domingo, 25 de agosto de 2013

¿Divulgar o vulgarizar?


No es mi intención poner en tela de juicio la labor de quienes se dedican a la divulgación científica, tarea altamente encomiable, por otra parte. Sin embargo, la divulgación, como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Si se pierde la perspectiva es posible caer en la caricatura y la caricatura, como todos sabemos, mas que como reflejo de la realidad funciona como deformación, una deformación alusiva, referencial, pero deformación a fin de cuentas.




Ejemplos los tenemos a porrillo, quizá el mas significativo sea la reducción del darwinismo a la tesis "el hombre desciende del mono" que, al margen de vulgar es rotundamente falsa y, por tanto, deformadora de la teoría. Ahí se encuentra, a mi juicio, uno de los mayores riesgos de toda vulgarización, la inversión del contenido.

La teoría de la selección natural ha sido víctima de una palabra, la palabra evolución que, por cierto, no fue acuñada por Darwin sino por Herbert Spencer en ese contexto de culto teleológico al progreso y de las leyes de la competencia tan característico del siglo XIX. Los seres mas evolucionados serían, por definición, los mas progresistas y avanzados


El término que utilizó Darwin fue el de transformación o transmutación por selección natural, obviando toda connotación relacionada con el culto al progreso tan característico de la época. Así que por culpa de Spencer y sus vulgarizadores hoy aún se habla de especies más evolucionadas o menos evolucionadas, cuando lo correcto, en un sentido darwinista, hubiera sido referirse a especies mejor o peor adaptadas.

Si os digo la verdad, estoy hasta las narices de estas dichosas líneas y linajes de la evolución humana, de estos linajes rectilíneos representados así, en este gráfico de la derecha


Una vulgarización siempre es pedagógica, pero cuando se detiene ahí se convierte en tergiversación que induce a error, en un cuadro finalista que tiene que conducir por fuerza al homo sapiens, como si la evolución tuviese un propósito oculto, como si todo obedeciese a una teleología informada por cierto principio antrópico.


Para empezar, la línea es falsa. En evolución no existen las líneas sino complicados arbustos e incluso contraarbustos. Cada escalón, representado por una especie teóricamente antecesora, solo es una hipótesis, un arbusto escondido, nada que indique una secuencia, siquiera aproximada. El citado linaje de descendencia masculina también lleva implícito un claro sesgo sexista. Un gráfico de la evolución humana y sus decisivas transformaciones anatómicas habría que centrarlo en el linaje femenino. Precisamente es en la secuencia del  ADN mitocondrial de las hembras donde se puede descubrir una línea genética mucho más exacta del proceso evolutivo, al margen de cambios anatómicos tan ligados a la bipedestación y posición erguida como el estrechamiento del canal del parto y de la pelvis que implicarán un nacimiento prematuro de los hijos y, consiguientemente, una mayor implicación en su crianza y cuidados.


Pero ahí no está todo. Si a la ignorancia se le suma la tergiversación manipuladora e interesada nos podemos encontrar con ámbitos de la física subatómica que se han convertido en todo un filón para dar luz verde a todo tipo de supersticiones, desde el misticismo a las bilocaciones, hasta el espiritismo y lo paranormal. Obviamente, estos magucuánticos se declaran expertos conocedores en una materia que ni los mas expertos, como Feynman, admitían que fuese comprensible para nadie. O bien, cuando nos encontramos con presuntos programas de divulgación científica como Redes de Punset que al final ha abierto las puertas al mundo de lo paranormal

El problema radica en que muchos conocimientos son revolucionarios en el sentido que apuntaba Thomas Kuhn y que la instalación del nuevo paradigma requiere romper barreras y derribar barricadas, que no son otras que las de la concepción del mundo establecida y las del llamado sentido común. El riesgo radica que que el sentido común asimile el nuevo pensamiento desvirtuándolo y asimilándolo a su lógica y estructura, es decir, vaciándolo de contenido y eliminando al mismo tiempo todo cuanto tenía de novedoso.



La divulgación es necesaria, qué duda cabe, pero no a cualquier precio y menos aún cuando el precio implica caer de nuevo en las redes que tiende el siempre omnipresente pensamiento mágico y el mundo de la conspiranoia, cuyos memes se reproducen a una velocidad de vértigo en una sociedad como esta en la que dominan los medios de comunicación de masas en los que el espíritu crítico se entiende como un obstáculo a su propagación.
La Evolución se representa la mayoría de las veces como una línea recta cuando en realidad tiene mas similitudes con un racimo o con un árbol, muchas de cuyas ramas quedan segadas. El mayor inconveniente de esta concepción es que se confunden con ancestros o antecesores muchos especímenes que no han llegado a tener descendencia y han quedado extinguidos en el camino

El pensamiento mítico siempre contará con ventaja; es circular y autorrecursivo, rellena todos los huecos, solventa todas las dudas, es fácil de entender, comprender y asimilar y está permanentemente al acecho, como cualquier otro virus y el caldo de cultivo idóneo en el que se reproduce no es otro que la mala ciencia con su correspondiente universo de ideas simples y principios mal digeridos y cogidos por los pelos.




sábado, 3 de agosto de 2013

¿Existen las guerras de religión?

Como en el artículo anterior, una viñeta viral creada para las redes sociales es lo que me ha servido de
fuente de inspiración y reflexión para escribir un nuevo artículo del blog. Cuando una simplificación excesiva de las cosas se pone en circulación, se acaba creando un meme viral que con la fuerza de la repetición acaba instalándose y ocupando su lugar en el pensamiento y en el mundo de las creencias como sólidas verdades. Las intervenciones críticas cuentan con esa desventaja de partida: su necesaria complejidad no les permite interactuar en el mundo de los memes virales. Las burkas con kalashnikov, en cambio, si cuentan con esos ingredientes y aunque no quede definido el adversario, la identificación del mismo sujeto es mas que suficiente para colgar la leyenda adecuada.

La palabra "guerra" ha sido usada por el lenguaje muchas veces como figura retórica en un sentido figurado. Es corriente oír hablar de guerra de precios, aunque todos sabemos que ese tipo de guerras no se desenvuelven en el plano militar y tienen lugar en el mundo de la competencia y del mercado. Lo cual no implica, ni mucho menos, que el mercado y su control no sea objeto de guerras, pues ya sabemos que las llamadas guerras del opio promovidas por el Imperio Británico contra China no tuvieron mas objeto que el de imponer el mercado de este tipo de estupefacciente en China.

Tambien se ha hablado de la guerra del fútbol y no porque el fútbol, que en sí mismo es la escenificación de una guerra en el plano deportivo y bajo las normas del deporte, esté relacionado con la conflagración armada. La llamada Guerra del Fútbol, que durante escasos días enfrentó a Honduras y El Salvador a finales de los sesenta, fue el nombre dado al conflicto por cierta prensa, que sí que fue una guerra convencional a la que se llegó tras un periodo previo de tensión acumulada y en la que un encuentro futbolístico intervino como detonante.

El que toda guerra se presente como una violenta conflagración armada entre distintas comunidades, civilizaciones o culturas no tiene por qué implicar siempre la existencia de un móvil religioso. Ciertamente, en las guerras coloniales de conquista, alentadas por la extracción y apropiación de recursos, el hecho de que revistan móviles religiosos, como elementos de ambas culturas en conflicto, no las convierte tampoco en guerras religiosas. En la Edad Moderna el papel desempeñado por las religiones lo van a desempeñar los nacionalismos en tanto que religiones seculares o laificadas.. Mas aún, el concepto de guerra religiosa o guerra de religión no es un concepto científicamente acertado.

Haciendo abstracción de la base socioeconómica subyacente a todo conflicto, cabe reconocer la existencia de un sustento ideológico identitario cultural. En la antigüedad el sustento base fue eminentemente religioso, aunque, dependiendo del contexto histórico y social varió su identidad. El expansionismo romano precristiano hizo hincapié mas en la subordinación política y económica de las provincias conquistadas que en su control religioso. De hecho, toleró cierta autonomía religiosa local a las autoridades religiosas judías en la provincia de Siria, mientras en otros casos, las deidades de otras áreas de oriente como Frigia, Egipto, Tracia, etc fueron absorbidas e incorporadas al Panteón Romano.

Los monoteísmos emergentes en los siglos IV y VII, cristianismo e Islán, en cuanto confesiones estatalizadas, incorporaron activamente la confesión como identidad absorbente en los planos ideológico, político y social, mostrando una intransigencia radical tanto cara a sí mismas como guardianes de la ortodoxia frente a la herejía, como frente al otro, es decir, paganismo y monoteísmos restantes.

Aún así, las “guerras religiosas” que se van librando en la Europa a partir de la Baja Edad Media son esencialmente guerras de clase. El milenarismo apocalíptico (de los montanistas, dolcianistas y, ya fuera del contexto católico, de los anabaptistas frente al luteranismo) interviene como la cobertura ideológica-religiosa de las sublevaciones campesinas de los desheredados frente al poder político y económico constituido, sea del papado y reinos afines o de luteranos y puritanos calvinistas. La Inquisición, creada como consecuencia de la cruzada contra los cátaros, nació como un mecanismo de represión y centralización religiosa y política.

En suma, las guerras religiosas son algo mas que la lucha para demostrar quien tiene su mejor amigo imaginario. Comprender el funcionamiento de las religiones no consiste en caricaturizarlas sino en saber comprender e interpretar el papel histórico que desempeñan.