continua e inevitablemente se encadena a sus consecuencias
transgresoras. Los límites legales y éticos a este nuevo sistema económico poco
pueden hacer cuando la lógica del valor y de la ganancia pone en funcionamiento
gigantescas redes de prostitución, pornografía infantil, tráfico de drogas,
fuga de capitales o especulación del suelo o cuando las formas de control
político se muestran ineficaces a la hora de detener la corrupción
administrativa.
En realidad, ningún organismo viviente, y la sociedad es,
aparte las connotaciones organicistas, uno más de ellos, tolera los elementos
tóxicos, ya sean exógenos o endógenos.
Para eliminar y contrarrestar los efectos de los primeros dispone de un sistema
inmunológico, para neutralizar a los segundos se provee de un conjunto de redes
y mecanismos de evacuación. Las prisiones y las cárceles se pueden concebir
como depósitos de almacenaje y neutralización de los agentes
transgresores-destructores (patógenos) que produce la misma dinámica social.
El penalismo se topa ante un doble dilema, el castigo y
la prevención y, dentro del primero, ha de optar entre el castigo y la
reinserción (o reidentificación, ya que estamos hablando en estos términos) .
Sin duda, en este ámbito, la retórica dista años luz de la realidad. Las
modernas sociedades capitalistas acostumbran a convivir con un margen de
delincuencia siempre y cuando este se sitúe dentro de unos límites razonables,- del mismo modo que admiten incluso exigen una
tasa de desempleo tolerable. Los más cínicos economistas consideran que
cierto índice de desempleo es saludable para la economía, en la medida
que la disposición de una reserva de mano de obra permite que los engranajes
del sistema se lubriquen en el sentido de neutralizar el absentismo laboral y
permitir una mayor competencia en la oferta de mano de obra. En esta dirección
se alude a la existencia de una Tasa Natural de Desempleo[2].- Del mismo modo, cierto margen de
delincuencia, o de este género de Transgresión, justifica y legitima la
presencia, existencia e intervención de los mecanismos identitarios estatales.
Como habíamos advertido a propósito del Derecho, en el presente caso la
Identidad se crea y produce, o, lo que viene a ser lo mismo, le debe su misma
vida a su interacción con su polo antitético y transgresor. Sin delincuentes no
pueden existir los policías del mismo modo que sin caza no puede existir el
cazador. De este complejo circuito mutuamente recursivo nace el Estado como
tal. El Estado, para constituirse en garante de la paz social o de la identidad social ha de vivir,
sumergirse y realizarse en el conflicto social o, lo que viene a ser lo mismo,
en la transgresión social.
La dicotomía, ya clásica en ciencia política,
Estado/Sociedad Civil se puede contemplar, desde cierto punto de vista, como
una relación Identidad/Transgresión. El Estado, como estructura política
organizada, se superpone a una sociedad amorfa e inorgánica, compuesta por
millones de ciudadanos, productores y propietarios, habitantes permanentes y
transeúntes, familias, asociaciones, grupos, etc. pero el Estado no se limita a
superponerse y lo que busca en todo momento es sujetar a esa sociedad amorfa y
descompuesta a su propio metabolismo, imprimirle su impronta identitaria. El
Estado, desde cierto punto de vista, se produce y reproduce en la sociedad
civil y, en el fondo, esa imposibilidad absoluta de control sobre la sociedad
civil es lo que en realidad da vida al Estado, es lo que lo mantiene en
funcionamiento perpetuo.
[2]Un manual para estudiantes como la Economía de Paúl A.
Samuelson y William D. Nordhaus nos ilustra sobre la Curva de Phillips,
uno de esos diagramas de coordenadas
cartesianas ordenadores de ese tipo de relaciones inversamente
proporcionales que tanto gustan a los economistas y que nos obligan a elegir
entre una cosa y otra. En esta ocasión no se trata de elegir entre los cañones o la mantequilla sino entre la tasa
de inflación y la tasa de desempleo. A más desempleo, menos inflación, a menos
desempleo más inflación. Así que la tasa natural de desempleo (¡cómo se
nota que el que ha escrito ese libro no es un desempleado!) es aquella en
que la presión al alza sobre los salarios generada por los puestos vacantes es
exactamente igual a la baja sobre los salarios generada por el desempleo
(Paúl A. Samuelson y William D. Nordhaus: Economía..Pág. 384 Mac Graw Hill 1990, Madrid)
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