La religión tiene
su propia palabra para designar la transgresión, y esta es la transcendencia,
posibilidad de huir y escapar del mundo, del cuerpo y de la carne, capacidad de
experimentar vivencias ultra-terrenales, de liberar el alma del cuerpo,
esa caja que la limita y le impide contemplar un mundo más sublime y elevado,
anejo a la divinidad.
Por otro lado, la
religión institucional, como constelación de fuerzas esencialmente
identitarias, como polo de tensión social, individual y sexual, se ha convertido
en un activo generador de las más variopintas tendencias transgresoras. La
indisolubilidad del matrimonio ha encontrado su Transgresión en el adulterio y
el amancebamiento. El celibato, como abstinencia sexual forzosa de los
ministros de la iglesia, ha sido un punto de conflicto personal y religioso
sobre cuya Transgresión ha girado gran parte de la temática de la novela
española del siglo XIX (La Regenta, ).
A niveles extra o
inter-religiosos la religión o las instituciones eclesiales determinan un grado
de transgresión de sí mismas pecado, blasfemia, sacrilegio y anti-clericalismo
El pecado: La
ideología religiosa católica señala las fuentes de Transgresión como enemigos
del hombre: el mundo, el demonio y la carne. De uno u otro modo, la enumeración
hecha de las fuentes del pecado nos hace pensar que la gran Transgresión a
someter a control por el sistema religioso no es otro que el instinto y la
pulsión del placer. Tentación, demonio o carne son las distintas formas de
designar al instinto que de forma continua aflora a la superficie, a la ardua
batalla sostenida para sujetarlo bien mediante su negación directa por la vía
de los mecanismos de control represivo que pueden ser físicos (ablación de
genitales, flagelación, tormento ...) o mediante sistemas de sustitución y
sublimación (éxtasis). La fusión con lo
trascendente se lleva a cabo mediante la construcción de una meta o
supra-Identidad.
La blasfemia y el sacrilegio: La religión se comporta como activo generador de transgresiones
antirreligiosas. Bajo un medio clericalizado es corriente y usual la
reproducción de sus correlativas transgresiones, la irreligiosidad y la
irreverencia, la injuria a sus mitos, a sus dogmas, a sus ritos, la profanación
de sus centros y lugares sagrados.. toda iconología trae consigo su propia
iconoclastia. Los transgresores anti-todo, el lumpem, los marginados, iniciaron
la quema de Iglesias y conventos bajo la Segunda República. Más tarde, en plena
Guerra Civil, los milicianos anarquistas saquearían templos, incendiarían
estatuas y retablos, perseguirían religiosos. La estampa recuerda las guerras
religiosas medievales, la de una irreligiosidad sospechosamente religiosa[2].
Dialéctica Ortodoxia-Herejía y paradigmas del pensamiento teológico del
siglo XV al siglo XVIII. El
pensamiento laico forjado en los siglos XVIII, XIX y XX conocieron su versión
teológica en los siglos anteriores. A partir del siglo XV las instituciones
religiosas tradicionales conocen el inicio de las mayores sacudidas de su
historia. En el contexto de esa convulsión contra-reformista tienen lugar las
mayores represiones religiosas.
A) El marranismo. En
la Península Ibérica el Tribunal de la Inquisición fuerza la conversión forzosa
de las comunidades judías hasta su expulsión forzosa en 1492. De esta tesitura
nacería el marranismo, la herejía marrana. Las comunidades marranas se
situarían de ahora en adelante en un espacio conflictivo. Su bautizo forzoso,
su conversión en nuevos cristianos las obligaría a la observancia formal de los
preceptos religiosos católicos permaneciendo interiormente la fe en la ley
mosaica heredada de sus antepasados. El punto de intersección de dos ortodoxias
conflictivas en el que se situarían las comunidades marranas a partir del siglo
XV pudo ser un caldo de cultivo crucial para la configuración de gran parte de
los elementos que conforma el pensamiento moderno: el criticismo, el
escepticismo y el nihilismo. Desde el judaísmo serían criticadas las
supersticiones católicas, pero, a su vez, ese nuevo judaísmo clandestino, sin
libros y sin rabinos, desconectado de las comunidades judías ortodoxas, también
se iría desvirtuando y devaluando como tal. Había nacido una herejía judía de
grandes repercusiones en el occidente. los marranos, excluídos de la comunidad
judía e integrados a la fuerza en la comunidad cristiana desplegarían su
influencia sobre esta última. El siglo XVII y XVIII conocería a dos grandes
profetas del mesianismo marrano. Sabbatai Cevi y Jacob Frank. Este último
desarrolló una paradójica transfiguración del mesianismo apocalíptico judío en
anarquismo. El camino elegido fue la glorificación de Esaú lo que conduciría a cierto género de anarquía
poli-transgresora que afectaría a todos los cimientos del orden político y religioso
establecido. Scholem nos viene a decir en relación a la herejía frankista que
Esaú representa lo no teológico, lo elemental
y lo terrenal que, a diferencia de las solemnes palabras referidas a lo
espiritual en todas las religiones, no ha sido degradado y profanado por la
mentira y la traición. En esas palabras podrían encontrarse los más diferentes
motivos que, al unirse, crean la fuerza de la explosión.[3]
B) Los grandes dilemas del mundo cristiano. Antes de que la política y la filosofía
pudieran despegar del omnipotente referente religioso, antes de que en el siglo
XVIII hiciese descollar al laicismo como una fuerza crítica autónoma, el mundo
cristiano cubría por completo la cuestión del poder. Todas las luchas y
combates referidos al poder habían de estar cubiertos de ese manto religioso.
Incluso ese mundo en crisis abierto a partir del año 1.000 de nuestra era se
presenta como un mundo desgarrado internamente por las herejías. La herejía es
la forma genuina de manifestación de la transgresión en un mundo determinado
por la omnipotencia y omnipresencia religiosa. El conjunto de tensiones
acumuladas en las luchas intestinas contra el poder y el privilegio, el
conflicto de intereses irreconciliables en pugna culmina en la herejía. Los
intereses opuestos exigen obviamente contar con los cauces que le permitieran
manifestarse y exteriorizarse adecuadamente afectando de lleno al conjunto de nociones que se articulan en
torno al sistema teológico.
Antes de que el laicismo emprendiera la construcción filosófica y política de los sistemas de relaciones existentes entre el hombre y la naturaleza o entre el individuo y la sociedad, la teología ya había elaborado rigurosos sistemas de inserción del hombre en el mundo, de sus posibilidades y capacidades de intervención sobre las leyes de la naturaleza y de la historia, sobre su aptitud para modificar el rumbo de los acontecimientos. La teología, con su propio lenguaje, había establecido las categorías del azar y de la necesidad, de la voluntad humana, del valor de las acciones y del rumbo de la historia. En ese contexto crítico de disyuntivas-límite se forja el pensamiento y las reflexiones de Pascal, cuya ortodoxia católica no lo puso nunca a salvo de la fuerza de la duda, manteniendo una tensión intensa entre lo evidente por la fe y lo sujeto a crítica, entre la certidumbre y el escepticismo, entre la razón y la creencia en una lucha insoluble e irreconciliable. De Pascal se dice que anticipa el pensamiento moderno y contemporáneo.
Antes de que el laicismo emprendiera la construcción filosófica y política de los sistemas de relaciones existentes entre el hombre y la naturaleza o entre el individuo y la sociedad, la teología ya había elaborado rigurosos sistemas de inserción del hombre en el mundo, de sus posibilidades y capacidades de intervención sobre las leyes de la naturaleza y de la historia, sobre su aptitud para modificar el rumbo de los acontecimientos. La teología, con su propio lenguaje, había establecido las categorías del azar y de la necesidad, de la voluntad humana, del valor de las acciones y del rumbo de la historia. En ese contexto crítico de disyuntivas-límite se forja el pensamiento y las reflexiones de Pascal, cuya ortodoxia católica no lo puso nunca a salvo de la fuerza de la duda, manteniendo una tensión intensa entre lo evidente por la fe y lo sujeto a crítica, entre la certidumbre y el escepticismo, entre la razón y la creencia en una lucha insoluble e irreconciliable. De Pascal se dice que anticipa el pensamiento moderno y contemporáneo.
Los paradigmas
teológicos/escatológicos que enfrentan las instituciones eclesiásticas con las
herejías surgidas de la crisis de los siglos XV a XVIII anticipan, en cierto
modo, los grandes paradigmas políticos del siglo XIX y siglo XX. La herejía
marrana, por su parte, contribuyó sobremanera a poner los pies sobre la tierra
de las inquietudes espirituales de este grupo de desclasados, hijos de la
represión inquisitorial.
Afirman algunos
que el monoteísmo es la antesala del ateísmo. El Deus sive Natura de
Spinoza podría ser paradigmático al respecto. La negación de dios está a un
paso de su afirmación absoluta. El criptoateísmo spinozista
La impronta
religiosa judeocristiana y judeo-marrana dejó su herencia al pensamiento laico
decimonónico. El movimiento obrero recogió la antorcha de los movimientos
milenaristas que se van sucediendo a partir del año mil, de las revoluciones
campesinas de los cátaros, anabaptistas, dolcianistas, de Thomas Muntzer, de
Joaquín de Fiore, de Fra Dolcino. Los primeros utópicos trasladarán el paraíso
celestial a la Tierra: Moro, Campanella, Owen, Fourier, etc,
[1]Norman Cohn: El Cosmos, el Caos y el Mundo Venidero:
Editorial Crítica. 1995, Barcelona.
[2]El cristianismo se ha ocupado de edificar el mito (y el
tópico) de las persecuciones religiosas infligidas contra la fe a manos de los
paganos romanos (Nerón, Diocleciano, etc) y de la moderna irreligiosidad laica
(Revolución Francesa, Revolución Mexicana, Revolución Rusa, Revolución
Española, etc). No obstante, en la misma historia del cristianismo había que
constatar que las mayores persecuciones y masacres de cristianos a lo largo de
la historia se han producido a manos de ... los mismos cristianos. Se ha dicho
que el hombre es el peor lobo para el hombre (Hobbes) también para el
cristiano, el cristiano es el peor enemigo del cristiano. No hay mas que echar
una ojeada por la historia para hacer cómputo de las masacres de herejes a
manos del papado, de cristianos papistas a manos de cristianos heréticos: la
Guerra de los Cien Años, la conquista y posterior asolamiento de
Constantinopla, el saco de Roma, la lucha contra los cátaros o albigenses, .
[3]G. Scholem: Las metamorfosis del mesianismo herético de
los sabbatianos en nihilismo religioso durante el siglo XVIII. Del libro
Herejías y sociedades en la Europa preindustrial, siglos XI-XVIII. Compilado
por Jacques Le Goff. Pág. 298. Ed. Siglo XXI Madrid, 1987
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