sábado, 7 de abril de 2012

Las caridades y otros valores fuera de crítica


Estamos reviviendo en esta época una confluencia laico-religiosa centrada en los valores del asistencialismo caritativo. Se truecan los conceptos. La solidaridad no es lo que hasta ahora habíamos entendido por solidaridad en tanto que valor procedente de la lucha de clases entendido como unión encaminada a conseguir una reivindicación común, la huelga que une como una piña a los trabajadores de la factoría. Al solidario se le opone el esquirol, sujeto mezquino que vela por sus intereses individuales antes que por los colectivos. No se une a la huelga por miedo al despido pero sin embargo se beneficia de los resultados de la huelga sin arriesgar nada. La solidaridad solo podía concebirse como egoísmo colectivo sincronizado, un yo conjunto que defiende sus propios intereses. Ahora se habla de solidaridad como altruismo, concepto intercambiable con la caridad o como sustituto de este último (hoy día se ve feo eso de hablar de caridad, recuerda las migajas que repartían los marqueses entre los menesterosos el día de Navidad, a las fatídicas campañas de “siente a un pobre en su mesa” o a la entrega de ropa vieja y usada y juguetes rotos que antes de ir a parar a la basura se prefiere regalarla a los niños más necesitados), pero en realidad nadie es enteramente altruista, para ser altruista hay que ser antes egoísta, el desinteresado cultiva su ego en su desinterés. 


Si me hablan de alguien que mira antes por los demás que por sí mismo, les diré que ese alguien no existe o, si existiera, sería un ser inhumano, porque quien no se ama a sí mismo no puede amar a los demás, porque el mí mismo es lo que nos sitúa en el mundo, lo que nos proyecta hacia los demás, ¿quién pondría a sus hijos en manos de un suicida en potencia que dice amar a los niños sobre todas las cosas? se habla de cooperantes con el Tercer Mundo, se envía ayuda en acción, etc y lo que llega suele acabar en manos de bandas locales y de mercenarios que revenden los alimentos en el mercado negro, con lo cual incrementan su poder y sus prerrogativas (véase lo que sucedió en Somalia). Y lo peor de todo, se convierte en un reclamo publicitario para ciertas marcas y artistas que al actuar en pro del Tercer Mundo adquieren renombre y prestigio. En este mundo del Capital todo se asimila con intereses lucrativos, hasta para promocionar ciertas marcas. Por cierto, podemos ver anuncios de una marca de leche cuyo reclamo publicitario es la entrega de envases a los niños del Tercer Mundo, lo que significa que para el Capital, causante del Desarrollo Desigual de los países de la Periferia, (no del “Tercer Mundo”, concepto este totalmente anticientífico) aprovecha las penosas condiciones que él mismo ha generado en su propio beneficio, una fatídica vuelta de tuerca.

Considero que el mejor servicio que los habitantes de los países capitalistas privilegiados podemos prestar a la población de la periferia no es enviarles monjas, misioneros o médicos solidarios. Nuestro mejor servicio no puede ser otro que desembarazarnos del Modo de Producción Capitalista: nos liberaríamos nosotros (la caridad bien entendida empieza por uno mismo) y también los países periféricos se liberarían política y económicamente de su situación de dependencia (Deuda externa, política del Banco Mundial, etc). Todo ello les posibilitaría acceder a la explotación de sus propios recursos, crear sus propias Universidades para formar sus propios médicos y técnicos, y los pondría en condiciones de exigir del “Primer Mundo” la cuota de riqueza y productividad que durante los últimos siglos les ha sido usurpada por la rapacidad colonialista, que reclamen la ciencia y la técnica, los más valiosos monumentos que ha construido la humanidad a lo largo de toda su historia (un monumento más gigantesco que las Pirámides de Egipto, que el Taj Mahal, que la catedral más gótica o más barroca, el templo budista más impresionante y que las siete maravillas del mundo juntas) que se conviertan efectivamente en lo que son,  patrimonio de la humanidad y dejen de ser lo que ha sido hasta ahora, herramientas al servicio de la acumulación de capital.

Lo demás son sucedáneos para conciencias culpables, una falsa limpieza de conciencias que no hace más que reproducir la dependencia y la falta de suficiencia económica y tecnológica. Tampoco son creíbles los Programas de Ayuda al Desarrollo. España tiene su propio Tercer Mundo en las zonas beneficiarias del PER Dichas inversiones públicas no generan desarrollo económico. El Capital sabe muy bien donde invertir, en aquellos espacios donde a la inversión repercutan beneficios por duplicado y por triplicado. La inversión social no es tal inversión en el sentido capitalista del término y, por tanto, no genera desarrollo sino dependencia continuada de esa misma inversión y desempleo orgánico y estructural. Tales Programas de Ayuda al Desarrollo, en un contexto mundial de relaciones capitalistas, solo pueden generar dependencia del exterior y nuevos sistemas de prebendas neocolonialistas, jamás serán artífices de un despegue económico o de una equitativa distribución de recursos.
           
A esta empresa de crítica demoledora y corrosiva se suma mi particular obsesión por desmontar las verdades establecidas, los tópicos universales, los lugares comunes emanados del sentido común.  El discurso protocolario real o papal, el ecumenismo religioso o laico, obedecen todos a esa misma tendencia natural de señalar modos, conductas y valores de validez general para todos y sobre todos, de sentar principios universales intemporales, de establecer conceptos que a base de usarlos han perdido significado concreto y preciso. En definitiva, han marcado una tendencia a la desustancialización discursiva. 


Los imperativos exhortatorios expresan el natural vacío de lo simple: lo que queda es un humanismo abstracto (tan abstracto que pierde de vista la realidad humana que le sirve de referente) que apela a la paz, el amor, la concordia, la filantropía, los derechos humanos, el progreso, la libertad, la justicia, la solidaridad con el Tercer Mundo, las ONG(s), el 0´7 por ciento, el colapso ecológico, etc., valores expresados de un modo tan positivo y categórico que solo un monstruo sin sentimientos (“deshumanizado”) podía oponerse a ellos. Las modernas inquisiciones son inquisiciones ecuménicas, establecen marcos generales que aniquilan la diferencia y excluyen por principio el matiz, la contradicción y la perspectiva. Pongamos un ejemplo; el narcotraficante Escobar era venerado en el área de Medellín, ayudó a los pobres, construyó escuelas, viviendas sociales, hospitales, etc.  Si descontextualizamos, en su zona era un bienhechor, pero en el contexto de la lucha general contra el narcotráfico era un auténtico villano .

En suma, todo miserable expoliador y explotador tiene su lado de bienhechor pues esa es la condición de su permanencia como tal, algo así como rezaba el dicho popular: “El señor Don Juan de Robles, con caridad sin igual, hizo hacer este Hospital pero primero hizo a los pobres”. Quienes desconfiamos del ecumenismo y de las bellas palabras tenemos razones sobradas para ello. Las mayores barbaridades de la Historia se han llevado a cabo justamente en nombre del Amor y de la Justicia, las Sectas más peligrosas, aniquiladoras y destructivas lo basan todo en el Amor. La Caridad es la otra cara de la miseria y la menesterosidad. Los hambrientos, harapientos y miserables hacen virtuosos a los practicantes de la caridad. La caridad no es un atributo abstracto definitorio del sujeto mismo sino un concepto relacional, se realiza en la miseria y en la pobreza, requiere de la miseria y de la pobreza para reafirmarse y reproducirse, es ese su mismo caldo de cultivo, su nicho ecológico. Sin miseria no habría lugar para la práctica de la caridad.

En este punto soy un aguafiestas, lo reconozco, pero llegado cierto momento se sospecha de todo, de las más bellas palabras, de los principios más hermosos, de las acciones más filantrópicas. Las Organizaciones No Gubernamentales son hijas de las instituciones de caridad Se asemejan a una cortina de humo tranquilizador de conciencias, pero su operatividad es nula. Solo quedan los vacíos parabienes navideños.


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