sábado, 13 de julio de 2013

Religión y Mercado o Bikinis contra Niqabs. A propósito de una viñeta

Una viñeta que incita a la reflexión y, al mismo tiempo, a la simplificación. Tenemos cierta predisposición a emitir juicios rápidos con muy pocos elementos sobre los que pronunciarnos. El caso es que una exposición simple induce siempre a respuestas simples y a debate simple. Un debate que inevitablemente quedará polarizado en los términos en los que ha sido planteado dejando de lado temas que pudieran ser decisivos a la hora de pronunciarse con algo mas de propiedad.

Nos muestran dos mujeres, una arábiga (prefiero omitir por el momento el calificativo de islámica) y otra occidenta emitiendo el mismo juicio invertido. Los polos serían obviamente el islamismo vs capitalismo consumista (falso concepto donde los haya, pues tras la superestructura de lo efímero, modas y obsolescencia programada lo que existe es una desenfrenada tendencia al productivismo y a la acumulación de capital ilimitada, por encima de las necesidades reales y efectivas, lo que la economía burguesa camufla como demanda agregada o marginal) junto a todos sus ingredientes "ad hoc" mujer invisibilizada por imposición religiosa contra mujer visibilizada como reclamo publicitario sexual. Por supuesto que la descontextualización es evidente: la mujer occidental pasea con un atuendo de playa, que no es el habitual, como para oponerlo al niqab de la mujer saudí.

Tribu Tuareg
Pero, ¿acaso no existen cuestiones intermedias? Desactivemos por un momento los prejuicios y estereotipos. El niqab, antes que un atuendo impuesto por prescripciones religiosas,  es un atuendo tradicional. Pero hay algo más, se trata de la ropa del desierto, la necesaria para evitar la deshidratación y absorber el calor corporal. Cubrir los orificios respiratorios, boca y nariz, tiene una originaria razón de ser: evitar tragar o respirar arena. Fijémonos en la vestimenta de los nómadas tuaregs del desierto del Sáhara, están tapados hasta los ojos. Motivos mas de orden funcional que de control y dominio sexual son los que parece ser que determinan la adopción de un atuendo determinado.

Mujeres amazónicas
Parece ser que esa Eva transgresora y desencadenante de la furia y el castigo divino que hizo nacer el sentido y la conciencia de la vergüenza de la propia desnudéz del cuerpo no ha llegado o no llegó a distintas áreas del trópico  africano y amazónico ni a la Polinesia. Aunque a bastantes zonas sí que llegó, transportada por los misioneros. Tampoco existe en los primeros años de la infancia, cuando los niños se exhiben desnudos en lugares públicos - zonas de baño y playa - con total naturalidad, pese a que ya bastante antes de la pubertad, las instancias socializadoras se encargan de inculcar ese sentido de la vergüenza, el pudor y, por supuesto, el pecado. Han sido precisamente los tres grandes monoteísmos, los transmisores de esa normativa ligada a la virtud y a la pureza que hasta impide acercarse a una mujer con la regla so riesgo de contaminación.

No podemos negar que la religión islámica interviene y, de hecho, ha intervenido en Oriente Medio y Norte de Africa, a partir del siglo VII, como instancia aglutinadora e identitarizadora de las tribus nómadas del desierto, plasmando en códigos escritos, enseñanzas sapienciales y códigos sagrados de prohibiciones y prescripciones, un amplio abanico de normas consuetudinarias. 

Pero cuando una costumbre adoptada por cierto tipo de selección ecológica en un sentido adaptativo y funcional de tipo lamarquiano se incorpora a un código sagrado que hace descansar sus causas exclusivamente en la divina voluntad, bajo pena de castigo implacable a su transgresión, acaba descontextualizándose y, por tanto, traspasando el ámbito ecológico originario que la hizo nacer. Sacralizar el hábito implicar intemporalizarlo y validarlo a todos los espacios, tiempos y contextos. El niqab, dotado de sentido en estepas y desiertos, lo pierde por completo desde el mismo momento en que la obligación de llevarlo llega a las playas, por poner un ejemplo, tal y como aparece en la imagen de la derecha



Los mecanismos de sumisión de la mujer varían de unas épocas a otras, es lo que expresa la imagen. A la izquierda podemos ver un grupo de tres mujeres musulmanas totalmente escondidas bajo el nicab. A la derecha, un desfile de modas patrocinadas por una marca y un diseñador alemán conocido por promover la anorexia, el muy hijo de su madre.

Las causas de uno y otro fenómeno son distintas, como también lo son el tipo de sociedades que promueven unos patrones encaminados a cosificar y en cierto modo a sojuzgar de una forma u otra a la mujer.

La imagen de la izquierda es el resultado de una estructura social patriarcal y guerrera que solo ve en las mujeres meros órganos reproductores sometidos vasalláticamente, apropiados e invisibilizados. Ya he entrado en las causas de la vestimenta de los desiertos donde comprobamos que al entrar la religión por medio, sucede como con el vídeo de los monos que tras ser sucesivamente apaleados por pretender coger el plátano al final dejan de intentarlo.

El caso de la imagen de la derecha se produce en sociedades capitalistas industrializadas que para reproducir el ciclo de circulación y realización de mercancías genera patrones, reclamos e ideologías triviales y efímeras. En eso consiste precisamente el mundo de la moda, no en producir valores de uso para el consumo, en producir objetos para el sujeto sino, a la inversa, en producir sujetos para el objeto, en someter a las mujeres a los dictados del consumo y, si cabe, en transformarlas en Barbies anoréxicas.

No es una cuestión de niqabs vs biquinis lo que se ventila en este artículo, aunque formalmente lo parezca. Por mi parte me parece perfecto que cada cual use la indumentaria que le parezca, ¡hasta ahí podíamos llegar! Es un tema irrelevante, mucho mas allá de la prenda de vestir. Ni el problema de la mujer islámica se reduce al niqab o al niyab ni el de la mujer occidental al biquini, al triquini o al top less (habitual, por otra parte, en melanesia, polinesia, África ecuatorial, etc, tal y como reflejo en el artículo).

Se trata de simples símbolos externos, meras puntas del iceberg y si un análisis se redujera a eso exclusivamente quedaría sesgado, se quedaría en la superficie perdiendo el fondo que es, a efectos del tema que tocamos, lo que realmente importa. No se trata de una cuestión moral, pues la moral es siempre relativa y subjetiva, aunque hemos de destacar que los puritarismos aparecen y reaparecen en la historia con fines represores siendo el principal el control y apropiación de la sexualidad y sus formas de expresión.

Se trata de una mas de las muchas implicaciones del fetichismo de la mercancía, algo de lo que dio cumplida cuenta Carlos Marx en el Libro Primero de El Capital donde describe un mundo en el que los objetos cobran vida propia y someten a las personas. En el texto de Baudrillard "la génesis ideológica de las necesidades" se describe el peculiar lenguaje del mundo del consumo, y cuando hablamos del consumo nos estamos refiriendo básicamente a las dos relaciones sociales cósicas que subyugan al hombre moderno: la Mercancía y el Capital.

Sobra decir que el funcionamiento y lenguaje de la mercancía está totalmente deshumanizado y el mundo de las cosas solo encuentra en los humanos cosas. Somos cosas básicamente: como productores de mercancías, fuerza de trabajo que se vende en el mercado y como receptores de mercancías, adquirentes de cosas que muchas veces no necesitamos pero que nos las imponen las propias cosas (existen unos trabajos bastante interesantes sobre el concepto de necesidad de la Agnes Heller, discípula de Lukács) y en aras de este mundo de cosas para las cosas y por las cosas, la mujer entra de lleno en esta vorágine cosificándose, deshumanizándose, abstrayéndose como ser irreal o, peor aún, como tipo ideal, generándose patrones de la femineidad y de lo mujer plenamente alejados de la mujer concreta y real.

La femineidad no envejece nunca, tiene la piel tersa y suave, sus proporciones físicas se encuentran al borde de la anorexia (en el artículo puedes ver la foto de un diseñador alemán hijodeputa desfilando al frente de un coro de modelos anoréxicas), huele a aromas seductores, etc, etc,. A esa cosificación prefiero llamarla esclavitud, subsunción y sujección al estereotipo establecido. Es la imposición invisible, tan dura y cruel como esa mano invisible de la que Adam Smith cantara las mil maravillas, porque en realidad es una mano de hierro cruel e implacable.



Religión y mercado por distintas vías acaban coincidiendo en inhumanidad y misoginia.


1 comentario:

  1. muy buena reflexión, la gente cree que la morbosidad emerge por sí sola en nuestra sociedad y que la causa es esa dependencia inexorable que tenemos de nuestros malvados instintos sexuales , sin embargo resulta que las causante de la morbosidad y de la trivialización del sexo a la mera consecución del placer de forma desenfrenada y enfermiza han sido las religiones monoteístas, que han reprimido tales instintos y por tanto los han degenerado convirtiéndolos en ansias cada vez mayores y excesivas de consecución de la necesidad biológica fundamental por antonomasia del bípedo implume

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