miércoles, 4 de marzo de 2015

ARTE, IDENTIDAD Y TRANSGRESIÓN


EL ARMA DE DOBLE FILO

Se puede asegurar sin temor a equivocarse que el arte impregna de identidad toda una sociedad, toda una época, que la época y la sociedad no son comprensibles ni identificables sin el arte que producen. También se puede asegurar sin caer en el error exactamente la tesis contraria, que la producción artística y estética, como proyección social de lo imaginario, se sitúa en el polo de la transgresión de lo real, en la inserción de los deseos de una época más allá de sus límites espaciales y temporales. La multifuncionalidad del fenómeno artístico hace que se pueda situar, por lo que a sus elementos transgresores se refiere, unas veces en el terreno de las transgresiones reguladas entendida como mera evasión, otras, como punto de apertura de un nuevo género de realidades que exceden del ámbito de lo perceptible. El arte es factor identitario y transgresor a un mismo tiempo. Por tal motivo no es definible ni identificable más que como un elemento indisociable de nuestra propia existencia, unas veces identitaria y otras transgresora

IDENTIDAD, TRANSGRESIÓN Y LITERATURA

La conciencia de las connotaciones represivas características de todo proceso de identificación ha lanzado a la búsqueda de la no-Identidad a toda una legión de filósofos y literatos. La reacción contra los rígidos sistemas de identificación feudales y absolutistas impulsó a los ideólogos de la Ilustración a emprender la búsqueda de una Identidad natural opuesta a la Identidad artificial y ficticia imperante.  El Emilio de Rousseau o el Buen Salvaje de Voltaire son, más que seres sin Identidad, arquetipos, individuos dotados de una Identidad distinta.        
No deja de ser curioso que uno de los géneros literarios de más éxito, la comedia,  muchas de sus tramas argumentales se basen en un juego con el principio de Identidad donde interviene directamente su Transgresión o simplemente el equívoco como motivo de hilaridad. La comedia de enredo es todo un juego de Transgresión de la Identidad. Una duplicidad de individuos  hizo a Mark Twain componer su conocido cuento El Príncipe y el Mendigo, donde ese juego con la Identidad le permitió sortear la más drástica barrera social para un rol opuesto al que correspondería a su propia Identidad traspasar a sus protagonistas. Óscar Wilde basó una de sus más conocidas comedias, La importancia de llamarse Ernesto en el juego de la Identidad nominal y la inidentidad real.  John Briggs y F. David Peat, reseñando a  Joseph W. Meeker indican, a propósito de la diferencia entre la comedia y la tragedia en relación a la teoría del caos, que



La tragedia, donde el héroe se enfrenta a los dioses y es destruido en el curso de ese enfrentamiento, se valora sobre todo entre las culturas con orígenes greco-romanos. Sin embargo, la mayor parte de las otras culturas valoran los mitos y las obras que se centran en la comedia. Mientras que la tragedia tiene que ver con las luchas por el poder, la comedia se centra en los transgresores, la ambigüedad y en la confusión de los papeles. Mientras que la tragedia está abocada indefectiblemente hacia la muerte, la comedia acaba en matrimonio, una continuación de la sociedad y la fertilidad conseguida a través del engaño al destino, la ambivalencia y la confusión de fronteras y límites.[1]
  



Pero también el drama ha sabido aprovecharse de la Transgresión de la Identidad como hilo conductor de una historia Dumas, jugando con Identidades gemelares compuso el folletín El Hombre de la Máscara de Hierro,  Todos hemos visto muchas veces el folletín El Prisionero de Zenda o películas sobre presidentes impostores utilizados temporalmente para salvar una crisis de gobierno:. Si siguiéramos con obras cuya trama se desarrolla en torno a la Transgresión de la Identidad como medio de superar las barreras físicas o sociales impuestas al amor la lista sería interminable. Cyrano de Bergerac, el feo y narigudo espadachín enamorado de Roxanne, avergonzado de su aspecto, oculta su Identidad en el apuesto  Christian para recitar los versos que más tarde enamorarán a Roxanne. El género picaresco hispánico nos retrata en El Lazarillo de Tormes el espíritu del hidalgo castellano que quiere, a toda costa, salvar las apariencias de su mísera existencia.

Cervantes lleva a cabo un juego realmente  magistral con el tema de la usurpación y el intercambio de Identidades. Cuando Alonso Quijano el Bueno, tomando prestado el modelo de las novelas de caballería de Amadís de Gaula, decide transformarse en Don Quijote de la Mancha, transgrede su Identidad y a su vez la de su propio mundo. Traslada la nueva Identidad a todo su medio. Una Identidad constituida por su fiel escudero Sancho, por su mismo caballo famélico Rocinante, por la campesina Aldonza a la que transforma en Dulcinea del Toboso. 

Transgrede la Identidad de la misma ética de la época. Se sumerge en un mundo transfigurado de elevados ideales. Mientras Sancho se coloca en el polo de conexión con el mundo real, su Identidad permanece. A medida que se van sucediendo sus aventuras y desventuras don Quijote se desengaña, adquiere su anterior Identidad de Alonso Quijano a la par que Sancho se contagia de la secuela de Transgresión dejada por Don Quijote, produciéndose en su lecho de muerte una permutación de Identidades. Cervantes hace girar su planteamiento en torno a la relación locura/cordura, como una forma de entender el cruel choque que se produce entre el mundo ideal y el mundo real, visto este último como un sistema de Identidades rígidas, formalmente establecidas. La España del Siglo de Oro se percibe como un mundo de dobles Identidades,  una exigencia mínima para sortear el sistema de represión moral, política y religiosa imperante.  

Aspecto importante a tener en cuenta de toda ficción literaria va a ser precisamente su  condición de relato no-real que abre las puertas a lo imaginario, a lo deseado no realizado

CINEMATOGRAFÍA, IDENTIDAD Y TRANSGRESIÓN

El mundo del cine se hace eco de las fronteras sociales que la Identidad impone al amor en la película de Bernardo Bertolucci El Último Tango en París, donde la fructífera relación amorosa surgida bajo el anonimato de los protagonistas estalla en tragedia desde el mismo momento en el que uno de ellos intenta mostrar al otro su verdadera Identidad. La impostura, como primera  fase del ciclo de seducción que abre la trama de la historia cuyo nudo conflictivo gira en torno al descubrimiento de la impostura y cuyo desenlace consiste en el restablecimiento de una Identidad renovada ha servido de argumento a miles de películas y piezas teatrales. La usurpación de Identidad para acceder a un determinado puesto puede ser sexual, profesional o de clase social. O bien, Ciudadano Kane, de Orson Wells, donde la clave de la historia radica en la Identidad impuesta al magnate que, al final de su vida, advierte que todo ha sido una impostura a la par que cita el nombre del trineo que lo ligaba a su infancia


ARTES PLÁSTICAS Y TRANSGRESIÓN

Parece como si la historia de las artes plásticas obedeciera a un proceso cíclico. Las fases simbólica, clásica y barroca que en nuestra época se corresponderían con el arte medieval, renacentista y barroco ya conocieron en Grecia el mismo ciclo con el periodo arcaico, clásico y helenístico.

Pero, llegados a mediados del siglo XIX, se inicia todo un periodo de transgresión de las formas artísticas convencionales y ya en pleno siglo XX el arte se introduce en una espiral transgresora con tendencias destructivas: el post-impresionismo, el surrealismo, el cubismo, el dadaísmo y el arte abstracto. El desesperado intento de liberar al arte de  todo tipo de cánones y formas estéticas parece que no tiene límites. El arte ataca las estructuras de la percepción sensible, su interpretación constituye todo un esfuerzo de identificación de lo efectivamente plasmado, identificación, no obstante, que no siempre es posible o permisible. El arte abstracto, por ejemplo, elimina por completo el referente empírico, lo sustituye por la forma en sí, como creación propia de objetividad que no tiene por qué encontrar su equivalente en la naturaleza. El arte se despega por completo de las nociones correlativas a las

El arte viene a ser algo así como el alma de toda sociedad. Expresa el estado de ánimo de cada época, la tranquilidad y la armonía, pero también la desesperación, el espíritu de un mundo convulso y trágico. El arte de cada época teje al mismo tiempo su identidad espiritual. El inclasificable estilo de Goya plasma en el lienzo una España convulsa, trágica y violenta. Sus claroscuros son un informe magistral de esa España negra.

La transgresión en el arte como destrucción del arte es la misma historia del arte del siglo XX. Édouard Manet fue a la pintura lo que Arnold Schoenberg a la música. Ambos introdujeron inicios de transgresión en sus respectivos sistemas que llegaron a tener consecuencias inesperadas para la evolución y desarrollo posterior de la pintura y la música. Los parámetros comúnmente utilizados para medir el avance y desarrollo de la ciencia y tecnología, donde un método revolucionario abre, en principio, posibilidades ilimitadas de creación e invención no nos son de utilidad alguna si lo que pretendemos es medir el desarrollo y evolución de las artes pictóricas y musicales. La música clásica se ha extinguido hoy totalmente.  Respecto de la pintura se podría asegurar lo mismo







[1]John Briggs y F. David Peat: Las siete leyes del caos. Las ventajas de una vida caótica. Pág. 62 . Ed. Grijalbo, Barcelona, 1999

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