viernes, 3 de febrero de 2012

Colonización, conquista, dominación y ocupación. Hologramas y sistemas de sujección


Solemos partir de una noción matriz cuando nos referimos al colonialismo, identificado mecánicamente con el imperialismo, como la subordinación política, económica y tributaria de distintas provincias y territorios a un mismo centro colonial. Una misma palabra cuando se utiliza para identificar fenómenos distintos tiene la virtud de confundirnos. O bien cuando se conceptúa bajo una misma denominación hechos e instituciones distintos en base a que comparten una serie de rasgos y características formales comunes se corre el riesgo de englobar cosas distintas bajo una única denominación. La Historia nos presenta el caso de un tipo de colonialismo muy extendido en el mundo antiguo. En concreto, el de griegos y fenicios. Jamás ha existido un imperio griego salvo el Imperio Macedonio de Alejandro Magno ya entrada la época helenística. Los colonizadores griegos a los que me refiero fueron quienes desde el siglo VIII al V a.c. se asentaron a lo largo y ancho del Mediterráneo, incluido el Mar Negro. Fundaron Polis hologramáticamente calcadas de la Polis original sin que los ligara a la ciudad madre de la que partió la expedición vínculos políticos de ningún tipo. El modelo se pudiera parecer muy bien al de cualquier ser vivo que esparce su especie diseminando huevos y semillas cuyas crías crecen y se desarrollan sin relación alguna con la madre que las hizo nacer. Los griegos y fenicios sembraron sus semillas por todo el Mediterráneo, clonaban su cultura y estructura política

La colonización griega nada tiene que ver con el actual sentido que se le da a la palabra. No se trataba de incorporar territorios conquistados en beneficio de una metrópolis, es decir, en nada se asemejaba al imperialismo ni al colonialismo. En las nuevas ciudades fundadas reproducían, obviamente, sus mismos esquemas culturales y la Identidad griega se mantuvo hasta el final, desde la estructura política hasta la organización de la actividad económica. Para la elección de los nuevos asentamientos donde habían de fundar las nuevas Polis preferentemente fueron enclaves del litoral mediterráneo. En el origen de los movimientos colonizadores hemos de buscar los movimientos migratorios provocados por la escasez de recursos y el incremento de la población. Los fundadores de colonias generalmente eran agricultores desposeídos o stenochoria que se embarcaban en expediciones organizadas por la ciudad. Al mando de dichas expediciones se situaba un jefe (oikistés) que, tras consultar el oráculo de Delfos sobre el lugar más idóneo donde instalarse, fundaba una nueva polis independiente por completo de la ciudad madre a la que no estaban unidos por vínculos políticos sino meramente afectivos. El mayor número de fundaciones se produjo entre los años 750 y 675 a.c. y afectaron sobre todo a Sicilia y al sur de Italia. El segundo periodo ocupa aproximadamente desde el 675 hasta el 550 a.c. teniendo lugar su expansión a lo largo de toda la costa mediterránea.



Ejemplos de Colonias griegas: Naucratis (Egipto), Siracusa, Catane, Himera y Gela (Sicilia), Taras, Síbaris, Región, Neápolis y Cumas (Sur de Italia) Ampurias, Hemeroskopion y Mainake (España), Cirene (Libia), Massalia (Francia) y Alalia (Córcega).

El imperialismo y colonialismo europeo que se extiende a partir del siglo XV se nos presenta, al mismo tiempo, un concepto confuso y ambiguo. Tomemos dos modelos continentales objeto de colonización: América y África.

AMÉRICA: Veremos como Europa se proyectó en América como un holograma. Transmitió su estructura social, política, religiosa y hasta su idioma a lo largo y ancho del continente, A partir del siglo XVIII las nuevas colonias, en su lucha por la independencia, construirán Estados análogos a los europeos. De resultas del proceso nos encontramos ante una América inglesa e irlandesa, una América francófona, una América holandesa, una América española y una América portuguesa. Más tarde veríamos cómo un norte industrial, anglófono y protestante, implantaría su hegemonía sobre un sur agrícola, hispánico y católico, El nuevo continente ale invadido, asimilado, colonizado y posteriormente independizado. Articulé su estructura política y cultural sobre los elementos aportados por las metrópolis matrices reduciendo a la marginalidad las estructuras políticas y culturales indígenas. América creó Estados sin Historia o con una Historia importada de Europa. América no conoció la cultura greco-latina ni el feudalismo ni el Renacimiento. América no importó reyes porque su lucha por la independencia se desenvolvió contra los monarcas europeos. Sin embargo, la América del Norte hizo suyos los principios de la Revolución Industrial, implantó sus propios principios del liberalismo y se benefició sobremanera de las oleadas de migraciones procedentes de la vieja Europa. El proceso de capitalización americano no conoció la lucha de clases al modo europeo. La acumulación primitiva se llevó a cabo mediante la importación de mano de obra esclava procedente en su mayor parte del Golfo de Guinea. En cierto modo, la colonización africana se puso al servicio de la colonización americana: Bartolomé de las Casas, Motolinía y demás defensores de los derechos de los indígenas americanos no mostraron los mismos escrúpulos para con los indígenas africanos.

América del Norte implantó su nuevo orden económico con una mínima resistencia social, la propia de indígenas nómadas paleolíticos, llamados hoy amerindios. Ocupó y desalojó inmensos territorios vírgenes, construyendo el sistema su propio campesinado, un campesinado que desconoció por completo los vínculos económicos de tipo feudal y vasallático y que desde el primer momento empezó a producir para el mercado. Al mismo tiempo cruzó el territorio de Este a Oeste con sus grandes medios de comunicación, el ferrocarril y el telégrafo. Se fundaron las primeras ciudades-capital (en el sentido de centros de acumulación económica y de dirección político-administrativa)

América desechó los idearios revolucionarios europeos decimonónicos, rechazó el socialismo y creó su propio sistema político al más puro estilo capitalista, donde la carrera política estaba concebida como una prolongación de la carrera económica, donde los partidos, más que como estructuras de mediación política e ideológica con la ciudadanía al modo europeo, intervenían como maquinarias electorales.

La América Central y del Sur construyeron también su propia Historia. Los conquistadores españoles hubieron de diezmar dos grandes imperios agrícolas, el azteca y el inca. Sobre sus cenizas establecieron su propia estructura política

ÁFRICA: Decididamente, Europa no se ha reproducido en África al modo americano, australiano o neozelandés. África no construyó, ni de lejos, estados similares a los americanos. Diversos factores son los que convergen en el origen y configuración de esta diversidad colonial, que van desde el factor bioclimático, al socio-estructural. Desde cierta perspectiva podría decirse que África llegó demasiado tarde a la colonización y demasiado pronto a la descolonización. Pero es ese un juicio un tanto apresurado y una apreciación un tanto ficticia. Nos habíamos olvidado de que Europa tiene un Norte geográfico, económico y político y un Sur geográfico, económico y político (que actualmente se ha ampliado hacia el Este), que con América sucede un tanto de lo mismo y que, a un nivel mundial global, África se sitúa al Sur de todo, hasta de la misma supervivencia. El capitalismo no crea hologramas estructurales. Favorece, no obstante, la mundialización a través de los grandes medios de comunicación de masas, aunque no una capitalización simultánea en todos los rincones del planeta. Las grandes áreas de desarrollo y acumulación crean al mismo tiempo grandes zonas de dependencia. El capitalismo ha invertido la lógica de los antiguos mitos del Edén, de Síbaris o de Jauja en el sentido de que riqueza natural no implica necesariamente riqueza económica. Gran Bretaña es un país extremadamente pobre en recursos propios. Brasil y Nigeria, por su parte, son países muy ricos en recursos naturales. Sin embargo, los índices económicos de uno y otros países nos muestran precisamente todo lo contrario.

África, salvo el África del Sur, nunca fue colonizada. Fue, sin embargo, ocupada, repartida y administrada. Los nativos, salvo exiguas minorías, no asistieron a ningún proceso de aculturación (salvo el fenómeno de colonización cultural que se produjo por la vía de las misiones). Tampoco se crearon asentamientos económicos sino plantaciones y explotaciones en las que fue empleada abundantemente la mano de obra autóctona. Los indígenas no fueron apartados del proceso general de colonización ni recluidos en reservas salvo la excepción de África del Sur. La riqueza invertida y producida no repercutía en la colonia sino en la metrópolis. A las colonias regresaban los beneficios imprescindibles para el mantenimiento de la administración colonial y la financiación de una más que barata mano de obra aborigen. Mientras tanto, las estructuras tribales permanecieron prácticamente intactas en lo político. En el plano económico la población, salvo escasos núcleos, abandonaba la economía nómada, horticultora o cazadora-recolectora para incorporarse paulatinamente al nuevo sistema como mano de obra asalariada. El sistema colonial, sin embargo, aún respetando los diversos regímenes de agregación política autóctona, entró en el juego de la distribución de poderes y privilegios a distintos clanes tribales y étnicos en detrimento de otros. Ello trajo consigo el que dichas comunidades nunca desarrollaran procesos de integración y agregación política más allá de los meramente tribales. Bajo el sistema colonial dichas escisiones fueron acentuándose y agravándose con una dureza inusitada .

La descolonización africana ha llegado a crear auténticos monstruos. Caníbales como Idi Amín Dadá, el Emperador Bokassa, Mobutu, Siad Barre o Teodoro Obiang que, apoyados por mercenarios occidentales, han ocupado los palacios presidenciales y han empleado toda su energía, su única formación recibida de los ocupantes, la militar, para aniquilar drásticamente a sus adversarios tribales, aunque esta vez, ni con lanzas ni con flechas ni hachas, sino con armas automáticas, introduciendo sus cuerpos en las despensas y cámaras frigoríficas de palacio. Por puro convencionalismo más que por otra cosa solemos llamar Estados a entidades como Zaire, Angola, Namibia, Burundi, Togo, Burkina Fasso, Chad, Sudán, Sierra Leona, Senegal, Somalia, etc. cuando en realidad no son tales. Son meras demarcaciones territoriales trazadas con escuadra y con compás a las que se les ha puesto un nombre para distinguirlas de las demás. Los pigmeos ¡Kung no tienen patria, solo reconocen territorios de caza, lo mismo se puede decir de los nómadas Masai que, como tales nómadas que son, no reconocen Estados, ni fronteras ni asentamientos fijos de ningún tipo, son apátridas por antonomasia. La descolonización africana, más que a la liberación de los pueblos, a lo que ha contribuido ha sido a la gestación de formas tanto más opresoras y esclavizadoras que aquellas a las que expulsó, a la ampliación de estructuras tribales incapaces de establecer nexos orgánicos ni de ningún otro tipo con las restantes.


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