martes, 3 de marzo de 2015

TRANSGRESIÓN Y DERECHO


El derecho es, por excelencia, el reino de las Identidades sociales y políticas. Los sistemas normativos regulan la constitución y el funcionamiento de las instituciones políticas, administrativas y económicas. El reino del derecho es, a la vez, el reino de las formas y estructuras organizadas, el rígido cascarón donde se introducen los más variados contenidos sociales.

La Transgresión al derecho reviste, en tanto que negación del derecho, sus propias consecuencias represoras. El derecho está dotado de tal fuerza identitaria y de tal capacidad de reconducir toda realidad hacia sí mismo que no solo está en condiciones de determinar y definir formas y conductas positivas sino también sus propias transgresiones, disponiendo el marco y los supuestos de sanción de estas previa su oportuna identificación, a la que califica con su propia terminología ad hoc, ya sea como ilegalidad, o ilicitud cuando se refiere a casos particulares y arbitrariedad o injusticia cuando se hace referencia a la total ausencia de una normativa jurídica reguladora de las decisiones y comportamientos políticos. El derecho se determina tanto a sí mismo como a su contrario, es un indicador tanto de sí como de su propia contradicción.


Un marco tan identificador como el jurídico no podía prescindir de la necesidad de determinar positivamente sus propias transgresiones, de identificarlas como tales. De hecho, la legislación penal y sancionadora es todo un catálogo de las posibles transgresiones al derecho. El mismo principio de legalidad, nulla pena sine lege, prescribe la obligación de identificar la Transgresión como conditio sine qua nom del alcance de la norma  penal. Ante pocas áreas tan intransigentes con la Transgresión nos vamos a encontrar como ante ésta del derecho. La persecución y represión de la Transgresión por el derecho es sistemática, dado que su tendencia natural es su total erradicación.


No obstante, lo cierto es que el derecho debe su existencia misma a la Transgresión. Sin Transgresión no existirían la policía ni los tribunales. Ya se sabe, no hay policía sin delincuentes, como tampoco habría insecticidas sin insectos. Los primeros deben su existencia a los segundos. La práctica jurídica se reduce, en esencia, a un continuo trabajo de identificación. Puede que a los juristas les parezca un disparate, pero sostengo que la principal fuente del derecho es la Transgresión, en la medida en que ese perpetuo esfuerzo de identificación propio del mundo del derecho surge en su brutal contraste con la Transgresión. El derecho se encarga de rodear el mundo, identificarlo y someterlo, de clasificarlo y regularlo todo con arreglo a sus propios parámetros: lo legal, lo ilegal y lo alegal. El mundo del derecho se puede ver como un sistema de trasposición al mundo real de una constelación absorbente de prescripciones, obligaciones y prohibiciones.

Nos encontramos ante la paradoja de como el derecho puro emerge como un mundo perfecto en su técnica y racionalidad, por un lado, y, por otro, de como dicha técnica y racionalidad se ha ido configurando en el marco del conflicto, del contencioso y del litigio.  La jurisprudencia, una de las fuentes del derecho enumeradas en el Código Civil, constituida por cientos de miles de sentencias emanadas de los Tribunales de Justicia, es hija directa del conflicto y de la Transgresión. A fin de cuentas, el identitarismo jurídico se forja en la Transgresión social, su vitalidad formalista se realiza en el amorfismo social real. La Identidad del imperio de la ley y el derecho se consuma en aquellas zonas de Transgresión que se sitúan precisamente en sus márgenes.

No hay nada que más teman los juristas que las llamadas lagunas legales. El esfuerzo interpretativo e identificador del mundo del derecho es tal que gran parte de la actividad jurídica va encaminada a arbitrar las  técnicas tendentes a  detectar y cubrir por todos los medios posibles  las lagunas legales, ya sea mediante la organización de un sistema jerárquico de fuentes del derecho de carácter preclusivo, ya sea mediante el recurso a la interpretación analógica con otras fuentes paralelas, etc. 

El formalismo jurídico es pariente cercano de la lógica formal. Toda sentencia encierra en sí un silogismo, de la conducta tipificada a la conducta real. El infierno de los juristas radica en la imposibilidad de adecuar con exactitud tales silogismos. Muchos supuestos escapan a un encasillamiento jurídico. Por otro lado se advierten matices que hacen que las piezas no encajen y ahí está el proceso y el juicio contradictorio, el mecanismo del cual se vale el derecho para establecer y aplicar sus normas y consecuencias identitarias. Abogados, por un lado, fiscales, por otro, extraen de una misma norma enfoques opuestos y antagónicos, aducen pruebas de valor previamente catalogado por el derecho y al final se sujetan al veredicto del juez 

Todo derecho enumerado es una determinación positiva y negativa a un mismo tiempo. La determinación de un derecho subjetivo o de una situación jurídica de poder es, a un mismo tiempo, una exclusión de sus tentativas de Transgresión, su defensa es también su lucha contra la Transgresión. El robo determina la propiedad del mismo modo que lo pudieran hacer sus propios mecanismos identitarios, a saber, la Notaría o el Registro de la Propiedad.

DELINCUENCIA Y TRANSGRESIÓN

Cuando leí por primera vez la Política de Aristóteles hubo algo que me llamó la atención sobremanera. En el capítulo dedicado a la economía y crematística, describía de forma llana y sin prejuicios de ningún género, una enumeración de las distintas actividades económicas humanas que no se procuran el sustento mediante el cambio y el comercio. La relación empezaba con el pastoreo, para seguir con la agricultura y para terminar con las distintas formas de depredación:  la piratería, la pesca y la caza[1]. Lo más curioso es que incluía la piratería entre  las distintas formas de caza. En cierto modo, Aristóteles no se equivocaba. En este mundo la calificación que se de a las actividades humanas puede ser una cuestión de dimensión. Al pequeño prestamista se le ha dado siempre un calificativo despectivo, el de usurero. Sin embargo, al gran prestamista se le llama Banco u Entidad Financiera. Al depredador de bienes ajenos a pequeña escala se le llama pirata. Al depredador a gran escala se le denomina Imperio Colonial: España fue el Gran Pirata del Continente Americano (la obsesión y fijación contínua de sus grandes conquistadores, Pizarro, Cortés, Cabeza de Vaca, Lope de Aguirre, etc en la búsqueda de oro, Eldorado, no los hizo muy distintos del Pirata Barbarroja), Inglaterra fue el Gran Pirata de los cinco continentes: al Museo Británico muy bien pudiera habérsele llamado Museo de la Piratería colonial. El caso de Francis Drake es bastante curioso. En una situación en la que los intereses de dos imperios coloniales, el inglés y el español, estaban enfrentados, su tratamiento varió de un país a otro. Para España, cuyos buques y navíos abordaba y saqueaba, fue el pirata Draque, mientras que para Inglaterra, beneficiaria de sus acciones, fue Sir Francis Drake, corsario, caballero y vicealmirante de la Marina Real Británica.
Francis Drake

Sin duda todo es objetable. La piratería es un comportamiento delictivo porque así lo reconocen las disposiciones legales emanadas de los Estados, inclusive de aquellos que han prosperado a lo largo de su historia a costa de practicar la piratería a gran escala.

Por otra parte, la llamada delincuencia abarca un campo tan amplio de acciones humanas que no cabe encasillamiento. Toda la gama de actitudes transgresoras de la norma recogidas en los códigos penales se compendian como conductas delictivas. En este sentido la delincuencia como tal se nos presenta como un concepto jurídico cuyo común denominador radica en la Transgresión de la norma sin más. Sin embargo, los tipos delictivos que recogen los códigos penales aluden a conductas transgresoras de la más variada índole: desde aquellas transgresiones naturalistas cuya motivación última es la satisfacción del instinto, caso de los distintos delitos sexuales así como todos los que implican imprudencia y temeridad, hasta aquellas transgresiones de orden cultural en cuya base se encuentra la defensa de las instituciones e Identidades culturales o económicas establecidas cuya Transgresión se castiga: sedición, robo, malversación, cohecho, falsificación, prevaricación, etc. La sociedad se defiende continuamente  de los ataques más intolerables a su propia Identidad. En este campo la Transgresión no tiene más antídoto que la represión. No cabe integrarla ni regularla porque no existe marco social capaz de absorberla. El margen de tolerancia de la estructura social, en el sentido de tolerancia material, excluye de forma radical la Transgresión destructiva.


Ello no implica que este género de Transgresión no pueda encadenarse a los sistemas de Transgresión socialmente regulados multiplicando sus efectos. Al respecto, indicar que un problema con el que se topa el Carnaval de Río es el fuerte incremento del índice de criminalidad que se produce durante esas fechas, y es que la negación de la Identidad se convierte en un terreno abonado para la ocasión cara a la aparición de las transgresiones destructivas. De igual modo, a la Transgresión juvenil, considerada un problema de primer orden dada la precariedad de su sistema de regulación, surge con una fuerte tendencia a desbocarse, a escapar  de sus débiles marcos reguladores debido a la atracción que producen sobre ella las distintas formas de Transgresión destructiva, ligadas al tráfico y consumo de estupefacientes.  
Droga sagrada. Peyote

En toda civilización, en toda formación social y cultural, se consumen sustancias tóxicas. Empero, este consumo por lo general se produce de forma relativamente regulada y controlada y en unos tiempos sistemática y rigurosamente determinados. Los momentos del consumo y consecutiva relajación de los mecanismos inhibitorios-represivo-culturales los marca un calendario perfectamente estructurado que asigna el tiempo de la producción y el trabajo y el tiempo del ocio y de la fiesta. 
Droga sagrada. Vino

No obstante, de esos rigurosos controles carecen los grupos sociales aún no integrados en el mundo de la producción y el trabajo: a saber, la adolescencia y la juventud, lo cual convierte a los jóvenes en los seres más proclives al consumo  incontrolado de sustancias estupefacientes. Se puede decir que el incremento desbordado e incontrolado del consumo de drogas como fenómeno característico de las modernas sociedades capitalistas trae causa de un sistema que en gran parte relega la cuestión del control y regulación del consumo de drogas a los mecanismos-automatismos del mercado. El mercado de las formaciones sociales capitalistas, que descansa sobre el principio de la maximización del beneficio y la sobreproducción a gran escala, implica la incentivación del consumo hasta su completo desboque.  Las instancias reguladoras tradicionales pasan a un segundo plano. Las capas juveniles de la población, cuya pulsión por el placer les induce, en ausencia de mecanismos reguladores,  a llenar el tiempo exclusivamente del mundo lúdico y del ocio, fácilmente tiende a la relajación perpetua, al exceso del placer y, en ciertos casos, a su completa liberación, vía consumo de drogas, de los mecanismos represivos-inhibidores-culturales


Por mucho que se quiera, no es fácil vislumbrar una nítida frontera entre el mercado (blanco) y el mercado negro, su necesario e inevitable polo transgresor, y es que la economía de mercado, organizada sobre la estructura de la mercancía, del cambio y del dinero, se constituye como una de esas Identidades a las que voy a dar en llamar débiles, por cuanto que la tendencia que engendra bajo su forma de capital es la del enriquecimiento ilimitado. Difícil resulta identitarizar aquellas formas y estructuras cuya lógica de funcionamiento y realización radica precisamente en su no sujeción a límite de ningún tipo. Y es que el capitalismo instituye como novedad el principio de la Identidad transgresora, un género de legalidad particular que continua e inevitablemente se encadena a sus consecuencias transgresoras. Los límites legales y éticos a este nuevo sistema económico poco pueden hacer cuando la lógica del valor y de la ganancia pone en funcionamiento gigantescas redes de prostitución, pornografía infantil, tráfico de drogas, fuga de capitales o especulación del suelo o cuando las formas de control político se muestran ineficaces a la hora de detener la corrupción administrativa.


En realidad, ningún organismo viviente, y la sociedad es, aparte las connotaciones organicistas, uno más de ellos, tolera los elementos tóxicos, ya sean  exógenos o endógenos. Para eliminar y contrarrestar los efectos de los primeros dispone de un sistema inmunológico, para neutralizar a los segundos se provee de un conjunto de redes y mecanismos de evacuación. Las prisiones y las cárceles se pueden concebir como depósitos de almacenaje y neutralización de los agentes transgresores-destructores (patógenos) que produce la misma dinámica social.

El penalismo se topa ante un doble dilema, el castigo y la prevención y, dentro del primero, ha de optar entre el castigo y la reinserción (o reidentificación, ya que estamos hablando en estos términos) . Sin duda, en este ámbito, la retórica dista años luz de la realidad. Las modernas sociedades capitalistas acostumbran a convivir con un margen de delincuencia siempre y cuando este se sitúe dentro de unos límites razonables,-  del mismo modo que admiten incluso exigen una tasa de desempleo tolerable. Los más cínicos economistas consideran que cierto índice de desempleo es saludable para la economía, en la medida que la disposición de una reserva de mano de obra permite que los engranajes del sistema se lubriquen en el sentido de neutralizar el absentismo laboral y permitir una mayor competencia en la oferta de mano de obra. En esta dirección se alude a la existencia de una Tasa Natural de Desempleo[2].-  Del mismo modo, cierto margen de delincuencia, o de este género de Transgresión, justifica y legitima la presencia, existencia e intervención de los mecanismos identitarios estatales. Como habíamos advertido a propósito del Derecho, en el presente caso la Identidad se crea y produce, o, lo que viene a ser lo mismo, le debe su misma vida a su interacción con su polo antitético y transgresor. Sin delincuentes no pueden existir los policías del mismo modo que sin caza no puede existir el cazador. De este complejo circuito mutuamente recursivo nace el Estado como tal. El Estado, para constituirse en garante de la paz social  o de la identidad social ha de vivir, sumergirse y realizarse en el conflicto social o, lo que viene a ser lo mismo, en la transgresión social.


La dicotomía, ya clásica en ciencia política, Estado/Sociedad Civil se puede contemplar, desde cierto punto de vista, como una relación Identidad/Transgresión. El Estado, como estructura política organizada, se superpone a una sociedad amorfa e inorgánica, compuesta por millones de ciudadanos, productores y propietarios, habitantes permanentes y transeúntes, familias, asociaciones, grupos, etc. pero el Estado no se limita a superponerse y lo que busca en todo momento es sujetar a esa sociedad amorfa y descompuesta a su propio metabolismo, imprimirle su impronta identitaria. El Estado, desde cierto punto de vista, se produce y reproduce en la sociedad civil y, en el fondo, esa imposibilidad absoluta de control sobre la sociedad civil es lo que en realidad da vida al Estado, es lo que lo mantiene en funcionamiento perpetuo.












[1]Aristóteles: La Política. Pág. 60. Editora Nacional.  1981, Madrid

[2]Un manual para estudiantes como la Economía de Paúl A. Samuelson y William D. Nordhaus nos ilustra sobre la Curva de Phillips, uno de esos diagramas de coordenadas  cartesianas ordenadores de ese tipo de relaciones inversamente proporcionales que tanto gustan a los economistas y que nos obligan a elegir entre una cosa y otra. En esta ocasión no se trata de elegir entre los  cañones o la mantequilla sino entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo. A más desempleo, menos inflación, a menos desempleo más inflación. Así que la tasa natural de desempleo (¡cómo se nota que el que ha escrito ese libro no es un desempleado!) es aquella en que la presión al alza sobre los salarios generada por los puestos vacantes es exactamente igual a la baja sobre los salarios generada por el desempleo (Paúl A. Samuelson y William D. Nordhaus: Economía..Pág. 384  Mac Graw Hill 1990, Madrid)

miércoles, 27 de agosto de 2014

Cómo envasar y etiquetar fácilmente un producto: "argumentum ad Hitlerum o argumentum ad nazium"

Es comprensible que en el escaso argumentario político del adolescente radical la acusación de ser un fascista, tomada como calificación y ofensa al mismo tiempo ocupe un lugar central. Pero cuando le preguntas qué entiende por fascista la cosa se complica o, mas bien, se reduce a sinónimo de autoritarismo, imposición por la fuerza, actuar con malas maneras, incuestionabilidad del liderazgo, etc, caracteres tan vagos que muy bien podrían aplicarse indistintamente al faraón Amenhotep IV, a Nabucodonosor, a Tiberio, a Carlomagno o al Papa Julio III, a Napoleon Bonaparte, a Bismarck o a un padre de familia de moral y normas estrictas.






Si bien es explicable que un adolescente incurra en este tipo de simplificaciones y vulgarizaciones, dados sus escasos conocimientos políticos, resultan bastante mas curiosos los esfuerzos invertidos por la intelectualidad de la derecha política y mediática, encaminados a la utilización sistemática de la falacia "reductio ad hitlerum o ad nazium" como dedo acusatorio contra sus oponentes. Con esa falacia se puede argumentar contra todos los vegetarianos, puesto que Hitler fue vegetariano, contra los amantes de los perros puesto que amó a su perro y así un largo etcétera. Lo grave es que no se limitan a señalarla, pues su esfuerzo va mucho mas allá, llegando al extremo de buscar argumentarla racionalmente.

Es el caso del sociólogo Amando de Miguel, que escribe el siguiente artículo, todo un exponente de indigencia intelectual suprema


Ya sabemos que toda crisis sistémica abre las puertas a un cuestionamiento radical del orden establecido,a la emergencia de nuevas clases que se disputan la hegemonía, a nuevos valores, movimientos sociales, partidos. Las revoluciones no suelen nacer en los parlamentos, generalmente lo hacen en la calle, ese medio tan satanizado y vilipendiado por este señor autodenominado sociólogo .... Pero el que está dispuesto a buscar nazis, acaba encontrándolos hasta bajo las piedras: verá nazis entre los jacobinos, entre los cartistas, entre los carbonarios y en cuantos se le antoje. Un dato curioso: la particular cacería de nazis emprendida por estos personajes siempre mira hacia la izquierda. Preferirá ver nazis antes en Podemos que en España2000, antes en Syriza que en Amanecer Dorado, antes en el Front de Gauche de Melenchon que en el Frente Nacional de Marine Le Pen. Son así, no tienen remedio.

Los fascistas y nazis de entreguerras no son precisamente descamisados sino mas bien todo lo contrario, uniformados. El uso del uniforme paramilitar sintonizaba con el concepto de partido como formación político-militar, siendo el origen de los fasci di combatimento los arditi, formados por excombatientes de la PGM. Parece ser que el articulista se ha confundido con el peronismo o con los sans culottes o descalzonados de la Revolución francesa. Y es que ver nazis donde no los hay suele acarrear estas consecuencias.

En cuanto a la apelación a símbolos paganos, primitivos, mágicos como elementos definitorios del nazismo tampoco resulta demasiado afortunada que digamos, puesto que la Estrella de David o hexagrama, emblema nacional del Estado judío de Israel,  también tiene en su origen paganismo y esoterismo puesto que representaba tanto la unión de los cuatro elementos (Tierra Agua; Fuego Aire), las  conjunciones planetarias,  así como la unión de lo masculino (triángulo invertido) con lo femenino (triángulo recto)  Para el hinduísmo (¡curiosa coincidencia con la svástica!) se trataba se un símbolo solar llamado Surya Yantra. Son así, no tienen remedio.





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domingo, 17 de agosto de 2014

Un ateo opina contra otro "ateo"


Cuando llega alguien autodefiniéndose como ateo, agnóstico, etc para a continuación soltar alabanzas y bendiciones a la labor social de la Iglesia, lanzando como colofón toda su artillería pesada contra el laicismo hay algo raro por medio. Me recuerdan mucho a los del "yo no soy racista pero..." siendo esa objeción una cláusula "excipiens excipiendis" a su declaración antiracista inicial que queda totalmente invalidada.

El ateísmo confesionalista es mucho mas que un simple ateísmo políticamente correcto, es el flanco de batalla en el que se desenvuelve el confesionalismo integrista católico en el plano puramente político, que no es el de sus contenidos ideológicos y doctrinales sino el de sus posiciones y privilegios políticos y económicos en el juego del poder. Para centrar el campo de batalla en sus objetivos básicos necesitan previamente desembarazarse de un lastre doctrinal e ideológico que les permitirá enarbolar la bandera de un clericalismo racionalista, objetivista y escéptico.

Es lo que sucede con el artículo que a continuación enlazo.



Mis comentarios al respecto.



Empezaré diciendo que el autor es un bobo de solemnidad. Como dice uno de los comentarios, mal comienzo es ese de insultar a Robin Williams llamándole tontorrón para exaltar la memoria del misionero fallecido. Lo único que hizo Robin Williams fue morir el mismo día que el jesuita.



Otra comparación absurda: valorar mas a un misionero limpiándole pústulas a los negros que el legado del racionalismo y el positivismo occidental. 



Si hoy existen enfermedades infecciosas erradicadas como la viruela, ese trabajo no se ha hecho limpiando pústulas sino desde cómodos laboratorios guiados metodológicamente por el racionalismo y el positivismo científico y con una adecuada utilización de recursos materiales, protocolos, grupos experimentales y grupos de control, y personal mínimamente cualificado: investigadores, bioquímicos, farmacéuticos, etc. 



Se puede asegurar que todas esas instalaciones racionalistas han
salvado mas millones de vidas humanas que todos los misioneros y oenegés bienintencionadas juntas. Personas como Jenner, Pasteur, Fleming, Koch, Chain, Flore, hábiles observadores, no entregaron su vida por nadie pero salvaron millones de vidas sin necesidad de desplazarse a los lugares geográficos donde se focalizaban las infecciones. Es curioso que estas cosas se planteen siempre en clave mesiánica de situaciones límite, y es que 16 siglos de cristianismo no pasan en balde. Es curioso, pero la penicilina fue criticada por ciertos grupos religiosos para los que la sífilis era un castigo divino al que no debería oponerse la intervención humana, también la santa monja de Calcuta llegó a decir que el SIDA era el justo castigo a una conducta social desviada. Los metodistas también condenaron la invención del pararrayos por Benjamín Franklin ¿de qué otro modo podía manifestarse la ira de dios?



Por cierto, cuando los dirigentes políticos obedecen ciegamente las directrices nacidas de los prejuicios de una confesión religiosa, perjudican gravemente tanto a la ciencia como a la humanidad. Fue el caso de cuando los gobiernos Aznar, aconsejados por la Iglesia Católica, paralizaron la investigación con células embrionarias, dejando en un cajón las futuras posibilidades de esa línea de investigación científica cara a una  posible regeneración de células y tejidos nerviosos (¿os imagináis lo que podría suponer para los parapléjicos y para las personas afectadas de Alzheimer?), clonación de órganos para trasplantes, etc  Por cierto, el Papa Benedicto XVI lanzó instrucciones criminales prohibiendo el uso del preservativo para evitar la propagación del SIDA. Afortunadamente, los misioneros no le hicieron ni caso.



Esta es la opinión de un ateo, consciente y consecuente de su ateísmo,, condición de la que me siento orgulloso, y no la de un pseudoateo libertadigitalizado y enmarhuendado que no sabe que el cerebro es algo que se usa para algo mas que embestir.

viernes, 8 de agosto de 2014

Ciencia y Religión

Final película de Stanley Kramer La Herencia del Viento
La película norteamericana de 1960 "La herencia del viento" que trata sobre el Juicio de Scopes(conocido popularmente como el Juicio del Mono), un proceso en el que se enfrentaba el evolucionismo con el creacionismo así como la licitud de su enseñanza, tiene un final bastante pintoresco. En un acto de absurdo eclecticismo, el abogado defensor de la causa evolucionista que es el personaje interpretado por Spencer Tracy, toma los dos libros enfrentados, a saber, la Biblia y el Origen de las Especies de Darwin, los sopesa y se los lleva consigo.


El gesto, repito, resulta absurdamente sorprendente. Un texto no guarda relación alguna con el otro, ni sus objetivos, ni sus motivaciones  ni el contexto en el que surge ni las necesidades que satisface, ni sus destinatarios, ni los resultados que se espera son los mismos.
Mito egipcio de Geb y Nut

Para completar su ecuanimidad el protagonista debió haber colocado junto a la Biblia otros libros y textos  igualmente religiosos con sus respectivos mitos de la Creación, como la Teogonía de Hesiodo, el Mito de los Misterios Órficos, el Mito egipcio de la Creación y la fusión de Nut y Geb, mitos esquimales, australianos, mitos solares aztecas, mayas, incas, Aymaras, el Popol Vuh, esquimales, etc, tan respetables y dignos de ser tenidos en consideración como la Biblia cristiana,
Mito de la Creación Azteca
¿por qué no? Tampoco todos los creacionismos son iguales, pues los primeros dioses, incluido el dios cristiano, no son creadores de un universo desde la nada, mas bien son demiurgos, razones inmanentes al mundo, nada transcendentes,y, al igual que los antiguos dioses griegos, ordenadores de un universo preexistente sumido en el caos pero, ni mucho menos, creadores de los materiales, El creador "ex nihilo", desde la nada, fue una invención tardía de San Ireneo de Lyon retomada por San Agustín de Hipona en sus Confesiones. Pero la cuestión se complica en cuanto advertimos que al lado de las teístas propiamente dichas existen religiones no teístas y, por tanto, no creacionistas, como 
el budismo, el jainismo, el taoísmo y el confucianismo.
Mito de la creación australiano: La Serpiente del Arco Iris

¿Realmente existe el dilema creacionismo versus evolucionismo? Evidentemente no. pues mas apropiado que referirse al creacionismo sería hablar de creacionismos en plural, ni uniformes ni homogéneos  tan opuestos y divergentes como contradictorios entre sí, sobre todo teniendo en cuenta que en la misma Biblia cristiana (o Tanach hebreo) no se narra un solo Génesis, sino dos, con dos versiones distintas de la Creación, cuyos artífices son deidades distintas; en uno, los Elohim, comunidad de dioses, en el otro, YHWH, un acrónimo de una deidad innombrable. Como acabo de afirmar existen religiones creacionistas y no creacionistas y, como padres de estas,nos encontramos con los animismos.



Mito Hindú,  tortuga sostiene 4 Elefantes  camino del Ourobouro.
Si el objetivo de la ciencia fuese desmontar la Biblia, triste ciencia sería esa. Ni la ciencia es una religión invertida ni el objeto de lo religioso es el conocimiento o la comprensión de las leyes naturales, mas bien la adoración de estas. Hablamos de ámbitos totalmente distintos. Otra cosa muy diferente son las reacciones que en lo religioso suscita  la legalidad natural puesta de manifiesto por la ciencia. 


El hecho de que choque el funcionamiento del sistema planetario, las teorías sobre el origen del Universo o sobre el origen de la vida y de las especies con una determinada mitología religiosa activa los mecanismos de defensa interna de las religiones organizadas. El llamado creacionismo científico, nacido básicamente en el medio protestante norteamericano, es claramente una simple reacción defensiva a la que se han sumado científicos cristianos que en realidad son predicadores evangélicos carentes de ética y escrúpulos como Michael Behe.

Creacionismo tradicional
Evolucionismo creacionista católico
Pero no todos los sistemas de creencias reaccionan del mismo modo.ante ideas distintas y/o adversas. Suelo equiparar los sistemas de creencias con los organismos vivientes en tanto que se rigen por pulsiones e instintos análogos ligados a su preservación y conservación. Téngase en cuenta que jugar con la analogía, organicista en este caso, tiene sus riesgos siempre y cuando no se controlen y limiten términos y contexto. No todos los sistemas de creencias (o institucionales) reaccionan igual ante la presencia de un cuerpo extraño que pueda implicar un riesgo. Unas se retraen e impermeabilizan activando al máximo su sistema inmunológico, sería el caso de pentecostalistas y evangélicos norteamericanos, otros, en cambio, se flexibilizan cediendo terreno y tratando de incorporar a su sistema determinados elementos previamente digeridos y adaptados a su dogmática. Fue el proceder del catolicismo romano desde que tendió el puente a las nuevas ideas a través del pensamiento del jesuita francés Teilhard de Chardin. Mientras el protestantismo anglosajón presentó batalla, el catolicismo optó por otra alternativa, replegarse y asimilar para evitar un frente de batalla dada la existencia de una factura histórica bastante elevada: Giordano Bruno, Galileo Galilei, Giulio Cesare Vanini, Pietro d´Abano, García de Orta ...

El protestantismo y sus pseudocientíficos han creado "ad hoc" tres conceptos nuevos: complejidad irreductible, diseño inteligente y principio antrópico (los dos últimos artículos pertenecen a este mismo blog) no nos llamemos a engaño, de lo que se esta hablando en realidad, aunque de modo eufemistico, es de creacionismo. Lo que sucede es que el creacionismo no suele entrar presentando batalla con sus disparatadas propuestas positivas, como la de la Tierra Joven, de 4000 a 5000 años, porque es algo insostenible desde el ambito cientifico. Su estrategia es otra, la de plantear preguntas irresolubles o preguntas sin respuesta desde una perspectiva evolucionista.

En realidad la respuesta adecuada a tanta conjetura son las palabras de N.J. Matzke, estudioso de la evolucion del flagelo bacteriano v "La ciencia avanza proponiendo y poniendo a prueba hipotesis, no declarando preguntas como incontestables" 


Los científicos políticamente correctos han elaborado un nuevo concepto encaminado a conciliar la ciencia con la religión, el de Magisterios que no se superponen (MANS). Parece ser que ciencia y religión tienen objetos y ámbitos distintos. El de la ciencia, el conocimiento positivo, el de la religión, la fe. 


Así que conforme a esta postura la fe y el conocimiento intervienen en esferas distintas y no tienen por qué solaparse.


Un defensor de esta postura fue el paleontólogo y divulgador científico norteamericano Stephen Jay Gould quien, por cierto, sí combatió activamente al magisterio de los creacionistas evangélicos, muy fuertes por cierto en ese país y que contaban entre sus aliados al cretino de George Bush entre otros, y cuyo magisterio sí que se superpuso pues mantienen una viva cruzada contra las enseñanzas de la teoría de Darwin.


Gould se refería a la Iglesia Católica que nominalmente no rechaza la evolución al no sentirse ligada al dogma de la inerrancia bíblica, a diferencia de los protestantes.


Pero la realidad es que sí se superponen: cuando la Iglesia da directrices morales y éticas contra el uso del preservativo para evitar el contagio del SIDA, con su oposición a la investigación con células madre, está superponiendo su magisterio al de la ciencia, cuando dan indicaciones a los creyentes sobre la salvación de su alma inmortal, aún cuando el alma es un ente inexistente, están haciendo exactamente lo mismo.


No, en realidad ni hay ni podrá haber nunca forma alguna de compaginar lo incompaginable.

viernes, 1 de agosto de 2014

Para una comprensión materialista del concepto de belleza

No sé por donde empezar o, mejor dicho, se por donde no quiero empezar. No quiero entrar definiendo conceptos ni tampoco en divagaciones abstractas sobre la belleza en sí misma, la subjetividad de lo bello, la cualificación del gusto (un concepto bastante digestivo y sobre el que se dice nada hay escrito), los parámetros de belleza y un largo etcétera, porque tomar ese camino es perderse en el laberinto.

Así que lo primero que haré será invitaros a hacer un viaje en el tiempo, un viaje al pasado de unos homínidos simiescos de hace 1, 2, 3 millones de años del sur y sureste de África. No creo que esos homínidos conocieran parámetros de belleza, aunque podían muy bien ser capaces de visualizar entornos confortables, seguros y agradables, lugares con agua, ríos, cascadas, lagos, árboles, abundante vegetación y un vistoso colorido de frutas, hojas ... o, dicho de otro modo, fuentes de alimento, bebida, lugares donde poder esconderse y defenderse de los depredadores. Hoy en día, aunque muchos de nosotros viven en bloques de hormigón, seguimos sabiendo apreciar y distinguir un "bello" paisaje rico en esos elementos naturales de un paisaje agreste, desolador, árido y, en general, peligroso.

Con esta introducción no quisiera induciros a una concepción de tipo excesivamente utilitarista para derivar de ahí el concepto de belleza. Por eso tomaré el hilo de la estructura de nuestra percepción sensorial. Como todos los primates, nuestra visión es estereoscópica, binocular, lo que nos permite captar el espacio y sus formas. Nuestra visión, no siendo tan nítida como la de las aves, capta un gran abanico de colores. En suma, nuestras facultades oculares, auditivas y táctiles, como fuente de supervivencia, priman sobre las olfativas y se desenvuelven en el ámbito del espacio y el tiempo.

Espacio y tiempo serán tanto los marcos de nuestra percepción como de nuestra representación del mundo. Somos seres cíclicos, rítmicos  y simétricos (es el a priori de nuestra propia constitución biológica) y en nuestra actividad cotidiana, práctica, reproducimos ciclos, ritmos y simetrías como condición previa a una mínima asimilación de orden y armonía.


Pero todavía no hemos entrado en el quid de la cuestión. El que las hembras de pavo real, a través de un largo proceso evolutivo, hayan acabado seleccionando a los machos dotados de un plumaje mas vistoso y lleno de colorido no significa que se rijan por cánones o parámetros de belleza, también las abejas y los insectos en general se han ido encargando de crear las flores, seleccionar sus formas y colores a lo largo de millones de años y tampoco significa que la estética dirija su evolución. Sin embargo, nuestro propio instinto heredado nos ayuda a apartarnos de lo podrido y maloliente, de lo repulsivo, que en cuestión de alimentos es lo tóxico, y nuestro sentido innato de lo simétrico, de lo ordenado nos induce a apartarnos del ser de estructura asimétrica, caótica y desordenada y a identificarlo con el monstruo o lo monstruoso. En definitiva, la tendencia es a producir y a reproducir la secuencia rítmica y armónica del espacio social construido por el hombre.


Belleza es un término muy amplio, tan amplio que excede del campo del arte y se aplica indistintamente a la naturaleza o al sexo y, si hablamos de belleza en el sexo ya nos estamos introduciendo de lleno en el campo de la cultura humana, tan variable de un lugar a otro y de un tiempo a otro y, de nuevo, en el campo del relativismo mas radical: los Kawelka se arrancan los incisivos para parecerse a los rumiantes porque, a su parecer, los rumiantes son bellos, los Padaung de Kampuchea creen que las mujeres son mas bellas cuanto mas largo sea su cuello, los chinos aprecian como mas bellas a las mujeres de pies mas pequeños, las mujeres Mursi se introducen un plato en el labio para realzar su belleza...


Tocamos un tema paralelo al del Bien y el Mal aunque dotado de muchísimas mas connotaciones y factores influyentes de orden biológico y socio-cultural.

La hominización genera la cultura pero, no nos equivoquemos, la cultura también genera la hominización. A través de la cultura el hombre se apropia de la naturaleza, se construye su propio espacio y acaba domesticando a los animales y cultivando las plantas. Lo que no se advierte fácilmente es que en virtud del mismo proceso el hombre acaba domesticándose, adiestrándose y cultivándose a si mismo. Como proceso de autodomesticación la cultura tiene un fuerte componente represivo y autorrepresivo. La cultura se constituye y emerge como represión del instinto al que desvía y culturiza nuevamente.  

Estoy seguro de que la persona que se extasía contemplando un paisaje y admira su belleza entabla con la naturaleza una relación plenamente culturizada. Se ha interpuesto un doble espejo, el de las producciones artísticas estéticas culturales que generan el estímulo sensorial sobre el espectador y su nueva reflexión en calidad de goce estético sobre el mundo natural. En el presente caso, no podemos presuponer la existencia de un vínculo originario con la naturaleza, sino de un nexo mediático, socialmente culturizado. El estímulo que produciría ese mismo paisaje sobre cualquier antecesor de homo (australopithecus o ardipithecus) no habría de ser muy distinto al que generaría sobre cualquier otro animal: alimentos, peligros, protección (si hay árboles), saciar la sed (si hay algún río).  

Cultura es ante todo emergencia. Del mundo viviente surge una única especie culturizada  porque no podía surgir de especies distintas. La cultura es absorbente e imperialista y no admite por definición la biodiversidad. Hace cincuenta mil años dos especies (no razas) de homínidos habían traspasado el umbral de la cultura.Las producciones artísticas revertirán a sus destinatarios, los órganos (biológicos) de representación sensorial, provocando como efecto una ampliación de la gama de sensaciones perceptibles en el medio natural: los colores, los sonidos, las formas, serán organizadas conforme a patrones culturales y percibidas mediante los sentidos, generarán un nuevo tipo de goce, provocarán emociones (biológicas, orgásmicas), llegarán hasta a poner los pelos de punta (los músculos capilares forman parte del sistema nervioso vegetativo, una reacción que en nosotros, paradójicamente resulta atávica, y que en el medio animal se asocia a la conducta de repeler al intruso de la misma especie para evitar la lucha, aunque en nosotros se conserva como excitación muscular asociada con el frío o con el pánico y, finalmente, como expresión de las emociones), elevará las pulsaciones, y hará entrar en juego todos los sistemas de haces hormonales, descargas de adrenalina, etc..

La música y el baile no existen en el medio natural (sobra decirlo, aunque algún astrónomo ruso haya creído encontrar cadencias musicales en las emisiones de cierta estrella) pero tendrán un papel esencial en nuestros rituales de cortejo amoroso. La música es organización de aquel espectro de ondas sonoras cuya frecuencia de propagación entra en la gama  perceptible de nuestro sistema auditivo. Es organización y ordenación de los tonos conforme a dispositivos internos de asimilación. La regularidad y la simetría tienen existencia física propia, no hay más que ver los sistemas de cristalización, los periodos de rotación y traslación planetaria, los ciclos que se repiten y reproducen. También tienen su propia existencia biológica: nuestro cuerpo es simétrico, el corazón palpita con una regularidad asombrosa (a la irregularidad se la llama arritmia y se la identifica como un síntoma de enfermedad). Pero la música no procede del entorno físico ni biológico ni tampoco es obra de los dioses como diría Platón. Es un producto cultural exclusivamente humano. A los sonidos que emiten los pájaros les llamamos canto por puro convencionalismo y analogía cultural; no nos engañemos, los pájaros no cantan, emiten señales de celo, de delimitación del territorio o de alarma. 


El canto no es imitación de la naturaleza porque no existe en estado natural, pero sus componentes sí: la escala de frecuencia tonal, el timbre ... aunque no siempre. No olvidemos que los instrumentos musicales (fuentes de producción de sistemas de frecuencia tímbrica) son creaciones culturales, y la misma escala de siete notas es una división convencional (existen los semitonos, además de la música atonal o dodecafónica basada en la escala de doce tonos) , por tanto, ha intervenido previamente una criba, un tamiz, un proceso de selección de sonidos o de elementos de composición musical, y lo que se asimila se ordena, se estructura, se organiza y emerge, no como conjunto aleatorio y desordenado de sonidos, sino como composición melódica armónica, temporalizada y estructurada.  

No creo que la comprensión materialista, no mística, del origen del canto y de la música deba discurrir, como es muy habitual, por las sendas del utilitarismo. Me estoy refiriendo concretamente a quienes han pretendido derivar el surgimiento del sentido del ritmo de las regularidades del proceso de trabajo, tal y como hace Lukàcs siguiendo la línea argumental trazada por Bücher  . No cabe explicar en base a principios de utilidad fenómenos tan complejos como el juego, cuya importancia resulta decisiva en los procesos de humanización y socialización.

 Hacer música no es hacer ruido. Hacer ruido expresa estados de ánimo, de jolgorio pero también puede ser una buena forma de alejar al enemigo. Sabemos que los chimpancés hacen ruido con estos objetivos, chillan, golpean el suelo con palos ramas para así alejar al intruso. Pero de aquí a la composición rítmica y melódica sigue habiendo un gran paso, pues el destinatario del arte no es un ser extraño a la colectividad sino la colectividad misma. La música solo puede ser pariente del lenguaje y la música más primitiva debió proceder del canto vocal. Las facultades inherentes a la interpretación y composición musical se las sitúa corticalmente en el hemisferio cerebral izquierdo, en el plano temporal, situado en la región posterior de la superficie del lóbulo temporal, dentro del área de Wernicke, que es precisamente el área de la audición, comprensión y elaboración del lenguaje. La estructura de nuestro aparato fonador, el descenso de la laringe hizo posible la articulación del lenguaje pero también la del canto. A la facultad de emitir sonidos articulados se le añadía la de modular tonalmente dichos sonidos. Los sistemas de integración de sonidos no tenían en este caso que acumular símbolos ni referentes, sino tonos. La construcción de ritmos melódicos requería la previa construcción de un código organizativo y normativo. Podemos asegurar que, a la vista de los sistemas de danzas existentes en las actuales comunidades cazadoras - recolectoras, donde prevalece la percusión como acompasamiento de la danza, la composición rítmica precede a la melódica. 

La música tiene la virtud de proyectar una secuencia espacio-temporal de sonidos organizados-estructurados sobre el sujeto y de generar en él emociones y pulsiones inducidas culturalmente, incluso de retroactuar en su propia composición y percepción de la naturaleza como naturaleza culturizada. Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi o la Sinfonía Pastoral de Beethoven evocan la naturaleza: cuclillos, ríos, tormentas, y puede que el auditor cierre los ojos y vea cuclillos, ríos y tormentas ..., pero, por mucho que lo intentemos, el sonido del cuclillo de la Primavera de Vivaldi no llamará la más mínima atención a estas aves en el caso de que se reprodujera esa música en el campo.  Tampoco Vivaldi o Beethoven tenían esa pretensión, pues su evocación era puramente poética y no mimética y el estilo musical del primero se enmarcaba en el Barroco Veneciano y el del segundo  en el potclasicismo, dos estilos musicales diferentes evocan de forma diferente un mismo objeto, ya no natural, sino mediado por cánones culturales.


El origen de la danza está asociado al desarrollo de las pautas motoras, ejercitadas mediante la activación de los mecanismos de refuerzo del perfeccionamiento de la conducta. La llamada Funktionslust, de la que deriva el placer de ejecutar y perfeccionar el movimiento aprendido, la reproducen ciertos mamíferos superiores. Por ejemplo, los delfines son los auténticos inventores del surfing, del placer de aprovechar el movimiento de las olas para deslizarse











sábado, 19 de julio de 2014

El mito de los dos cerebros

Al cerebro humano le cabe el honor de ser el órgano del cuerpo humano mas complejo y, por tanto, desconocido. Esta doble condición ha hecho de su estudio el principio del fin de los animismos espiritualistas y religiosos de origen platónico, gnósticos (en el sentido oriental y occidental del término) ya fueren monistas orientales (advaita vedanta) o dualistas cristianas. 

Pero, al mismo tiempo, y he aquí la paradoja. abrió un nuevo campo a la especulación y a la pseudociencia, y los nuevos conocimientos se vieron obligados a convivir con memes relacionados con el altísimo potencial del cerebro humano, siendo el mas destacado el de que tan solo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro, mitos, por otra parte, traídos de la mano de oscuros y siniestros personajes como Lafayette Ronald Hubbard, fundador de la Iglesia o Secta de la Cienciología, dispuesto como otros a mostrar las posibilidades telepáticas y telequinéticas al cien por cien de su potencial de nuestros infrautilizados cerebros. Claro, que al pobre Einstein, objeto de las manipulaciones mas variopintas y al que se le atribuyen cientos de frases y citas que jamás pronunció, elevado al altar como paradigma de la genialidad humana universal, le tocó la papeleta de convertirse en modelo de cerebro utilizado a pleno rendimiento y por encima de nuestras posibilidades.

La regionalización del cerebro no es nueva surgió en el siglo XIX coincidiendo con el origen de la anatomía y fisiología modernas. Un mapa de zonas y compartimentos estancos como el que tenemos a la izquierda donde cada una de las zonas tenía sus funciones reservadadas se adaptaba perfectamente al nivel de conocimientos de la época. Época en la que ya se habían localizado las áreas responsables del habla de Broca y Wernicke. Lo cierto es que en esa época  aún no se tenía noción de la plasticidad de este órgano y su consiguiente capacidad de sustituir las áreas dañadas desplazándolas a otras nuevas.

En la década de 1950 el neurocientífico norteamericano Paul Mac Lean desarrolló la teoría del cerebro triúnico o triuno según la cual el cerebro se puede dividir en tres estructuras principales, según la complejidad de sus funciones, hallando tres cerebros superpuestos:

- El Paleocéfalo o cerebro instintivo o reptiliano, que compartimos básicamente con el resto de los reptiles.


- El Mesencéfalo o cerebro límbico o mamífero, que compartimos con la mayoría de los mamíferos.

- El Neoencéfalo o cerebro cognitivo-ejecutivo o cerebro humano que, aunque lo poseen otros animales de forma poco evolucionada,  se puede decir que es el que nos hace humanos por el desarrollo que alcanzó en el homo sapiens-sapiens, hace unos 150.000 años, según los antropólogos.

Los tres cerebros se desarrollarían según esta hipótesis en forma de capa uno por encima del otro.

De los pluricerebros al cerebro triangular y de aquí al cerebro dual. 


El mito de los dos cerebros ha sido funcional, pues ha servido para dar explicación a ilusiones ópticas diversas. como la del sentido del giro de la bailarina  a la que los zurdos pueden observarla girando en el sentido del reloj, los diestros en contra del sentido del reloj y los ambidestros  en un instante la ven girando en una dirección y luego en la otra.

Niko Troje, psicólogo y director del Biomotion Lab en Queen's University de Canadá, explica por qué a veces la vemos girar en un sentido y en otras ocasiones en sentido opuesto: "Nuestro sistema visual, si tiene la opción de escoger, parece preferir la perspectiva desde arriba". Además, agrega:  "Es un sesgo perceptual. Tiene sentido asumir que estamos mirando desde arriba a objetos que están sobre el suelo bajo nosotros, en vez de flotando en el aire sobre nosotros".

También, aclara que nada tiene que ver el tipo de personalidad o el hemisferio dominante en la persona con la percepción del movimiento de la figura, como se había especulado.

Sin embargo, aún se siguen aportando y explicando test de identificación de colores y conceptos, como el de la imagen de la derecha, en clave de conflicto entre hemisferios cerebrales, mas que como dificultades de  interpretación de señales lógicas contradictorias en el plano analógico y conceptual, sin posibilidad alguna de encontrar interpretaciones alternativas al mito bihemisférico establecido e imperante.

El caso es que cuando un dogma científico se implanta acaba invadiéndolo todo, hasta el sentido común y al mundo de la publicidad, como en este anuncio de una marca de cerveza plagado de tópicos, aún peores que los de los ocho apellidos vascos, que identifican el sur y lo andaluz como lo pasional y lo festivo obviamente situado en el hemisferio derecho.

Afortunadamente se ha venido abajo a tiempo un mito que tiende a dividir a las personas en científicos y artistas, que pudiera tener consecuencias similares a las del determinismo genético denunciado en la película GATTACA.