viernes, 30 de diciembre de 2011

ESTADO, IDENTIDAD Y CONTROL




Antes que nada habría que distinguir las dos acepciones que se le pueden atribuir al concepto Identidad. 

Una primera, de índole subjetiva, implica algo así como conocimiento o conceptualización. Es subjetiva en tanto que el acto de identificar se asocia al acto de conocer. Lo que se identifica se conoce, por contra, todo aquello que no ha sido identificado no ha sido aún conocido. 

La acepción que más interesa ahora va a ser, por tanto, la objetiva. Se podría definir esta segunda como el mecanismo a través del cual se establece una relación de elementos a los cuales se adjudica una individualidad o calidad específica. Este segundo sentido designa un grupo de elementos o de individuos o de conjunciones asociadas e individualizadas que, desde el mismo momento en el que, dentro de un marco regulador, se les asigna una Identidad comienzan a desempeñar papeles, roles y funciones acordes a la Identidad asignada.  El valor de la presente conceptualización objetiva radica en su capacidad explicativa de la noción de Identidad, entendida como un factor plenamente activo que se distingue de su acepción primaria, pasiva y subjetiva. El generador de Identidades no se limita a percibir Identidades y diferencias en la misma medida en que, a su vez, las crea, construye identidades específicas asimiladas a la Identidad global del organismo.

La identificación aparece como un elemento indispensable a toda estructura de información. Identificar es sinónimo de conocer y, como diría Francis Bacon, solo se domina aquello que se conoce. Lo que se identifica se clasifica, se numera y encasilla. La tabla periódica de los elementos, las especies biológicas, identificadas con nombres y apellidos y encajonadas en las estructuras taxonómicas, los planetas, las galaxias y las estrellas, todo exige un nombre, una Identidad. Lo que se desconoce carece de Identidad, de ahí las siglas OVNI, objeto volador no identificado que, a pesar de estar asociado a las civilizaciones extraterrestres, en sí no significa nada, tan solo es un objeto que vuela pero que no se sabe lo que es.

Considero precisa una aclaración previa. Cuando hablo de Identidad o del principio de Identidad no me estoy refiriendo al individuo ni al individualismo. No deseo se me malinterprete.  Si consideráramos que toda cultura ha incorporado la Identidad y el control de sí misma en tanto que mecanismo de sujeción como una proposición equivalente a la incorporación de la individualidad caeríamos en una simplificación a-histórica. 

La Identidad aquí referida tiene unas connotaciones bastante más amplias que esa individualidad a la que se ha rendido culto desde el renacimiento y que triunfó políticamente a finales del siglo XVIII. La diferencia fundamental radica en que la Identidad aquí es concebida como un ámbito o esfera de control político y social, no como el marco del ejercicio de los derechos individuales ni como sistema de defensa de la esfera individual frente a la del Estado, por mucho que en estos últimos aspectos podamos percibir determinadas manifestaciones del principio de Identidad. La defensa del individuo y del individualismo puede incluso chocar de plano con las estructuras mismas de identificación que implantan los Estados. Vemos, por ejemplo, los escrúpulos que se ponen de manifiesto cuando se trata del tratamiento informatizado de datos individuales. Se ha creado una nueva fuente de tensión esta vez entre el individualismo y la Identidad en el que el primero pugna por la defensa de la anonimidad individual frente al Estado como medio de defensa de la intimidad individual.  



La Identidad se contempla como una imposición que la cultura implanta a los individuos y como materia prima sobre la que se articulan los mecanismos de dominación propios de todo sistema político administrativo. Pero la Identidad y la identificación correlativa no se ciñe solo a los individuos. Los aglomerados meta-individuales  construyen su propia Identidad, desde las Instituciones a  los territorios, las naciones, los países y los pueblos, los gremios profesionales, los partidos políticos...  El conservadurismo iza la bandera de la Identidad tradicional, el nacionalismo la de la Identidad nacional, en suma, todo ser se manifiesta y permanece en su Identidad intemporal. La pérdida de las señas de Identidad es la crisis destructiva, entendida como muerte, cambio o como transformación. Estos tres acontecimientos son determinantes en la Transgresión de todo tipo de Identidad. La muerte, por su radicalidad, pone fin a la presencia, a la emergencia de las estructuras vivientes, es la Transgresión de los límites biológicos y orgánicos del ser vivo. El cambio o transformación, sin embargo, suponen una barrera a un estado de presencia definido del ser. Transformación es una forma de destrucción, una forma de muerte si se la quiere llamar así. Mediante la transformación la Identidad se extingue, se transgrede para adoptar una Identidad distinta.

Para Homo Sapiens el conocimiento, reconocimiento y diferenciación de los congéneres  se basa fundamentalmente en la identificación visual. No hay más que ver la enorme variedad de rasgos faciales que se presenta entre unos y otros individuos. Si bien los rasgos y los tipos humanos individuales son susceptibles de clasificación, es difícil, no imposible salvedad hecha de los gemelos univitelinos y de los dobles o bien de los parecidos que se pueden hallar entre dos o más personas, encontrar dos humanos idénticos. La similitud entre embriones con el proceso de desarrollo se va disipando y a medida que pasan los años asoman los rasgos identificadores y diferenciales.

Las personas cuentan con una huella genética, con una huella cultural y con una huella psicológica. La formación de la identidad en el niño se manifiesta en un deseo de distanciamiento respecto de los padres en aquello que los psicólogos llaman fase de la individualización, a partir de la cual interponen ante los progenitores la barrera/esfera de su propia intimidad física y psíquica imprescindibles para construir los elementos integrantes de  su propia personalidad.

Con la emergencia de la cultura tendrá lugar la acentuación de la identificación individual. La organización misma del parentesco así como el consiguiente tabú del incesto ya se nos aparece como una elaborada construcción social del principio de Identidad, a donde converge tanto la genealogía del individuo como elemento integrante de su Identidad así como las correlativas reglas sociales generadas precisamente por esa estructura cultural-represiva que articula la Identidad de la individuación como eje central del sistema. Las estructuras del parentesco, efectivamente, están en la génesis misma del principio de Identidad. Todos tienen un padre y una madre así como una serie de ascendentes y descendientes troncales, parientes colaterales por sangre o por matrimonio. A todos se les pone unos apellidos que recuerdan su ascendencia y un nombre que identifica, aunque el nombre por sí solo no es nada si no va unido a esos apellidos que complementan su Identidad. En realidad, vivimos inmersos en un mar de Identidades numeradas y codificadas. A la vivienda en la que vivimos se le asigna un número y/o una letra, que a su vez viene identificada en una manzana numerada, en una calle, en una sección, en un distrito, en un núcleo de población, en una provincia, en una Comunidad Autónoma, en un Estado, etc.,

Ningún sistema social e institucional prescinde del control de la Identidad individual como forma de dominio. El Estado elabora sus registros, padrones, censos y compilaciones estadísticas de datos referidos a sus ciudadanos de forma enormemente cuidadosa. Hasta tal punto es decisiva la Identidad individual que lo primero que se nos pide cuando vamos a un sitio es un documento que tenemos en el bolsillo que se llama precisamente Documento Nacional de Identidad. Para destacar el papel y función represiva de dicho documento no hay más que decir que es la Policía la encargada de elaborar y confeccionar dichos carnets. ¡Identifíquese!, exclama la policía cuando hace una redada. No llevarlo en el momento en que se lleva a cabo un control policial o, simplemente, no tener reafirmada la Identidad, puede implicar estar expuesto a una sanción. Puede que algún día, para evitar tales descuidos ciudadanos, el Estado nos tatúe el número o un código de barras en el brazo o nos implanten un chip en la oreja de fácil acceso para cualquier escáner. 

El Estado nos ordena y nos numera. No solo tenemos nombres y apellidos, hay algo mucho más importante que nos identifica. Un número correlativo seguido por una letra puesta al final pone de manifiesto que el Estado nos ha matriculado para siempre. La primera columna de todo censo o padrón es la que ocupa precisamente ese número que nos ha asignado el Estado. A ese número se le asigna una huella digital, una fotografía, unos padres, un domicilio, un sexo, una edad y una nacionalidad. Los anónimos, huérfanos, asexuados, apátridas, vagabundos y nómadas crean auténticos quebraderos de cabeza a los Estados. El nomadismo, en particular, es un modo de vida que no acepta fronteras ni Estados y que por ello pone en vilo los sistemas identitarios y de control. La legislación franquista, sin ir más lejos, catalogó  a este grupo de personas como peligrosos potenciales. La bioquímica ha hecho un aporte decisivo al control identitario con la clasificación de los grupos sanguíneos y la secuencia de ADN.

El Estado vela y vigila permanentemente por salvaguardar la Identidad de su ciudadanía. La Identidad garantiza el pasado y el presente de los individuos, su realidad fáctica, su presencia y disponibilidad real y efectiva, su localización, su papel y función social, sus posibilidades presentes y futuras, su patrimonio, su inserción institucional, el marco del ejercicio de sus derechos y correlativas obligaciones. El Estado defiende la Identidad de sus ciudadanos a capa y espada, pues en ella encuentra no solo el instrumento de dominación efectiva sino los elementos funcionales mismos que le confieren su razón de ser: la Identidad del elector, la Identidad del contribuyente, la Identidad del destinatario de los servicios públicos, la Identidad de la población activa, la Identidad de la población desempleada, la Identidad de los pensionistas, la Identidad de los estudiantes, de los casados, de los solteros, de los separados, de los viudos, de los hombres, de las mujeres.. 

Pero la Identidad individual una vez estatalizada es algo más. La realidad del individuo se somete a su realidad documental, el marco del ejercicio de sus derechos y de la imposición de sus obligaciones lo produce el gigantesco mundo del control de la Identidad. Documentos, carnets, pasaportes, visados, permisos, licencias, títulos, en fin, todo.  Sin salvaguardia de la Identidad no hay persecución policial, ni búsqueda y captura de delincuentes, ni presunciones legales, ni juicios ni condenas. El sistema de información sobre el que descansa la actividad del Estado encaminada a la extracción de recursos, a la articulación de la política de subvenciones, becas, etc.  se somete, en última instancia, al principio de Identidad. 

El inmigrante norteafricano que cruza el Estrecho sin papeles ni documentos que lo avalen (contrato de trabajo, permiso de residencia, pasaporte o visado) obtiene para el Estado la inmediata calificación de Ilegal, en una operación donde el derecho se supera a sí mismo en su determinación identitaria, pues hasta ahora lo que se había tachado de ilegal eran determinadas conductas o las mercancías importadas de contrabando, no las personas. El Ilegal no existe para el Estado, carece de identidad positiva, se le atribuye esa identidad negativa de Ilegal por el hecho de ser indocumentado en virtud de la cual se le debe expulsar inmediatamente del territorio. 
Con ocasión de la Guerra de Kosovo, las tropas y los grupos paramilitares serbios expulsaron a los miembros de la minoría albanesa de sus hogares, destruyendo previamente sus enseres personales no sin antes arrancarle toda su documentación y se supone que, con vistas a imposibilitar un cálculo de la magnitud del genocidio, se destruyeron también archivos, relaciones estadísticas, censos, padrones, registros civiles, etc. Al destruir sus documentos los han convertido en indocumentados, en seres inexistentes, incapaces de acreditar su existencia presente, su familia, su matrimonio, sus aptitudes profesionales y su historia misma.

Los sistemas políticos occidentales se basan precisamente en un sistema de transferencia masiva de identidad del cuerpo social al cuerpo político. VOTAR quedaría aquí definido como un acto de transferencia refractaria de identidad a través del cual el cuerpo político construye su propia identidad en la misma medida en que se va nutriendo de las identidades individuales transferidas.


jueves, 29 de diciembre de 2011

El papel del indivíduo en la Historia



Es muy conocida por repetida la cita de Nietzsche: El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo [1].  Se observa toda una filosofía y una idea previa acerca de la relación indivíduo-sociedad escorado hacia la preeminencia o preexistencia del indivíduo al entorno en el que se produce y reproduce. No existe antinomia alguna entre el indivíduo y la tribu. 

Todos y cada uno de los individuos de una comunidad son depositarios de un mismo acervo social, de un código de símbolos linguísticos, de unas ideas transmitidas, de una cultura, habilidades, etc.

Más aún, el indivíduo como oposición al grupo es, igualmente, una construcción social, un elemento más del imaginario colectivo.

Realmente la idea está muy extendida  Tampoco es novedosa. Ya en el siglo XVIII las robinsonadas ocupaban un lugar destacado en los tratados de economía, política y filosofía. El hallazgo fundamental de la Ilustración fué el indivíduo como paradigma y punto de partida, el Emile de Rousseau, le bon sauvage de Voltaire, el cazador y pescador solitario de Ricardo, hasta el punto que bajo el pensamiento del filósofo ginebrino el mal procede de la sociedad como tal siendo el contrato social la opción por el mal menor.

El paradigma del individualismo burgués sería la imagen de Robinson Crusoe, pero el caso es que Robinson no parte desde cero, pues es depositario de un nivel de desarrollo social y de unos conocimientos y técnica sociales que, incluso, se encuentra a Viernes y lo convierte en su esclavo, como un holograma de la Inglaterra colonial...
 
Un individuo que nace en el seno de una formación social determinada nunca parte de cero, pues en el lapso de tiempo que conforma su aprendizaje (o su integración en la estructura) se convierte en depositario de las fuerzas de la sociedad. En este sentido, Marx  criticando las robinsonadas del Siglo XVIII afirmaba que



 La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad - hecho raro que bien puede ocurrir cuando un civilizado, que potencialmente posee ya en sí las fuerzas de la sociedad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje - no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí [2]


 En efecto,  Robinson Crusoe no es principio de sociedad alguna. Es simple­mente un inglés ilustrado del siglo XVIII que como tal domina las industrias arquitectónica y textil, la ganadería, la caza, la pesca, la astronomía, el calendario, la escritura, la aritmética y la geometría, y que, en la mente de Daniel Defoe, llega a construir en su Isla Desierta hasta su pequeña Inglaterra que, lógicamente, se apodera de su pequeño imperio colonial (Viernes) en base al principio holo­gramático imperante en la época conforme al cual el individuo es la célula de la sociedad. Por otra parte, el niño selvático, el Mow­gly de Rud­yard Kipling o el Tarzán de Edgar Rice Burroughs, son otras tantas fantasías ilustradas del homb­re natural con claros tufillos colonialistas. Tarzán no sería el rey de los monos, sino, de ser cierto el relato, el último mono.

  Más reales son las historias de náu­fragos que imponen al superviviente un proceso de aculturación o de inversión del salto a la cultura, como es el caso de la tragedia de los Andes en el año 1973, donde la primacía de la supervivencia entraba directamente en contradicción con dilemas de tipo social como lo puede ser el tabú contra el canibalismo.


El debate sobre la pretendida Naturaleza del Hombre es tan antiguo como estéril. Hay adjetivos y atributos sobre la pretendida naturaleza humana para todos los gustos. El egoísmo se alterna con el altruismo, la crueldad y  la beligerancia con la compasión...En realidad, más que una naturaleza humana lo que hay es una naturaleza de las teorías sobre la naturaleza humana. Lo más fascinante es que dichas teorías cambian según la época. A lo largo del presente siglo las tesis, optimistas o pesimistas, se han ido sucediendo según el momento histórico que les ha tocado vivir.  No es nada extraño que el mono asesino de Robert Ardrey se fraguara tras la Primera Guerra Mundial, y esa misma epopeya dantesca descrita por Raymond Dart “deducida” de unos restos arqueológicos sudafricanos, donde los cráneos rotos, huesos esparcidos, etc., daba a entender la existencia de una banda de caínes australopitécidos que dominaban una técnica de ejercicio de la crueldad y el asesinato fratricida bastante refinada. Esas mismas “pruebas” igualmente podían incriminar también a las fieras que trituran huesos, pero no, el presunto responsable, el culpable, había de ser el antecesor del hombre ¿quién si no?.

Tampoco es de extrañar que una época, fulgurante de optimismo como los años sesenta, se destacara la faceta comunicativa del hombre sobre todas las demás. El mono asesino sería desplazado por el mono hippie que hace el amor y no la guerra, usándose omo paradigma el de la conducta social de los bonobos.

No se puede asegurar que exista una naturaleza humana sin más. Más aun, cualquier posicionamento previo sobre el asunto corre el riesgo de ser simplificador,
lapidario y doctrinario con más forma de sentencia o de proverbio que de conclusión científica o filosófica. Resulta enormemente precipitado establecer definiciones que sitúen en primer lugar el sustantivo genérico ”El Hombre” seguido de la tercera persona singular del presente de indicativo del verbo sustantivo  Ser “Es”, todo lo que se ponga a continuación serán adjetivos y sustantivos (precedidos del artículo indeterminado “un”) para todos los gustos que, al fin y al cabo, tendrán efectos limitadores de una realidad tan compleja como es la realidad humana, serán reductores y dogmatizadores. El hombre no es un animal político ( el de Aristóteles[3]), ni un animal racional, ni bueno (Rousseau) ni malo por naturaleza, ni un lobo para el hombre (Hobbes) ni el portador de valores eternos a que se refería el ideólogo del fascismo de nuestro país ..., es una entidad tan compleja que es imposible de encasillar en una definición de ese tipo. Por eso, la única definición relativamente satisfactoria que he visto ha sido la de Marx es, conforme a la cual

              la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de      las relaciones sociales[4] .


Es una definición imprecisa que encierra una realidad compleja que por definición es indefinible pues no se ciñe a la categorización abstracta y deja las puertas abiertas a lo concreto. Aún así, la definición sigue siendo incompleta en la medida en que circunscribe exclusivamente la humanidad al ámbito de lo social. El conjunto de las relaciones sociales sigue siendo un aspecto definitorio puramente formal en el orden histórico-social que deja de lado los contenidos de esa materia prima biológica que modelan las distintas sociedades pero que no por dicha razón va a tenerse que contemplar como un factor pasivo en la medida en que interviene como soldadura concreta y como punto de inserción de tal conjunto de relaciones sociales. Incluso en el aspecto dinámico la acción de dicho elemento no es nada despreciable.
           
No lo olvidemos, si unos hombres son asesinos lo son porque otros son sus víctimas, entonces, ¿en qué quedamos? El hombre, ¿es asesino o víctima?,¿o ambas cosas a la vez?. De hecho, la historia nos da sobradas muestras de la existencia de las dos variedades, pero eso no sirve para obtener conclusiones. El hombre es pluridimensional. Por eso hemos de dar de lado al hombre abstracto, dejarlo en el baúl de la metafísica, para referirnos a los hombres concretos, que viven en situaciones concretas, se enfrentan a problemas concretos y les dan soluciones concretas. Y aun así el problema sigue siendo complejo, las variables son múltiples, y  la elección de ámbitos históricos espaciales o temporales, económicos, políticos, educativos, demográficos, ecológicos  estaría aún por determinar. Pues las conductas se trocarán según el medio, el lugar, la época, la escasez, la abundancia, la productividad o improductividad, los medios de dominación y control, los resortes ideológicos, los vínculos sexuales y familiares, etc.  No se puede asegurar que todos los factores enunciados determinen la conducta humana como si el hombre fuera un actor que se introduce dentro como en una trama teatral, pues todos estos ingredientes sociales, económicos, políticos y contradictorios son parte integrante de la humanidad, de su realidad, el hombre es todo eso al mismo tiempo, lo que viene a significar que el hombre no es nada en general y es cien mil cosas distintas en particular.

En los años sesenta se pusieron de moda las corrientes antihumanistas que, de la mano del estructuralismo, negaban realidad y sustancia al hombre. Lógicamente, donde solo se ven estructuras era imposible divisar a los hombres que, no obstante, tenían asignado un papel, eran los soportes de esas estructuras y bailaban al capricho del complejo de combinaciones, variaciones y permutaciones estructurales. Negaban el papel del hombre como agente de la historia o, en términos más idealistas, como sujeto de la historia (yo también niego el papel del hombre como sujeto de la historia. 

La historia cuenta con millones de actores y sujetos, unos más que otros, que viven en y bajo condiciones que ellos no han creado, que se plantean fines y metas y que logran resultados muy distintos a los previstos. Todo el arte de la política es el de la transacción, la negociación y el pacto, la confluencia de voluntades diversas genera resultados distintos a los esperados, este asunto tiene su propio epígrafe en este mismo capítulo. Por otro lado, las instituciones y objetivaciones sociales y culturales creadas por los hombres se convierten en auténticos creadores de hombres, en sujetos históricos que desplazan a los sujetos primigenios) . Se había apoderado de estos teóricos toda una visión neoorganicista social disfrazada de causalidad estructural.

Lo que viene a significar que la estructura heterogénea, contradictoria y polimórfica de los distintos grupos humanos hace imposible establecer un mínimo común denominador de la especie humana tanto en sentido espacial como temporal, estructural y orgánico. En cambio, si es posible sentar las bases de una conceptuación del hombre en tanto que animal[5], en tanto que entidad biológica sin más que solo servirá como punto de partida, es decir, en su calidad de simio macrocéfalo bípedo y bimano. Su plasticidad cerebral será la clave del enjambre policultural, poliorgánico .


[1] Friedrich Nietzsche:"Fragmentos póstumos", Editorial Tecnos (Madrid).  volumen III
[2]Karl Marx: Introducción General a la Crítica de la Economía Política (1857) en Contribución a la crítica de la Economía Política, pag. 283. Ed. Siglo XXI, México, 1980

[3]Según algunos autores, el arte de la política es anterior al hombre, así se puede comprobar en el libro de Frans de Waal: La Política de los Chimpancés. Alianza Editorial. Madrid, 1993
[4] Karl Marx: 6º Tesis sobre Feuerbach, en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, pag. 56 ed. Progreso, Moscú, 1980
[5]Los psicólogos y los estudiosos del comportamiento humano han preferido indagar en el estudio del comportamiento previo a la socialización, es decir, del niño y del adolescente sobre los que aún no operan a pleno rendimiento los mecanismos culturales represivos que se pueden manifestar de múltiples formas autoinhibitorias. El comportamiento grupal de los niños no es muy distinto al de otros animales. Los fuertes dominan a los demás y crean grupos a su alrededor. En las aulas escolares siempre hay uno o varios individuos psíquica o morfológicamente disfuncionales (p. Ej. El gordo, el tímido, de otra raza, el feo o el más débil), sobre ellos se lanzarán los sujetos dominantes para convertirlos en objeto de sus burlas, aunque su inclinación natural sería la de destruírlos, al igual que en un gallinero donde todas las gallinas acuden hacia la gallina herida o enferma para picotearla hasta matarla.
 


           

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Por qué no soy "Progre"

Son las cosas que pasan. No estar adscrito a lo políticamente correcto en bloque, defender un criterio propio en determinadas cuestiones y no tener que mostrar tu adhesión inquebrantable a los principios fundamentales del feminismo, que con su escolástica se dedica a inventar conceptos de nuevo cuño como transversalidad de género ecologismo que predica un nuevo apocalipsis, identidades nacionales con sus hechos diferenciales y restantes gaitas gallegas,   etc, es algo que acaba pasándote factura.

Criticar el feminismo institucionalizado implica automáticamente ser tachado de machista misógino patriarcal, criticar los nacionalismos periféricos te convierte automáticamente en un franquista centralista, criticar el ecologismo político (no científico) te convierte en cómplice depredador de la Madre Naturaleza, criticar conceptos artificiosos como el de progreso te hace un retrógrada y estigmatizar los relativismos culturalistas del crisol y Alianza de Civilizaciones hace de tí un colonialista etnocéntrico.

No me considero un "progre", siempre lo he dicho, no me siento obligado a que me gusten los cantautores protesta ni las Anas Belenes ni los Victor Manueles ni demás buques insignias de la progresía patria, me identifico muchísimo mas com Bach, Mozart, Beethoven y Wagner sin importarme un pimiento sus colores políticos e ideológicos, no me gusta el cine de Almodóvar, incluso prefiero el de un reaccionario declarado como John Ford, encuentro mas enjundia en novelas reaccionarias como las de Balzac, pensadores ultrareaccionarios y jansenistas como Blaise Pascal, misántropos como Friedrich Nietzsche y elitistas aristocráticos como Ortega que en el manual de introducción al materialismo dialéctico llamado "Principios elementales y fundamentales de Filosofía de Georges Politzer o los Fundamentos de Filosofía Marxista-Leninista de F.V. Konstantinov.

Defiendo mi derecho a ser de izquierdas pero la única forma que entiendo el ser de izquierdas solo puede ser siendo críticamente de izquierdas, manteniendo mi contínuo derecho a vapulear incluso mis propias posiciones políticas y sociales, así como a hostigar al lote completo del progresismo.

No me dan miedo los calificativos ni los endosos, ni tampocome siento adscrito a dilemas del tipo "o se está conmigo o se está contra mí", como tampoco creo que los enemigos de mis enemigos tengan que ser mis amigos pues, de ser así, tendría que ser amigo de los Talibanes, de Almadineyad y demas entes de su calaña.

Pero por aquí existe, desgraciadamente, mucha gente que siente tan arraigados sus principios, diría, sus prejuicios, que prefieren desagregarte antes que debatir sobre un tema que ya para ellos es tabú, prefieren evitar el riesgo de que sus principios sean cuestionados, son como los tres monos paradójicamente llamados sabios (o místicos) del Japón:  Kikazaru, el mono sordo o que no quiere oír, Mizaru, el mono ciego o que no quiere ver y Iwazaru,el mono mudo o que no quiere hablar. Pero, digan lo que digan, esa actitud no es la de la Izquierda, ni mucho menos.

Reivindiquemos la heterodoxia, posicionémonos en la herejía, pues solo desde la herejía se ha llegado al pensamiento y a la libertad. La ortodoxia siempre será el culto a lo establecido, el lenguaje del poder, de la dominación y esclavitud. Seamos iconoclastas, derribemos sin compasión las verdades establecidas y eternas, abramos la brecha del pensamiento crítico hasta consigo mismo, desafiemos la autoridad, el orden, la moral, el respeto y sus ídolos, sólo así empezaremos a cambiar el mundo.

Presentación del blog Incursiones

Hola a todos.

El título puesto a este blog lo dice todo o, mejor dicho, intenta decirlo todo. Ante todo se trata de una llamada a la reflexión. Pero una llamada a la reflexión no puede ser tal sino cumple su verdadero cometido, el de una llamada a la provocación, a la discrepancia, a la irreverencia y a la herejía tanto en sentido filosófico como político.

Romper, deconstruir, intervenir críticamente sobre y contra lo establecido, sobre y contra el sentido común, sobre y contra el pensamiento único, sobre y contra las múltiples estructuras de dominación, sobre y contra lo políticamente correcto, sobre y contra los "idola", será siempre la línea rectora de mis intervenciones.

Puede que a muchos ese proceder no guste, pero de eso se trata de decir cosas que si en un sentido gustan, en otros disgustan y, de hecho, disgustarán a muchos causando muchos disgustos. Si eso que se llama respeto se puede mantener en las formas, prometo no ceñorme al mismo en los contenidos.

Desde este momento, a todos los que entren en esta nueva página les doy mi bienvenida. A quienes se puedan sentir incómodos por la temática de alguno de mis escritos, que no digan que no les ha avisado.

Un saludo

 

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