sábado, 3 de agosto de 2013

¿Existen las guerras de religión?

Como en el artículo anterior, una viñeta viral creada para las redes sociales es lo que me ha servido de
fuente de inspiración y reflexión para escribir un nuevo artículo del blog. Cuando una simplificación excesiva de las cosas se pone en circulación, se acaba creando un meme viral que con la fuerza de la repetición acaba instalándose y ocupando su lugar en el pensamiento y en el mundo de las creencias como sólidas verdades. Las intervenciones críticas cuentan con esa desventaja de partida: su necesaria complejidad no les permite interactuar en el mundo de los memes virales. Las burkas con kalashnikov, en cambio, si cuentan con esos ingredientes y aunque no quede definido el adversario, la identificación del mismo sujeto es mas que suficiente para colgar la leyenda adecuada.

La palabra "guerra" ha sido usada por el lenguaje muchas veces como figura retórica en un sentido figurado. Es corriente oír hablar de guerra de precios, aunque todos sabemos que ese tipo de guerras no se desenvuelven en el plano militar y tienen lugar en el mundo de la competencia y del mercado. Lo cual no implica, ni mucho menos, que el mercado y su control no sea objeto de guerras, pues ya sabemos que las llamadas guerras del opio promovidas por el Imperio Británico contra China no tuvieron mas objeto que el de imponer el mercado de este tipo de estupefacciente en China.

Tambien se ha hablado de la guerra del fútbol y no porque el fútbol, que en sí mismo es la escenificación de una guerra en el plano deportivo y bajo las normas del deporte, esté relacionado con la conflagración armada. La llamada Guerra del Fútbol, que durante escasos días enfrentó a Honduras y El Salvador a finales de los sesenta, fue el nombre dado al conflicto por cierta prensa, que sí que fue una guerra convencional a la que se llegó tras un periodo previo de tensión acumulada y en la que un encuentro futbolístico intervino como detonante.

El que toda guerra se presente como una violenta conflagración armada entre distintas comunidades, civilizaciones o culturas no tiene por qué implicar siempre la existencia de un móvil religioso. Ciertamente, en las guerras coloniales de conquista, alentadas por la extracción y apropiación de recursos, el hecho de que revistan móviles religiosos, como elementos de ambas culturas en conflicto, no las convierte tampoco en guerras religiosas. En la Edad Moderna el papel desempeñado por las religiones lo van a desempeñar los nacionalismos en tanto que religiones seculares o laificadas.. Mas aún, el concepto de guerra religiosa o guerra de religión no es un concepto científicamente acertado.

Haciendo abstracción de la base socioeconómica subyacente a todo conflicto, cabe reconocer la existencia de un sustento ideológico identitario cultural. En la antigüedad el sustento base fue eminentemente religioso, aunque, dependiendo del contexto histórico y social varió su identidad. El expansionismo romano precristiano hizo hincapié mas en la subordinación política y económica de las provincias conquistadas que en su control religioso. De hecho, toleró cierta autonomía religiosa local a las autoridades religiosas judías en la provincia de Siria, mientras en otros casos, las deidades de otras áreas de oriente como Frigia, Egipto, Tracia, etc fueron absorbidas e incorporadas al Panteón Romano.

Los monoteísmos emergentes en los siglos IV y VII, cristianismo e Islán, en cuanto confesiones estatalizadas, incorporaron activamente la confesión como identidad absorbente en los planos ideológico, político y social, mostrando una intransigencia radical tanto cara a sí mismas como guardianes de la ortodoxia frente a la herejía, como frente al otro, es decir, paganismo y monoteísmos restantes.

Aún así, las “guerras religiosas” que se van librando en la Europa a partir de la Baja Edad Media son esencialmente guerras de clase. El milenarismo apocalíptico (de los montanistas, dolcianistas y, ya fuera del contexto católico, de los anabaptistas frente al luteranismo) interviene como la cobertura ideológica-religiosa de las sublevaciones campesinas de los desheredados frente al poder político y económico constituido, sea del papado y reinos afines o de luteranos y puritanos calvinistas. La Inquisición, creada como consecuencia de la cruzada contra los cátaros, nació como un mecanismo de represión y centralización religiosa y política.

En suma, las guerras religiosas son algo mas que la lucha para demostrar quien tiene su mejor amigo imaginario. Comprender el funcionamiento de las religiones no consiste en caricaturizarlas sino en saber comprender e interpretar el papel histórico que desempeñan.

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