Solemos partir de una noción matriz
cuando nos referimos al colonialismo, identificado mecánicamente con el
imperialismo, como la subordinación política, económica y tributaria de
distintas provincias y territorios a un mismo centro colonial. Una misma palabra
cuando se utiliza para identificar fenómenos distintos tiene la virtud de
confundirnos. O bien cuando se conceptúa bajo una misma denominación hechos e
instituciones distintos en base a que comparten una serie de rasgos y
características formales comunes se corre el riesgo de englobar cosas distintas
bajo una única denominación. La Historia nos presenta el caso de un tipo de
colonialismo muy extendido en el mundo antiguo. En concreto, el de griegos y
fenicios. Jamás ha existido un imperio griego salvo el Imperio Macedonio de
Alejandro Magno ya entrada la época helenística. Los colonizadores griegos a
los que me refiero fueron quienes desde el siglo VIII al V a.c. se asentaron a
lo largo y ancho del Mediterráneo, incluido el Mar Negro. Fundaron Polis hologramáticamente
calcadas de la Polis original sin que los ligara a la ciudad madre de la que
partió la expedición vínculos políticos de ningún tipo. El modelo se pudiera
parecer muy bien al de cualquier ser vivo que esparce su especie diseminando
huevos y semillas cuyas crías crecen y se desarrollan sin relación alguna con
la madre que las hizo nacer. Los griegos y fenicios sembraron sus semillas por
todo el Mediterráneo, clonaban su cultura y estructura política
La colonización griega nada tiene que
ver con el actual sentido que se le da a la palabra. No se trataba de
incorporar territorios conquistados en beneficio de una metrópolis, es decir,
en nada se asemejaba al imperialismo ni al colonialismo. En las nuevas ciudades
fundadas reproducían, obviamente, sus mismos esquemas culturales y la Identidad
griega se mantuvo hasta el final, desde la estructura política hasta la
organización de la actividad económica. Para la elección de los nuevos
asentamientos donde habían de fundar las nuevas Polis preferentemente fueron
enclaves del litoral mediterráneo. En el origen de los movimientos
colonizadores hemos de buscar los movimientos migratorios provocados por la
escasez de recursos y el incremento de la población. Los fundadores de colonias
generalmente eran agricultores desposeídos o stenochoria que se embarcaban en
expediciones organizadas por la ciudad. Al mando de dichas expediciones se
situaba un jefe (oikistés) que, tras consultar
el oráculo de Delfos sobre el lugar más
idóneo donde instalarse, fundaba una nueva polis independiente por
completo de la ciudad madre a la que no estaban unidos por vínculos políticos
sino meramente afectivos. El mayor número de fundaciones se produjo entre los
años 750 y 675 a.c. y afectaron sobre todo a Sicilia y al sur de Italia. El
segundo periodo ocupa aproximadamente desde el 675 hasta el 550 a.c. teniendo
lugar su expansión a lo largo de toda la costa mediterránea.
Ejemplos de Colonias griegas: Naucratis
(Egipto), Siracusa, Catane, Himera y Gela (Sicilia), Taras, Síbaris, Región,
Neápolis y Cumas (Sur de Italia) Ampurias, Hemeroskopion y Mainake (España),
Cirene (Libia), Massalia (Francia) y Alalia (Córcega).
El imperialismo y colonialismo europeo
que se extiende a partir del siglo XV se nos presenta, al mismo tiempo, un
concepto confuso y ambiguo. Tomemos dos modelos continentales objeto de
colonización: América y África.
AMÉRICA: Veremos como Europa se proyectó
en América como un holograma. Transmitió su estructura social, política,
religiosa y hasta su idioma a lo largo y ancho del continente, A partir del
siglo XVIII las nuevas colonias, en su lucha por la independencia, construirán
Estados análogos a los europeos. De resultas del proceso nos encontramos ante
una América inglesa e irlandesa, una América francófona, una América holandesa,
una América española y una América portuguesa. Más tarde veríamos cómo un norte
industrial, anglófono y protestante, implantaría su hegemonía sobre un sur
agrícola, hispánico y católico, El nuevo continente ale invadido, asimilado,
colonizado y posteriormente independizado. Articulé su estructura política y
cultural sobre los elementos aportados por las metrópolis matrices reduciendo a
la marginalidad las estructuras políticas y culturales indígenas. América creó
Estados sin Historia o con una Historia importada de Europa. América no conoció
la cultura greco-latina ni el feudalismo ni el Renacimiento. América no importó
reyes porque su lucha por la independencia se desenvolvió contra los monarcas
europeos. Sin embargo, la América del Norte hizo suyos los principios de la
Revolución Industrial, implantó sus propios principios del liberalismo y se
benefició sobremanera de las oleadas de migraciones procedentes de la vieja
Europa. El proceso de capitalización americano no conoció la lucha de clases al
modo europeo. La acumulación primitiva se llevó a cabo mediante la importación
de mano de obra esclava procedente en su mayor parte del Golfo de Guinea. En
cierto modo, la colonización africana se puso al servicio de la colonización
americana: Bartolomé de las Casas, Motolinía y demás defensores de los derechos
de los indígenas americanos no mostraron los mismos escrúpulos para con los indígenas
africanos.
América del Norte implantó su nuevo
orden económico con una mínima resistencia social, la propia de indígenas
nómadas paleolíticos, llamados hoy amerindios. Ocupó y desalojó inmensos
territorios vírgenes, construyendo el sistema su propio campesinado, un
campesinado que desconoció por completo los vínculos económicos de tipo feudal
y vasallático y que desde el primer momento empezó a producir para el mercado.
Al mismo tiempo cruzó el territorio de Este a Oeste con sus grandes medios de comunicación,
el ferrocarril y el telégrafo. Se fundaron las primeras ciudades-capital (en el
sentido de centros de acumulación económica y de dirección
político-administrativa)
América desechó los idearios
revolucionarios europeos decimonónicos, rechazó el socialismo y creó su propio
sistema político al más puro estilo capitalista, donde la carrera política
estaba concebida como una prolongación de la carrera económica, donde los
partidos, más que como estructuras de mediación política e ideológica con la ciudadanía
al modo europeo, intervenían como maquinarias electorales.
La América Central y del Sur
construyeron también su propia Historia. Los conquistadores españoles hubieron
de diezmar dos grandes imperios agrícolas, el azteca y el inca. Sobre sus cenizas
establecieron su propia estructura política
ÁFRICA: Decididamente, Europa no se ha
reproducido en África al modo americano, australiano o neozelandés. África no
construyó, ni de lejos, estados similares a los americanos. Diversos factores
son los que convergen en el origen y configuración de esta diversidad colonial,
que van desde el factor bioclimático, al socio-estructural. Desde cierta
perspectiva podría decirse que África llegó demasiado tarde a la colonización y
demasiado pronto a la descolonización. Pero es ese un juicio un tanto
apresurado y una apreciación un tanto ficticia. Nos habíamos olvidado de que
Europa tiene un Norte geográfico, económico y político y un Sur geográfico,
económico y político (que actualmente se ha ampliado hacia el Este), que con
América sucede un tanto de lo mismo y que, a un nivel mundial global, África se
sitúa al Sur de todo, hasta de la misma supervivencia. El capitalismo no crea
hologramas estructurales. Favorece, no obstante, la mundialización a través de
los grandes medios de comunicación de masas, aunque no una capitalización
simultánea en todos los rincones del planeta. Las grandes áreas de desarrollo y
acumulación crean al mismo tiempo grandes zonas de dependencia. El capitalismo
ha invertido la lógica de los antiguos mitos del Edén, de Síbaris o de Jauja en
el sentido de que riqueza natural no implica necesariamente riqueza económica.
Gran Bretaña es un país extremadamente pobre en recursos propios. Brasil y
Nigeria, por su parte, son países muy ricos en recursos naturales. Sin embargo,
los índices económicos de uno y otros países nos muestran precisamente todo lo
contrario.
África, salvo el África del Sur, nunca
fue colonizada. Fue, sin embargo, ocupada, repartida y administrada. Los
nativos, salvo exiguas minorías, no asistieron a ningún proceso de aculturación
(salvo el fenómeno de colonización cultural que se produjo por la vía de las
misiones). Tampoco se crearon asentamientos económicos sino plantaciones y
explotaciones en las que fue empleada abundantemente la mano de obra autóctona.
Los indígenas no fueron apartados del proceso general de colonización ni
recluidos en reservas salvo la excepción de África del Sur. La riqueza
invertida y producida no repercutía en la colonia sino en la metrópolis. A las
colonias regresaban los beneficios imprescindibles para el mantenimiento de la
administración colonial y la financiación de una más que barata mano de obra
aborigen. Mientras tanto, las estructuras tribales permanecieron prácticamente
intactas en lo político. En el plano económico la población, salvo escasos
núcleos, abandonaba la economía nómada, horticultora o cazadora-recolectora
para incorporarse paulatinamente al nuevo sistema como mano de obra asalariada.
El sistema colonial, sin embargo, aún respetando los diversos regímenes de
agregación política autóctona, entró en el juego de la distribución de poderes
y privilegios a distintos clanes tribales y étnicos en detrimento de otros.
Ello trajo consigo el que dichas comunidades nunca desarrollaran procesos de integración
y agregación política más allá de los meramente tribales. Bajo el sistema
colonial dichas escisiones fueron acentuándose y agravándose con una dureza
inusitada .
La descolonización africana ha llegado a
crear auténticos monstruos. Caníbales como Idi Amín Dadá, el Emperador Bokassa, Mobutu, Siad Barre o Teodoro
Obiang que, apoyados por mercenarios occidentales, han ocupado los palacios
presidenciales y han empleado toda su energía, su única formación recibida de
los ocupantes, la militar, para aniquilar drásticamente a sus adversarios
tribales, aunque esta vez, ni con lanzas ni con flechas ni hachas, sino con
armas automáticas, introduciendo sus cuerpos en las despensas y cámaras
frigoríficas de palacio. Por puro convencionalismo más que por otra cosa
solemos llamar Estados a entidades como Zaire, Angola, Namibia, Burundi, Togo,
Burkina Fasso, Chad, Sudán, Sierra Leona, Senegal, Somalia, etc. cuando en
realidad no son tales. Son meras demarcaciones territoriales trazadas con
escuadra y con compás a las que se les ha puesto un nombre para distinguirlas
de las demás. Los pigmeos ¡Kung no tienen patria, solo reconocen territorios de
caza, lo mismo se puede decir de los nómadas Masai que, como tales nómadas que
son, no reconocen Estados, ni fronteras ni asentamientos fijos de ningún tipo,
son apátridas por antonomasia. La descolonización africana, más que a la
liberación de los pueblos, a lo que ha contribuido ha sido a la gestación de
formas tanto más opresoras y esclavizadoras que aquellas a las que expulsó, a
la ampliación de estructuras tribales incapaces de establecer nexos orgánicos
ni de ningún otro tipo con las restantes.
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