Las culturas se nos presentan así, revisten un carácter absoluto para el que las practica, representan los vértices últimos en los que se mueven quienes a ellas están adscritos, no admiten mas punto de referencia que no sean ellas mismas y para justificarse y legitimarse acuden continuamente a las mismas fuentes que ellas mismas han construido para sí mismas, recurren a sí mismas, su valor radíca en su propia recurrencia, en la tautología, en un círculo vicioso donde de ellas parten sus mismos postulados así como sus consecuencias.
Nosotros no elegimos a las religiones, son las religiones las que nos eligen a nosotros. Factores meramente contingentes como nuestra pertenencia a una determinada constelación geográfica, política y cultural, son los que están en la base de nuestras mas firmes creencias y convicciones: el mismo argumento que tiene un chino para ser budista es el que tiene un italiano para ser católico.
Esa es la base última de todas nuestras verdades, de que nuestra iglesia infalible o la de que las demás creencias sean simples "falacias" o "estupideces", que los únicos mártires que han dado testimonio son los de Cristo, porque los de los demás no han muerto por su fe, se han dejado matar en nombre de absurdas y ridículas supersticiones.
Aunque las restantes mitologías registren también fascinantes resurrecciones: Isis hizo volver a la vida a Osiris tras recomponer los trozos de su cadáver, Krisna resucitó al tercer día tras haber sido atado a un árbol y atravesado por una lanza, las historias de Dionissos, Mitra, Attis, Adonis, Tammuz, Baco, Atune, etc, narran el mismo evento cósmico, un mismo arquetipo, parece que solo una, la que corresponde a tu propia constelación geo-cultural, es la que reviste todos los caracteres de la verdad y la certeza absolutas.
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