A lo largo
del siglo XX aparecieron unas corrientes de pensamiento bastante influyentes a
la par que muy seductoras en tanto que respondían a una necesidad interna de
buscar explicación y solución a todo. Más que como marcos de estudio y
análisis, se constituyeron como marcos de interpretación. Lo más curioso de
todo es que enlazaban asombrosamente con la lógica del pensamiento primitivo en
su afán interpretador de los fenómenos. Del mismo modo que los augures romanos
adivinaban el porvenir leyendo en las entrañas de las aves, los modernos
seguidores (y en gran parte, vulgarizadores) de las metodologías
psicoanalíticas y estructuralistas se adentran (desentrañan, el verbo no ha
sido elegido al azar precisamente) en el complejo mundo de las sociedades
primitivas o de la psique humana, al modo cabalista, para descifrar sus más
profundos misterios.
Pareciera como
si tuvieran a mano un diccionario interpretativo de los símbolos y los signos.
Relacionaron mecánicamente los sistemas de representaciones, los mitos
primitivos y los sueños obteniendo respuestas asombrosas. Concibieron el mundo
fenoménico como estructura superficial de una estructura profunda e
imperceptible que les daba su auténtico significado y a la que obedecían en
todo momento. En todo este sistema hay algo de religión mistérica, de visión
oculta de los fundamentos últimos de las cosas que solo está autorizado a los
iniciados, que está vedado a los profanos, a quienes carecen del método que los
doctos dominan.
Sigmund
Freud y Ferdinand de Saussure fueron precursores de este
tipo de metodologías (psicoanalíticas
y estructuralistas, respectivamente, complementados por las hazañas de sus
respectivos acólitos. Muchas veces la auténtica naturaleza de un sistema
precursor se desvirtúa por acción de los continuadores sobre todo cuando
“descubren” en este método una validez universal y lo “aplican” (ahí está el
error) a todo y a todos.
Cuando un método tiende a explicarlo
todo con respuestas a todo y soluciones a todo hay algo que nos induce a
sospechar. Ninguna ciencia lo explica todo y, si así lo hiciese, ya nos haría
dudar de sus conclusiones, si es que se les puede llamar conclusiones.
Es lo que pasa con el psicoanálisis,
que en su estructura se asemeja mucho a las mitologías que dan cuenta de la
razón del origen de todo, de la luz y de la oscuridad, de la vida y de la
muerte, etc, etc, sin dejar el mínimo resquicio a la duda o a la divergencia de
opiniones. Al psicoanálisis lo podemos considerar como un dogma, una mitología
circular que se retroalimenta de sí mismo y no del mundo exterior para dar
cuenta de unas conclusiones que ya estaban incluidas en las premisas del
psicoanalista.
Este método juega con categorías que
se encuentran fuera del ámbito de la investigación científica y cuya existencia
es indemostrable, como el Yo, el Ello y el Superyo, reduce cualquier sueño, por
inocente que sea, a conceptos sexuales y si no aparecen, se encuentran
recurriendo a la fácil instancia de la represión del instinto.
El método psicoanalítico viene a ser
algo así como el lecho de Procusto, el posadero mitológico que obligaba a los
huéspedes a acostarse en su cama de hierro: si no cabían les cortaba las
piernas y si sobraba, los estiraba hasta que llegara a su medida.
Ha establecido una serie de estándares explicativos de todos los dramas psíquicos que aquejan a la mente humana, da exactamente igual el origen de los mismos. Todos los humanos sin distinción padecen el mismo trauma, la misma tentación edípica de tener acceso carnal a la madre y de matar al padre. El psicoanalista ya tiene preparadas las respuestas, lo único que le falta es encajarla una a una a cada pregunta y cuando algo falla, no son sus conclusiones sino la capacidad del paciente de sacar a flote esos instintos reprimidos en el subconsciente.
No existe gran diferencia entre el
método psicoanalítico de interpretación de los sueños y las lecturas dadas a
estos por los augures y adivinadores del futuro. La clave mitológica es
prácticamente la misma. Freud estableció unos patrones generales de la represión
sexual humana plenamente indemostrables que parecen haber sido heredados
genéticamente por cada uno de los indivíduos de nuestra especie,
No se conoce ningún caso de paciente
que haya sido curado con la terapia psicoanalítica independientemente que haya
servido como placebo, como distintas supercherías tales como las medicinas
naturistas, las flores de Bach, las homeopatías y las velitas a la Virgen, pero
esos datos no dan cuenta de su solvencia científica
El
estructuralismo, por su parte, surgió como una corriente de interpretación de la lengua y, lo cierto, es que el lenguaje
es una estructura y un sistema de doble articulación de palabras y símbolos.
Pero, sacado de sus casillas, en
concreto por antropólogos como Claude Levi-Strauss, acaba desvirtuándose al
hacerlo incidir sobre objetos con los que no tiene porqué tener operatividad
metodológica (como las estructuras del parentesco). , pero también quiso penetrar en otros
ámbitos, basar la validez universal de su método para “descifrar”, y en este
punto tomaron el relevo sus seguidores que, en más de una ocasión, han llegado
a consecuencias más que grotescas. La obra Psicoanálisis de los Cuentos de
Hadas de Bruno Bettelheim tiene ciertos pasajes
pintorescos, como este referido al cuento de la Cenicienta:
En la ceremonia de la zapatilla, que representa el compromiso de Cenicienta y el príncipe, este último elige a la muchacha porque simboliza la mujer no castrada que le libera de su propia angustia respecto a la castración que, de otro modo, hubiera sido un obstáculo para la relación conyugal feliz. A su vez, Cenicienta le corresponde porque el príncipe ha sabido apreciar su aspecto sexual “sucio”; ha aceptado cariñosamente su vagina, bajo la forma de una zapatilla, y aprueba el deseo que tiene la muchacha de poseer un pene, hecho simbolizado por el diminuto pie en la zapatilla-vagina. Esta es la razón por la que el príncipe entrega la zapatilla a Cenicienta y por la que ella desliza su pie en el interior [1]
Obsérvese
cuantas veces utiliza las palabras “simbolizar” o “representar”. El intérprete
del cuento pareciera que está descifrando un criptograma, un orden de
acontecimientos que permanece oculto a los profanos y que solo el arma del
psicoanálisis puede desvelar y sacar a la luz.
No es muy distinto el modo con el
que proceden los estructuralistas de la escuela de Levi-Strauss para descifrar los
cuentos populares. Este antropólogo observa que
Siendo modos del lenguaje, los mitos y los cuentos lo utilizan “hiper-estructuralmente”: forman, por así decirlo, un “meta-lenguaje” en el que la estructura es operante a todos los niveles . Por otra parte, es gracias a esta propiedad por lo que son percibidos inmediatamente como cuentos o mitos y no como narraciones históricas o novelescas. Indudablemente, también ellos, en cuanto discurso, emplean reglas gramaticales y palabras. Pero a su dimensión habitual se añade otra, ya que reglas y palabras sirven aquí para construir imágenes y acciones que representan, al mismo tiempo, significantes “normales”, en relación a los significados del discurso, y elementos de significación, en relación a un sistema significativo suplementario, que se sitúa en otro plano: Diremos, para aclarar esta tesis, que en un cuento un “rey” no es solo rey, y una “pastora” pastora, sino que estas palabras y los significados que recubren se convierten en medios sensibles para construir un sistema inteligible formado por las oposiciones : macho / hembra (en relación con la naturaleza) y arriba / abajo (en relación con la cultura), y por todas las permutaciones posibles entre los seis términos[2].
Conforme a esta visión los
personajes y situaciones de una narración serían reductibles a los elementos de
una estructura regulados según las reglas de la combinatoria, en que los
elementos se combinan y recombinan en variaciones y permutaciones de x en x
elementos. La química, basada en la combinatoria de elementos según enlaces
atómicos, encuentra más posibilidades de explicación en términos estructurales
que las llamadas ciencias humanas.
Las corrientes psicoanalíticas
tienen en común con las estructuralistas su conformación dualista del
conocimiento que no se limita a establecer una la relación crítica
noúmenon/fainómenon, sino más bien una relación críptica entre la esencia y la
apariencia..
Ciertas propuestas
neo-estructuralistas, en ese orden de autolegitimación como entidades emergentes, establecen su propia génesis
irruptiva en los sistemas pre-lógicos como pudiera ser el “corte
epistemológico” de Althusser. Dichas corrientes se han
constituido, sin saberlo o sin quererlo, en precursores de un nuevo
racionalismo, de una nueva Ilustración que deja atrás la era de las tinieblas.
En algunas ocasiones, el estructuralismo (de Althusser) ha llegado hasta el
mismísimo Bizancio con sus peroratas sobre la causalidad estructural,
llegandose a formular la pregunta, siguiendo la argumentación de Stalin sobre si el lenguaje formaba
parte de la base o de la superestructura, ¿qué determina la estructura social,
la infraestructura o la superestructura? Que es algo así como preguntarse qué
fue antes, el huevo o la gallina, pero como resulta innegable el papel de la
ideología o del Estado, inventó el
término de sobredeterminación, o sea, la determinación de la estructura
económica en última instancia, todo ello explicado con muchos vericuetos
lingüísticos (estructuras dominantes y estructura a dominante).
No es extraño, ni mucho menos, que seguidores del estructuralismo y del psicoanálisis hayan hecho causa común fundiendo sus respectivos métodos, con independencia de su adhesión a unas u otras corrientes ideológicas: lacanianos, althusserianos, etc
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